En su primera incursión en el mundo del streaming, Ricardo Darín personifica a Juan Salvo, el personaje central del relato de El eternauta, nacido en 1957 como historieta en las páginas de la revista argentina Hora Cero, con guion de Héctor Germán Oesterheld y dibujos de Francisco Solano López. Convertida con el tiempo en uno de los grandes hitos de la cultura popular argentina, reeditada y publicada desde entonces muchas veces, la serie de Netflix llega por fin después de una larguísima espera.
Dirigida por Bruno Stagnaro (Okupas), producida por K&S Films y con un elenco que también integra a Carla Peterson, César Troncoso, Marcelo Subiotto, Ariel Staltari y Andrea Pietra, entre otros, El eternauta es un proyecto que incluyó 150 días de rodaje y un complejo trabajo de posproducción con participación local e internacional.
En la historieta original, Juan Salvo se convierte en un pasajero errante que viaja en el tiempo después de ser el gran protagonista de la resistencia de un grupo de habitantes de Buenos Aires que le da frente a una misteriosa invasión extraterrestre que comienza con una nevada letal. En entrevista, el actor argentino da detalles de su personaje y de la historia.
¿Cómo podría definir a Juan Salvo?
Es un hombre común. Un argentino que en esta versión tiene un pasado distinto al de la historieta original. Mejor dicho: esta versión se hace cargo de parte de ese pasado y lo habilita para ser elegido dentro de ese grupo para encarar una tarea titánica. Con un traje improvisado, de alguna forma impermeable, y una máscara que encuentra en un cajón, Salvo se atreve a salir para ver qué pasó. Qué fue lo que mató a tanta gente. La sensación de inseguridad y de peligro necesita a alguien que se atreva a enfrentarlas. Y Salvo se atreve.
El personaje empieza con el impulso natural de proteger a su familia. Pero, mientras pasa el tiempo, su responsabilidad se extiende.
Salvo es la punta de lanza de un grupo que decide, después de varios cabildeos y razonamientos, que la única opción es encarar. Ir para adelante. Yo no sé si Salvo es del todo un líder. En un punto lo es, porque es el que más se atreve, pero no es el único. A todos los demás, de una forma u otra, les van ocurriendo cosas similares. Por eso se habla tanto de un héroe colectivo y no de un héroe solitario.
Robert De Niro dijo que filmar Día Cero, la primera serie que hizo como protagonista, fue como haber filmado tres películas seguidas. ¿Sintió algo parecido con El eternauta?
Sí. Y cuatro, diría. Fue muy largo y arduo el proceso. Entiendo lo que pudo haber dicho De Niro, pero yo vi Día Cero y no se parece en nada a El eternauta, sobre todo en cuanto a la exigencia física.
¿Qué fue lo más exigente?
Aquí tú actúas pensando en lo que se va a hacer en posproducción, donde se agregan los efectos especiales. Es un doble trabajo. Lo que hicimos con estas nuevas pantallas digitales fue increíble. Nunca viví una cosa así. Es impresionante y te da mucha noción de cuál va a ser el resultado final. Todavía sigo impactado.
¿Hubo algún momento de exigencia extrema que lo llevó a decir que había llegado al borde de la resistencia?
Varias veces. Yo tengo cortados los ligamentos de la pierna derecha y hay cosas que puedo hacer y cosas que no. Un par de veces me olvidé de eso en el fragor de la batalla. Y olvidarse significa estar 10 minutos en el suelo. También fue muy incómodo el tema del vestuario.
¿Por qué?
En la serie uso un gamulán (abrigo de gamuza) que, cuando entra en contacto con la humedad de la nieve fabricada, pesa el doble. Y a eso se le suma la mochila, que también pesa el doble porque se moja, y el arma, y las botas, y los guantes, ¡y la máscara! Todo era contra natura. Fue muy duro, pero valió la pena.
¿Habrá una segunda temporada?
Sí, claro. Este proyecto es muy fiel, respetuoso y prudente en contar toda la historia de El eternauta. En este momento se está escribiendo y reescribiendo la continuidad.
¿Cómo cree que va a impactar esta versión en el momento actual, especialmente en Argentina?
No lo sé. Pero como todas las historias que tienen contenido, densidad y profundidad, El eternauta nos va a interpelar como sociedad. Y no solo a Argentina. Esta es una historia con condimentos necesarios para interpelar a cualquier sociedad del mundo. Al recibir de afuera una hostilidad semejante y tan inesperada, cada una de las víctimas reacciona con un mosaico de posibilidades. ¿Tú qué harías? ¿En qué lugar te colocarías?
