El reconocimiento de los reclusos condenados que encontraron la segunda oportunidad en la Colonia Penal de Acacías

hace 8 horas 67

“Estoy privado de la libertad por los errores que cometí, pero al salir (de la cárcel) tengo que ser un buen padre e hijo, no estoy amañado, pero he aprendido algo que voy a poner en práctica para bien mío y de mis once hijos cuando salga de acá”, aseguró Dorbey Antonio Alarcón.

Él es unos de entre 800 y 1.000 internos que permanecen en la Colonia Penal de Acacías, de los cuales aproximadamente 40 son mujeres, cifra que varía porque reciben personal cada martes y salen todos los días, contó la directora del centro de reclusión, Karen Agudelo.

Dorbey dijo que esta es una de las experiencias más hermosa que ha podido tener en la vida y le agradeció a Dios, a la guardia penitenciaria y a los médicos veterinarios de la Universidad Cooperativa que le han permitido aprender cómo es el manejo de un proyecto productivo de porcicultura, en el que trabaja con otros cinco compañeros privados de la libertad.

Colonia Penal de Acacías.

Colonia Penal de Acacías. Foto:INPEC

En el centro de reclusión hay catorce proyectos productivos y mientras en las zonas externas trabajan 400 internos, las otras personas realizan actividades dentro de los patios, entre ellos, ebanistería y confecciones —elaboran los uniformes de todos los privados de la libertad—.

La Colonia tiene una extensión de 4.700 hectáreas y hay cuatro campamentos en que los internos también tiene proyectos productivos como ganadería, lombricultura, piscicultura, huerta, trapiche, panadería, que cuentan con la asesoría de profesionales de las universidades Cooperativa, Santo Tomás y el SENA.

Producción

El proyecto de porcicultura tiene tres corrales y los internos se encargan de asear los establos, darles comida a los cerdos, consentirlos y hasta hablarles al oído.

En un corral tienen 19 cerdos de levante, en otro están 14 hembras preñadas y dos machos reproductores, y en el tercero tres hembras con cerca de cuarenta lechoncitos que no se cansan de alimentarse de las cerdas gestantes, «mis niñas», como cariñosamente les dice otro interno.

El recluso, que pide no se revele su identidad, se enorgullece contando que le salvó la vida a un lechoncito, que hoy ya está en el corral de levante porque la madre se le acostó encima y lo estaba asfixiado, le tocó darle respiración boca a boca para revivirlo.

En ganadería tienen 234 reses de doble propósito —carne y leche—, en las que trabajan 14 reclusos, seis se encargan de cortar el pasto para alimentarlos, otros seis del aseo del establo y de ordeñar las vacas, y dos más —vaqueros— cambian las reses de potreros.

En el proyecto de lombricultura trabajan cuatro privados de la libertad y su labor consiste en recoger el estiércol de las vacas y los cerdos, ponerlo a secar y luego echarlo en unos recipientes con lombrices rojas californianas que se encargan de convertirlo en abono orgánico, que producen físico y líquido.

Del proyecto de piscicultura otro interno, que también pide evitar revelar su identidad, contó el trabajo diario que realizan, junto con otros dos compañeros presos: “En la mañana nos cuentan y a las 7:30 de la mañana nos traen a las piscinas donde lo primero que hacemos es apagar los aireadores y la luz que queda prendida de noche, después le damos vuelta a los pozos para ver cómo está el agua y enseguida le damos alimento a los peces”.

Colonia Penal de Acacías

En ganadería tienen 234 reses de doble propósito —carne y leche—, en las que trabajan 14 reclusos Foto:Oscar Fabián Bernal

Recordó que de la cárcel de donde vino estaba encerrado en las cuatro paredes, pero “acá al menos sale uno a trabajar y como yo soy del campo, ya tenía idea de cómo es el manejo de los peces, el dragoneante que estaba antes me dijo que viniera a trabajar acá y ya llevo dos años en el proyecto”.

Y agrega “soy responsable del manejo de los cinco pozos de producción de pescados, porque mientras el personal de la guardia no está uno es el responsable y el guardián no tiene que estar encima de uno diciéndole qué debe hacer”. Cada tres meses aproximadamente sacan entre 15 y 20 canastillas de mojarra y cachama, para la venta.

Del proyecto de las gallinas ponedoras se encargan cinco internas, es una de las iniciativas puesta en marcha más reciente y los galpones adecuados artesanalmente necesitan ser reforzados para las 749 gallinas que a diario ponen unos 610 huevos.

