El éxito del equipo femenil de Barcelona ha provocado un aumento en la afición y un auge en inscripciones en equipos

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Poco más de una hora antes de que comience el partido, las puertas del Estadio Johan Cruyff se abren y alrededor de mil fanáticos entran corriendo. Algunos corren hacia los torniquetes. Otros esperan en los puestos de mercancías, ansiosos por comprar una camiseta, una bufanda, una chuchería conmemorativa.

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Sin embargo, la fila más larga se forma afuera de un stand que ofrece a los fans la oportunidad de tomarse una foto con sus héroes. En cuestión de minutos, se extiende hasta la entrada, llena de preadolescentes hechizados con la esperanza de haber llegado a tiempo. Han venido a ver el equipo de futbol femenil más dominante del planeta.

El Barcelona Femení ha sido campeón de España todos los años desde el 2019. No ha perdido un partido de liga desde mayo del 2023, racha durante la cual ocho de sus jugadoras también levantaron la Copa Mundial femenil. El 26 de mayo, el equipo ganó por tercera vez en cuatro temporadas el título de la Liga de Campeones femenil, que corona al mejor equipo profesional de Europa.

Eso ha convertido a las destacadas del equipo en estrellas globales. También ha transformado a Barcelona, y a la región de Cataluña en general, en el corazón del futbol femenil, un estudio de caso de lo que sucede cuando el futbol femenil gana la misma prominencia que el varonil.

En las calles de la Ciudad las camisetas con el nombre de Alexia Putellas o Aitana Bonmatí, grandes estrellas del Barça Femení, son tan comunes como las que llevan los nombres de estrellas del equipo varonil. Y en las canchas de futbol de la región se está produciendo un auge, con lo que alguna vez fue un espacio dominado por los hombres viéndose inundado de mujeres y niñas.

El número de futbolistas registradas en Cataluña se ha duplicado en los últimos seis años y se espera que crezca exponencialmente en la próxima década.

Las jóvenes aficionadas que hacían fila para tomarse una foto no esperaban una foto con un héroe lejano. Esperaban estar lo suficientemente cerca como para tocar a las mujeres que ayudaron a que todo eso fuera real.

Desde los 11 hasta los 14 años, dijo Marta Torrejón, nunca jugó futbol contra otra niña. Lo había hecho, más pequeña, cuando representaba a equipos del barrio. Pero desde el momento en que se unió al Espanyol, el menor de los dos clubes de futbol profesional de Barcelona, sus compañeros y oponentes eran todos niños.

A veces, ser la única niña entre los talentos que llegarían a jugar en la primera división de España la hacía sentirse “fuera de lugar”, admitió, pero en su mayor parte simplemente estaba agradecida. Torrejón empezó a jugar a fines de la década de 1990, cuando las oportunidades para que las niñas lo hicieran —en Barcelona, España y Europa— eran escasas.

Torrejón no sólo fue lo suficientemente valiente para resistirlo, sino también lo suficientemente talentosa para lograrlo. Ganó un título español en el primer equipo del Espanyol y luego sumó seis más con el Barcelona Femení.

Sin embargo, ahora su experiencia parece anacrónica. Pese a que la victoria de España en la Copa Mundial del año pasado se vio empañada por la imagen de Luis Rubiales, entonces presidente de la federación de futbol del País, besando a la fuerza a Jennifer Hermoso, una de sus jugadoras más famosas —incidente que llevó a un cargo de agresión sexual— el crecimiento del futbol femenil en Barcelona no tiene freno.

En los últimos tres años, el equipo femenino de Barcelona ha triplicado el dinero que ingresa a través de patrocinios, venta de mercancía y boletos de entrada. Ahora gana 8.5 millones de dólares por temporada sólo de sus patrocinadores. Su estadio está lleno. En el 2023, las ventas en línea de ropa femenina del club aumentaron aproximadamente 275 por ciento.

Mucho más significativas son las oportunidades que ha creado. Dos décadas desde que Torrejón forjó un camino solitario, las niñas que esperan seguir sus pasos tienen muchas opciones.

En el 2019, Sant Pere de Ribes, un club en la periferia de la Ciudad donde Bonmatí comenzó su carrera, tenía un solo equipo femenil, con sólo nueve jugadoras. Ahora hay 10 equipos femeniles.

“Muchas chicas se unen porque es el equipo donde jugaba Aitana”, dijo Tino Herrera, presidente del club.

Ese crecimiento se ve reflejado en otros lugares. Para Torrejón, con sus recuerdos de oír que el futbol no era un lugar para niñas, eso es una fuente de inmenso “orgullo y satisfacción”.

“Lo que haces crea un impacto en otras personas y un cambio que antes no existía”, dijo. “Las chicas que vienen ahora tienen esos referentes que nosotros no teníamos. Ven algo en el futuro de esta profesión”.

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