“Incomodidad y preocupación” han generado en la comunidad judía de Colombia los comentarios que ha venido expresando el presidente Gustavo Petro sobre Israel, relacionados con el conflicto que enfrenta este país con el movimiento islamista Hamás en la Franja de Gaza, tras la letal incursión del 7 de octubre.
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El más reciente episodio sucedió el pasado sábado cuando la embajadora de Estados Unidos contra el antisemitismo, Deborah Lipstadt, acusó al mandatario colombiano de tener una “retórica antisemita” por comparar lo que sucede en Gaza con el Holocausto judío durante la Segunda Guerra Mundial: “La continua retórica del presidente colombiano, Gustavo Petro, normaliza el antisemitismo. No podemos aceptar esto. No podemos tolerar esto. Debemos condenar estas narrativas dañinas”, dijo.
A lo que Petro respondió en un mensaje en la red social X: “Yo no soy antisemita, no confunda y respete. No soy antijudío (…) Los palestinos son semitas de acuerdo a la Biblia, dado que la palabra semita designa a los descendientes de Sem y su lengua". A lo que añadió: “Es antisemita matar niños y niñas arrojando bombas en Gaza y no oponerse a ello”.
Pero el tema no es nuevo. El comisionado de la Organización de Estados Americanos (OEA) para el monitoreo y la lucha contra el antisemitismo, Fernando Lottenberg, visitó recientemente Colombia para conocer de primera mano la percepción de la comunidad judía respecto a los comentarios de Petro, la guerra en la Franja y la ruptura de relaciones de Bogotá con Israel. Lottenberg, un prestigioso abogado constitucionalista brasileño, habló con EL TIEMPO.
La primera pregunta lógica es: ¿qué se entiende exactamente por antisemitismo?
Para decirlo simple, es el odio contra los judíos. Es algo que empieza hace ya mucho tiempo, tuvo un carácter religioso, después un fundamento racial y hoy día tiene una base política que tiene que ver con las posiciones que asume el Estado de Israel. Yo prefiero adoptar la definición de antisemitismo de la Alianza Internacional para el Recuerdo del Holocausto (IHRA, por sus siglas en inglés), que Colombia adoptó, así como otros 40 países: “Una determinada percepción de los judíos que puede expresarse como odio. Las manifestaciones físicas y retóricas del antisemitismo se dirigen a las personas judías o no judías y/o a sus bienes, a las instituciones de las comunidades judías y a sus lugares de culto”. Podemos hablar de un grafiti, de un acoso físico, de una manifestación que dice, por ejemplo: ‘Palestina va del río (Jordán) al mar (Mediterráneo)’, ‘Judíos, vuelvan a Polonia’. Hay muchas formas y hay que estar atentos, porque el antisemitismo no está limitado a los judíos. Es algo que tiene como base una percepción, a mi sentir, antidemocrática. Así que hay una base de teoría conspirativa cualquiera que sea, de izquierda, de derecha, o de extremas, algo que busca hacer ver a los judíos distintos de otras personas.
Cuando se habla de pueblos semitas también se habla de los pueblos árabes. ¿Por qué, entonces, la definición de antisemitismo se circunscribe al pueblo judío?
En verdad lo semita no es una definición étnica, es una definición lingüística. Hay lenguas semitas y por ahí pasa. Pero lo que se tiene como aceptado internacionalmente es el antisemitismo, lo cual está ligado al odio contra los judíos. Para otros pueblos se usan otros términos como islamofobia, por ejemplo. En términos académicos, antisemitismo está centrado en los judíos.
¿La guerra en Gaza ha provocado sentimientos de antisemitismo en Colombia?
Sí, especialmente en los medios virtuales, con expresiones desaforadas y comentarios abiertamente antisemitas. Pero en las calles y en las universidades no se ven manifestaciones como en otros países de la región, especialmente Estados Unidos y Canadá.
¿La ruptura de relaciones entre el gobierno de Gustavo Petro y el gobierno de Israel ha hecho que se despierten sentimientos antisemitas en Colombia?
Por lo que yo pude ver, las manifestaciones casi cotidianas de las más altas autoridades hacen comparaciones indebidas con que lo que pasó en la II Guerra Mundial, lo que genera una situación de incomodidad y preocupación, pues es como si se autorizara a los demás a manifestarse en términos inadecuados. Pero felizmente estos sentimientos no se trasladarán a la sociedad colombiana. La ruptura diplomática fue vista por la comunidad judía colombiana como algo innecesario y desproporcionado. Un sentimiento de injusticia, en la medida en que hay gente con familias o amigos que viven en Israel y que son parte de la identidad judía.
¿Por la guerra y los comentarios del mandatario colombiano se ha alterado la normalidad de las vidas de los miembros de la comunidad, sus negocios o actividades en general?
Están alertas y trabajando junto con las autoridades y los sectores de seguridad, policía, etc., para enfrentar cualquier situación que se pueda presentar.
¿Es Colombia un país seguro para los judíos?
Creo que sí, y compete a las autoridades mantener una situación de seguridad y tranquilidad para los judíos y para todas las otras minorías.
Desde varios sectores se denuncia que el conflicto en Gaza ha aumentado las expresiones antisemitas en el mundo. ¿En su ejercicio ha notado un incremento?