¿Saldrías a defender a tu grupo, que va más allá de tu familia, o te quedarías para preservarte y buscar un momento mejor? ¿Qué actitud vas a tomar?
¿Cuál es su historia personal con El eternauta?
De niño, nada. Tuve conciencia de esa historia a partir de los 16, 17 años. Yo leía la revista El Tony, D’Artagnan, Patoruzú, Isidoro Cañones y El otro yo del Dt. Merengue.
¿Y qué pasó cuando descubrió la historieta?
Cuando profundicé sobre El eternauta, fue hace más de 10 años, cuando me ofrecieron por primera vez el personaje de Juan Salvo, pero para una película. En medio del análisis de hacerla o no, me acercaron la colección de revistas originales. Ahí sí me interesé. Después, con conocimiento de causa, cuando aparecieron K&S y Netflix, yo sabía de qué estábamos hablando.
A primera vista, llevar El eternauta a la pantalla grande excede los alcances y los límites de una sola película.
Es probable. Tiene el caudal y el volumen suficientes para ser contado en varios capítulos. Pero resulta que ahora se hacen películas de ese tipo de tres horas y media. Eso equivale a casi cuatro capítulos de una serie. Hubiese sido difícil condensar y sintetizar toda la trama en una sola película, pero no imposible.
Igualmente, creo que se encontró el formato ideal en este caso. Esta historia se va formando por capas y eso se traduce en capítulos. Cada instancia es distinta a la anterior, y por las dimensiones y la grandiosidad de la historia, cada una de esas instancias merece una atención específica.
La serie está narrada en clave contemporánea, que empieza como un relato posapocalíptico y luego nos lleva a otro tipo de historia, quizás más heroica.
La lucha por la supervivencia es inherente a la condición humana. Hoy tendríamos que pedirle disculpas de rodillas a aquella señora que, en pandemia, salió con su sillita a tomar sol en una plaza. Decíamos: pobre mujer, no entiende cómo son las cosas. Y todos nos tragamos esa píldora. Pero ella no estaba defendiendo una posición individual, sino los derechos colectivos de la sociedad frente a un grupo de señores que, sin tener idea de nada, nos decían qué podíamos y qué no hacer.
Ella representa desde esta perspectiva los mismos valores que encarna su personaje en la serie.
Nos olvidamos de todo con mucha facilidad. Y la gran virtud de El eternauta es recuperar la posibilidad de interpelarnos, de mantener la memoria y no olvidar. Pasamos por una pandemia que, al igual que en la serie, nos presentó un mosaico enorme de posibles reacciones frente a un hecho hostil, y lo que hizo cada uno de acuerdo con sus características, su temperamento, su forma de ser, su mezquindad. ¿Quién te iba a decir que íbamos a vivir una pandemia? ¿Y quién nos dice que no vamos a estar expuestos en cualquier momento a algún virus nuevo o a una contaminación de bacterias? Somos una especie inteligente, pero a la vez frágil y vulnerable. Y también atrevida e irrespetuosa que no tiene memoria y le hace daño al medioambiente y a su propio hábitat.
¿Cómo vislumbra el futuro? ¿Con aprensión, con temor, con curiosidad?
Temor no es la palabra. Eso tiene que ver con la edad. El miedo es una detención; ya no me lo permito. Te petrifica, te anula, te pone cobarde. Lo que tengo es vértigo y angustia por las generaciones jóvenes. Lo que más me angustia es que nosotros no hayamos tenido el chance de allanarles el camino a los que vienen para que lo tengan más fácil. No encontramos la fórmula todavía.
Le dedicó prácticamente todo su tiempo en estos últimos dos años a El eternauta. ¿Qué hay en el futuro cercano para usted?
A fines de mayo empezamos a rodar una nueva película, a la que le tengo mucha confianza. Allí vuelvo a juntarme con Diego Peretti, después de que hicimos juntos La señal. Va a ser una comedia dramática muy ácida y áspera. Estamos muy entusiasmados con este proyecto que va a dirigir Hernán Goldfrid, con quien ya hice Tesis para un homicidio. Estoy con eso y con el teatro, que nunca abandono, a la espera de la segunda temporada de El eternauta, con la que estoy comprometido desde el principio. Siempre supe que iban a ser dos temporadas, porque ahí termina la historia.