Conversar con Ciro Gómez es pasar de la alegría al ojo aguado en segundos. Su chispa, la capacidad de burlarse de sí mismo y las anécdotas que ha acumulado durante medio siglo dedicado al teatro son una montaña rusa emocional. Poco se sabe sobre sus cosas personales: parece que respira tranquilo cuando la entrevista gira en torno a sus títeres, que son más que creaciones de hilos, trapo y varillas, son sus compañeros de vida. Lo que empezó como la carrera de un joven que abandonó la ingeniería química por hacer teatro contra todos los pronósticos fue tomando forma en la compañía escénica de títeres más importante del país. Cuando Ciro habla de Hilos Mágicos, se empodera.
Conforme a los criterios de
“En el teatro de títeres hay 40 técnicas diferentes que yo he investigado y que hemos ido apropiando en diferentes montajes”, cuenta. Ahora mismo en el FIAV Bogotá –el Festival Internacional de Artes Vivas de Bogotá, que se realiza hasta el lunes festivo 14 de octubre- el titiritero más famoso y querido de Colombia es el homenajeado central por sus 50 años de carrera.
-¿Y cómo será el homenaje? No sabemos mucho.
-¡Yo tampoco sé! Se ríe, durante esta conversación que se dio días antes.
El homenaje resultó muy emotivo. Hasta la sede de Hilos Mágicos, en la 71 con 12 en Bogotá, llegó el alcalde mayor, Carlos Fernando Galán; “me entregaron la medalla al mérito cultural, un reconocimiento que es histórico para un titiritero”, recuerda. Un ramo de orquídeas, que le llevó Fabio Rubiano, el director del FIAV, selló el momento en la noche del domingo 6 de octubre.
Graduado como director de artes escénicas, con énfasis en dirección teatral, de la universidad Distrital, y con maestría en Estudios Avanzados de Teatro de la Universidad Internacional de La Rioja (España), Ciro es el artífice de clásicos del teatro de marionetas y títeres como Guepajé, Historias del mar, Llegaron los marcianos, El ratoncito azul, Patatín Patatán, Breves historias del mundo y las adaptaciones de clásicos como Caperucita roja, Los tres cerditos, El patito feo o El principito. Todas presentes en el FIAV Bogotá.
Cada día, Ciro se empeña en demostrar que la academia es clave en su carrera, “la formación de un titiritero no solamente es en la práctica”, dice. “Hay una biomecánica específica para cada tipo de figuras, es distinto manejar marionetas que trabajar con títeres de sombras o con el teatro negro. Son especialidades y es un trabajo mucho más extenso cuando se hace profesionalmente”.
-¿Y cuál es la técnica más difícil de dominar?
-Las marionetas, que también son los títeres de hilos. Requieren un trabajo muy particular porque el manejo del muñeco es clave, no tiene que elevarse más allá de la superficie del escenario ni tampoco se puede escurrir porque no va a poder caminar bien, debe tener control del equilibrio y depende del pulso el titiritero porque los hilos son los que mágicamente dan vida a los personajes, les permite el movimiento, dan la posibilidad de que el muñeco baile, cante, que exprese emociones. Es un trabajo que tiene que hacerse con una gran preparación y mucho ensayo.
Mil muñecos
A Ciro Gómez no le cabe un muñeco más en su casa-teatro, son casi mil los que lo han acompañado en este recorrido de 50 años por el teatro de títeres. Vive solo, y ellos son su mejor compañía, incluso, viajan con él. “Azulino, de El ratoncito azul, va a los festivales y hace pequeñas intervenciones, y Concho, que es el pescador costeño de Guepajé, también se mete en las maletas y llega a algunas partes sin que lo hayan invitado”.
Su pasión por estas figuras empezó a mediados de los 70, cuando serrucho en mano decidió usar las tablas de su cama para hacer sus primeros muñecos. “Mi mamá se dio cuenta de que estaba pasando esto, porque veía que el colchón estaba todo doblado, ondulado, entonces ella, que tenía un salón de moda y también pintaba y escribía cuentos para niños, se vinculó con mi idea, y empezó a diseñar el vestuario. Yo hacia los títeres y ella pintaba las escenografías”.
Por Hilos mágicos han pasado más de 200 titiriteros y en la producción han estado vinculadas una treintena de personas, en distintos campos. “Uno no alcanza a dimensionar o saber esto hasta donde puede ser relevante, muy importante para muchas personas”.
Gómez recuerda cuando sus títeres lograron que un niño con problemas para socializar ‘conversara’ por primera vez con los muñecos -y que 20 años después volviera con su hija a saludarlo-, o el día que hizo la función más importante de su carrera.
“Una señora nos contrató para que nos presentáramos en una fiesta para su hijo y cada semana nos llamaba para preguntar por la obra, que si podíamos contratar a un mimo y sembrar unos árboles con los niños al final de la función, que si la historia era linda.... el día de la fiesta, que resultó muy grande, pregunté por qué la mamá del niño estaba tan interesada en que todo saliera perfecto. La respuesta me dejó perplejo: tenía un cáncer terminal y seguramente ese era el último cumpleaños que iba a pasar con su hijo. Quería dejarle un recuerdo maravilloso. No pude cobrar la función, se la regalé al niño, porque sabíamos el compromiso tan grande, era la despedida de su mamá. Hay situaciones que le mojan a uno los ojos”.
Ciro es incansable. Ahora mismo está escribiendo un nuevo libro - ya antes había publicado El recetario de títeres, con la Tienda Teatral sobre una serie de talleres-, un manual técnico para la gente, para titiriteros ya profesionales y para neófitos, que se titulará Títere, arte de la animación, una investigación bastante extensa con elementos técnicos y elaboración de las figuras. “Esperemos hasta donde nos llega el hilo, hasta donde nos llega la cuerda”, comenta.
*¿Tiene algún arrepentimiento?
No, al contrario, tengo mucho agradecimiento por este arte que llego a mi vida, quizás de forma accidental, porque yo no estaba esperando conocer los títeres, pero cuando los conocí, el títere es como una deliciosa enfermedad que se contagia, que se trasmite a través del contacto con otros titiriteros, y entonces es una enfermedad muy gratificante al final, porque uno no puede nunca desprenderse de ellos. Los títeres siempre están ahí presentes y creo que es un agradecimiento más que un arrepentimiento. Bueno, hay cosas que no ha podido hacer, pero que las hagan también otros, uno no tiene que hacerlo todo. Ya vendrán más personas que harán cosas nuevas.
Puede consultar la programación de las obras de Hilos Mágicos, haciendo clic aquí.
SOFÍA GÓMEZ G.
CULTURA EL TIEMPO
@CulturaET