El año 2025 pintaba un panorama desolador en el Atlántico y el Caribe colombiano. Doce nombres se sumaban a una lista creciente de personas capturadas, no por hurto o violencia, sino por un crimen silencioso, uno que desangra la biodiversidad del departamento: el aprovechamiento ilícito de los recursos naturales.
Tras las rejas, enfrentaban la justicia por un botín macabro: 50 iguanas silenciosas, arrancadas de su hogar, y más de 2.000 huevos, promesas de vida arrebatadas antes de eclosionar.
En medio de este panorama sombrío, la Seccional de Carabineros y Protección Ambiental, junto a la Corporación Autónoma Regional del Atlántico (CRA), alzaron la voz con la campaña “Denuncia el Tráfico: Protege la Iguana”.
Un grito desesperado por concienciar sobre una tradición cruel que se agudiza con la llegada de la Semana Santa: el consumo voraz de huevos de iguana.
Pero la amenaza no se limita a los huevos. tortugas hicoteas, aves multicolores, todas caen bajo la sombra del tráfico, desestabilizando el delicado equilibrio de un ecosistema ya herido.
El horror en las entrañas de la tradición
Detrás de cada huevo vendido, de cada iguana expuesta en un mercado clandestino, se esconde una historia de crueldad inimaginable.
Policía Nacional lanza campaña de sensibilización para proteger la fauna silvestre en el Atlántico. Foto:Policía
La extracción de los huevos es un acto salvaje. Las iguanas, capturadas en su hábitat, son sometidas a un procedimiento brutal.
Un corte certero en el vientre, la extracción despiadada de sus huevos y, en el mejor de los casos, un cierre improvisado con ceniza o tierra.
Solo el 10% sobrevive a esta tortura, condenadas a una vida estéril, un símbolo trágico de la devastación causada por la ambición humana.
La pobreza y la ganancia: un círculo vicioso
¿Quiénes son los verdugos? A menudo, pequeños grupos de habitantes, familias agobiadas por la pobreza, que ven en la venta de huevos y carne de iguana una oportunidad para aliviar sus necesidades.
Una triste realidad que se alimenta de otra: la demanda insaciable.
Ni las leyes, que castigan el tráfico de fauna silvestre con penas de hasta 135 meses de cárcel y multas millonarias, logran frenar la masacre.
Huevos de iguana incautados. Foto:Prensa Policía del Atlántico
Solo la pandemia, con sus restricciones de movilidad, ofreció un respiro efímero a las iguanas del Atlántico.
El programa contra el tráfico de la vida silvestre Wildlife Conservation Society (WCS) Colombia revela la crudeza de la cacería. Incendios provocados para acorralar a las iguanas, piedras y palos como armas, y el corte despiadado de sus vientres.
La Policía Nacional, con la voz firme del que se niega a rendirse, hace un llamado a la ciudadanía: "Juntos podemos proteger nuestro patrimonio natural y garantizar un futuro sostenible para las próximas generaciones".
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