Luana, una niña de cinco años residente en Viedma, en Argentina, llevaba una vida común como cualquier otro niño de su edad, disfrutando de actividades al aire libre y juegos con amigos y familiares. Sin embargo, un incidente aparentemente menor pronto revelaría una serie de complicaciones médicas que cambiarían su vida y la de su familia.
Una tarde, mientras su padre trabajaba y su madre, Janet, preparaba mate, Luana sufrió un accidente. "Ella se subió a una pared de 1.50 metros. En un descuido, se cortó la soga y se cayó. Se lastimó y quedó en shock. Corrí al hospital con ella en brazos", relató Janet.
Una tarde, Luana sufrió el accidente que empezó a afectar su salud. Foto:Vía La Nación, GDA
A pesar de ser atendida rápidamente en la guardia local, donde le realizaron una radiografía y la observaron durante tres horas, los padres de Luana sintieron que algo no estaba bien.
Los síntomas de Luana no mejoraban. "Los médicos nos decían que estaba bien, que los síntomas eran normales porque tenía pequeñas hemorragias muy chiquitas que se iban a reabsorber. Tuvimos que acercarnos tres veces porque ella seguía con mucho dolor, dormía todo el tiempo y todo lo que comía lo vomitaba", contó Janet sobre la preocupante situación.
Las señales de alarma aumentaron cuando Luana perdió el apetito, su mirada se desvió y uno de sus ojos comenzó a perder alineación. Ante el empeoramiento de su estado, fue trasladada de urgencia al Hospital Penna en Bahía Blanca. Allí, los especialistas descubrieron una obstrucción en una vena de su cabeza. "Cuando nos derivaron de urgencia a Bahía Blanca, sentimos mucho miedo e incertidumbre porque no sabíamos qué iba a pasar con la salud de nuestra hija (...) Ella ingresó a terapia intensiva, donde le diagnosticaron una trombosis que afectaba su cerebro y su vista", explicó Janet.
Finalmente, fue diagnosticada con trombosis y meningitis y recibió un tratamiento intensivo. Foto:Vía La Nación, GDA
Los tratamientos fueron intensos y riesgosos. "LPara estabilizarla, le colocaron un drenaje que tenía sus riesgos por lo que tuvo que estar 15 días en la cama pudiendo mover solo su cabecita. Fue muy duro verla recibir inyecciones intravenosas cada 12 horas", añadió la madre, quien dijo que luego le diagnosticaron a su hija meningitis.
"Ella tenía que quedarse en terapia y controlarla hasta que llegara el neurocirujano y ver qué pasaba al día siguiente. Ese fue un momento raro, de mucha angustia, muchos pensamientos que se cruzaban en la cabeza", recordó, por su parte, Federico, padre de Luana.
Los padres describen el proceso como un momento bastante complicado para la familia. Tras tres meses de hospitalización y tratamientos continuos, Luana mostró mejorías significativas, como empezar a comer y dormir bien.
Finalmente recibió el alta. "Fue un día conmovedor y con muchas preguntas porque ella tenía que seguir con los controles, pero estaba mucho mejor y eso era lo más importante", comentó Janet.
Hoy, Luana lleva una vida normal. "Hoy en día ella está muy bien, ya no toma medicación, las venas en su cabeza se están regenerando. En cuanto a los cuidados, los médicos nos dijeron que no puede volver a golpearse así que tenemos que estar más atentos, mirándola a ver qué hace. No puede jugar en altura, pero en el resto su vida es normal", concluye Federico, mirando a su hija jugar.
La familia de Luana nunca se dio por vencida y su historia sirve de inspiración y advertencia sobre los desafíos que pueden surgir en el cuidado de la salud infantil.
Alejandro Gorenstein
La Nación (Argentina) / GDA
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*Este contenido fue reescrito con la asistencia de una inteligencia artificial, basado en información de la Nación (GDA), y contó con la revisión de un periodista y un editor.