En la granja agrícola siete internas se encargan de los cultivos de plátano, cilantro, pepino, cohombro y maracuyá. Paula Gómez les contó a los periodistas de EL TIEMPO que las visitaban, en medio de las gotas de sudor que corrían por su rostro, que el proyecto lo iniciaron “las mujeres hace muy poco —en diciembre pasado—, es el plan de trabajo que tenemos con la mejor voluntad, con el personal de custodia que nos han dado todo su apoyo y ya estamos próximas a recobrar la libertad”.

Paula prosiguió con su relato: “Tenemos cultivos de corto, mediano y largo plazo, hoy estamos preparando unos surcos para sembrar cilantro que dura entre 25 y 40 días para recoger para la venta, también tenemos siembra de plátano que sale de nueve a doce meses, y no ha sido fácil porque la mayoría venimos de la reclusión de mujeres en Bogotá y no teníamos experiencia de trabajo en el campo”.

En Bogotá, dijo, “el tema es muy diferente porque estábamos en estructuras de cuatro paredes, acá tenemos el tema de aprender a manejar el estar al aire libre, de ver el amanecer, de escuchar el canto de los pájaros y el río que recorre un costado del campamento”.

Cada tres meses aproximadamente sacan entre 15 y 20 canastillas de mojarra y cachama, para la venta.

Cada tres meses aproximadamente sacan entre 15 y 20 canastillas de mojarra y cachama, para la venta. Foto:Oscar Fabián Bernal

Comercialización

Los productos se comercializan al ingreso de la Colonia Penal en un punto llamado Libera, también en el mercado interno, toda vez que los funcionarios administrativos y de la guardia penitencia los compran, dijo la directora del centro de reclusión.

Ciudadanos del municipio de Acacías también llegan al punto a comprar, los de la cárcel de medina seguridad, vecina de la Colonia Penal, así como el consorcio que atiende la alimentación de los internos compra productos lácteos y huevos. “Nos conocen mucho en el mercado de Acacías y queremos expandir la comercialización al departamento y a todo el país”, agregó.

Agudelo explicó que el recaudo de los que se produce lo hace directamente el Inpec, se envía a Bogotá y se devuelve lo que va para el sostenimiento del proyecto y la bonificación para los internos, que se les consigna a través de un código y con ese número ellos compran productos en los expendios de la Colonia, otros ahorran hasta que recobran la libertad.

También contó que la Colonia Penal sólo recibe condenados, con hasta los últimos cinco años por pagar, no recibe sindicados, “de manera que no podemos hacer convenios con los municipios como lo hacen las otras cárceles y la parte de infraestructura la maneja la Unidad de Servicios Penitenciarios y por eso la parte de infraestructura no tiene mayores avances”.

Agregó que proyectos como avicultura y cerdos aún son muy artesanales y por eso necesitan dar a conocer lo que se hace en la Colonia para que la empresa privada los apoye haciendo inversión social.

“Si quieren hacer donaciones eso le representan descuentos en impuestos y si quieren trabajar con nosotros le sale mucho más económico porque no pagan arriendos ni salarios altos, porque acá tenemos el espacio y a los internos se les paga un valor muy bajo por mano de obra porque están condenados”, dijo la directora del centro de reclusión.

Son seis los reclusos que trabajan en el proyecto de porcicultura,

Son seis los reclusos que trabajan en el proyecto de porcicultura, Foto:Oscar Fabián Bernal

Sus anhelos

El interno que trabaja con el proyecto piscícola sostuvo que “cuando salga voy a ver por mi papá que ha estado pendiente de mí acá (en la cárcel) y sería muy ingrato salir y no estar pendiente de él que ya está viejito”.

Paula, que trabaja en el huerto, cuenta que “en libertad sueña recuperar el tiempo perdido, en la ciudad no vemos el trabajo que hay detrás del campo, para nosotros es muy fácil salir a la tienda a comprar un plátano por dos mil pesos, pero no sabemos el proceso que trae llevar ese plátano a la mesa y esta es una nueva experiencia y ya sabe uno valorar esto y en mi caso ya puedo poner una huerta así sea en un campo de un metro por un metro para sacar provecho para mí familia”.

Dorbey, que encarga de los cerdos, apuntó: “El compromiso que tengo con mis hijos es llegar a una hermosa finca, ya tengo eso hablado con ellos, y aplicar lo que aprendí a acá y que ellos tomen la misma línea y salir adelante». E insiste: “No estoy amañado, pero he aprendido algo que voy a poner en práctica para bien mío y de mis hijos”.

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