Sí y no. Me explico. No hay duda de que el antisemitismo ha crecido en varios países. Los datos que hay en Brasil, Estados Unidos, Europa, tanto en redes sociales como ataques físicos y acoso a personas, se incrementó mucho, pero yo no lo veo como un fenómeno de causalidad, es decir que la exacerbación del conflicto (en Gaza) no es la causa del antisemitismo.
Los antisemitas andan por ahí y aparecen con más frecuencia, más o menos públicamente. Esta es una oportunidad que encuentran para exponer sus prejuicios abiertamente. Por ejemplo, responsabilizar colectivamente a los judíos, no importa dónde vivan, por decisiones del gobierno de Israel, es una forma de antisemitismo. Porque pasa solo con los judíos. Si uno está en contra de las acciones de Rusia en Ucrania no va a protestar frente a un club de inmigrantes rusos en Estados Unidos o Europa. Si uno está en contra de lo que hace el gobierno de Turquía en el Kurdistán, va a protestar ante la embajada o el consulado, no va a manifestarse contra la comunidad turca en Alemania o Estados Unidos. Pero con los judíos es distinto. Las manifestaciones se dan en frente a clubes, sinagogas... es evidente que los judíos de fuera de Israel no tienen cómo influir o ser corresponsabilizados por lo que hace un gobierno u otro de Israel. Lo que enfrentamos es un verdadero tsunami de antisemitismo luego del 7 de octubre.
¿No le parece que el mismo gobierno de Israel usa el término como arma de descalificación política, pues cuando alguien no está de acuerdo con lo que hace en Gaza, de inmediato se lo tacha de antisemita? Es decir, una cosa es tener una divergencia con las acciones políticas y militares de Israel, y otra muy diferente odiar al pueblo judío…
Los temas de políticas entre Estados o Gobiernos es algo que está más allá de mi agenda. Con esto no puedo manifestarme porque no tengo autoridad para ello. Pero creo que críticas a lo que hace el gobierno de Israel o de Colombia son normales, todos están sujetos a ser criticados y es parte de la democracia. Lo que me preocupa es cuando usan un doble estándar o cuando demonizan a un país específicamente, que es el único Estado judío del mundo. Cuando se dice, por ejemplo, que lo de Gaza se trata de una limpieza étnica o un genocidio, que los judíos matan a niños, como se decía en la Edad Media, son mitos antiguos que son reciclados para lanzar una crítica.
¿Por qué es inconveniente o antisemita que analistas o políticos hagan paralelismo entre el Holocausto judío con las denuncias de la muerte de más de 40.000 palestinos en Gaza durante el actual conflicto?
Porque son cosas completamente distintas. Lo que pasó en la II Guerra Mundial fue una persecución a civiles basada en un prejuicio racial sobre gente que no había hecho nada, sin juicios, sin debido proceso, les fueron confiscados sus bienes y luego sus vidas, todo basado en el hecho de haber nacido con una determinada característica. Lo de hoy en Gaza es completamente diferente. Es más comparable a lo que sucedió en Faluya o en Mosul (Irak) cuando la coalición internacional estaba combatiendo al Estado Islámico, y sí, hay víctimas civiles, lo que es una tragedia, hay daños colaterales sobre la población civil, pero por una situación de guerra. Yo no veo cómo se pueden comparar estas dos situaciones. Personalmente, tengo dudas de las cifras de muertos en Gaza porque la fuente es el Ministerio de Salud de Hamás, que hace énfasis en que los muertos son en su mayoría mujeres y niños, y de nuevo ‘los judíos matando niños’…
En la actual coalición de gobierno de Benjamín Netanyahu hay miembros que defienden la tesis de que todo el territorio, de río a mar, es israelí, que no hay cabida allí para los palestinos, que se vayan a vivir a los países árabes vecinos… Es decir, manejan un discurso similar al del antisemitismo, pero en sentido inverso.
Yo creo que estos extremistas tienen un comportamiento lamentable y nunca tuvieron un rol importante en la política de Israel salvo ahora en este gobierno. Pero creo que hay gente extremista en muchos lugares del mundo, en Francia, en Italia, en Alemania, y no por esto uno se va a tornar antifrancés o antiitaliano o antialemán. Así que yo creo que las malas ideas se combaten con buenas ideas, con la moderación de políticas centristas equilibradas. Pero no creo que se pueda tomar una persona o un tipo de político, por más criticable que sea, para asumir una posición en contra de todo un pueblo o de todo un país.
¿Qué se puede hacer a nivel político, cultural o educativo frente al antisemitismo?
Informar, educar, es lo más importante. Es lo necesario pero no lo suficiente. En el caso de Brasil, del que estoy más al tanto, la enseñanza sobre lo que pasó en la II Guerra Mundial con los judíos, el Holocausto, es ahora un ítem obligatorio en el currículo nacional. Si las generaciones van tomando contacto con lo que pasó y tienen información de calidad, por maestros capacitados, es más difícil para alguien convencer a otros al hacer comparaciones indebidas, distorsionar o relativizar el tema del Holocausto. Hay que enfrentar la competencia grande de las 'fake news' que proliferan en redes sociales y plataformas virtuales, que son los medios en donde la gente ahora se informa mayoritariamente. No siempre la información que circula allí es la correcta. Esa es una batalla en la que las redes sociales deberían también sumarse. Si la gente está bien informada será más difícil convencerla de que lo que está pasando en Gaza es un nuevo holocausto o un nuevo genocidio. Eso no debería ser trivializado.
EDUARD SOTO
Editor adjunto de EL TIEMPO