Efraín Juárez llegó a Nacional y nadie sabía de él. No lo conocían. No se les hacía familiar su apellido. ¿Cómo es, Suárez? Ah, Juárez... ¿De dónde es que es? ¿Mexicano? ¿Qué ha ganado? ¿Nada? ¿Y qué hace acá? ¿Y por qué lo traen? ¿36 años? ¿Qué están pensando estos directivos...? A Juárez no le creían.
El primer día dijo que no prometía títulos, solo trabajo, y le cayeron encima: ¿cómo así, ya abrió el paraguas? No, es que su filosofía es esa: trabajar y esperar qué le depara el fútbol. Ya ganó la Copa Colombia y está cerca de ganar la estrella. Juárez, el técnico desconocido, comienza a convencer.
Efraín Juárez tuvo que luchar contra el escepticismo
Al comienzo la desconfianza hacia él fue generalizada, mientras Nacional cogía ritmo y despegaba. La tarea de Juárez consistió en llenar de confianza a los jugadores. Que creyeran en ellos y luego en él. Nacional empezó a ganar, de a poco, hasta convertirse en un equipo implacable.
Tanto en la victoria como en la derrota, Juárez se muestra en público como un hombre reservado, de esos que no usan la sonrisa muy a menudo. Es serio, algo controvertido, y frentero: si el periodista llega desubicado, se lo hace saber. Por ese estilo pasó por prepotente, pero quedó claro que no vino para ser popular, sino para buscar recuperar la gloria de Nacional.
Su estadía en Colombia ha sido convulsiva. Lejos de su familia, su esposa y sus dos hijos, uno de 6 y otro de 8, Juárez entró en escena pública por la vía de la polémica. Un día explotó y mostró su lado más pasional: fue contra Medellín, clásico paisa, solo hinchada roja, y cuando el mexicano supo que estaban en la final de la Copa Colombia, se volteó hacia la gente roja, pegó un grito de victoria, agitó los brazos, desafiante, o eso pareció, eso lo negó. La afición roja estalló. Algunos entraron a la cancha, iban por él. Si Juárez era desconocido en Colombia, ese episodio lo hizo famoso. La policía interrumpió su conferencia de prensa para ponerle un comparendo por “incitar a la violencia”, una jueza dictaminó que le iba a prohibir la entrada al estadio por tres años, caso que sigue en proceso. En el siguiente partido, Juárez celebró eufórico un gol contra Santa Fe y lo acusaron de provocar al rival, de ser irrespetuoso en sus festejos. Lo expulsaron. Se marchó cruzando las manos como si fuera esposado. La prensa mexicana empezó a indagar qué pasaba con su compatriota. ¿No dejan celebrar goles en Colombia?
Efraín Juárez Foto:Jaiver Nieto. EL TIEMPO
La experiencia de Efraín Juárez en el banquillo
Juárez llegó a Colombia sin experiencia como entrenador, sí como asistente. Lo fue en New York City de Estados Unidos y Standard Lieja y Brujas de Bélgica. No tenía títulos como entrenador en su vitrina personal, solo la Copa Colombia que acaba de ganar. Fue futbolista, lateral derecho, jugó en equipos como Pumas, América, Celtic de Escocia o Zaragoza de España. Pasó por el fútbol de Noruega y Canadá y la selección mexicana. Cuando colgó los guayos se dedicó a aprender, en espera de su oportunidad, la que llegó el pasado 28 de agosto, cuando fue anunciado como DT de Nacional.
Efraín Juárez marca a Radamel Falcao García en un juego entre Real Zaragoza y Atlético de Madrid. Foto:Efe. Archivo EL TIEMPO
Han pasado menos de cuatro meses y Juárez ya tiene al equipo estructurado; logró aplacar los egos de sus figuras, o eso parece. Cuando el equipo ganó la Copa Colombia y tuvo que recibir el trofeo en el camerino del Pascual, por la violencia de los hinchas, Juárez mostró su lado más fervoroso. Fue alzado en hombros por esos jugadores a los que considera sus hijos aunque algunos no están lejos de su edad. En el juego de ida de la final, cuando el DT de Tolima insultó a Alfredo Morelos, Juárez habló duro: “A mí se me ha tachado”, dijo, como un desahogo, y exigió respeto. En las redes se preguntaron: ¿qué hubiera pasado si es Juárez el que insulta, lo deportan?
Juárez insiste en que lo logrado hasta ahora es de los futbolistas, pero seguro que este paso a la final y ese título de la Copa Colombia le habrán sacado una sonrisa orgullosa. Como quien dice, aunque no lo diga y quizá ni lo piense: no me creían, pues miren...
Pablo Romero
Redactor de EL TIEMPO
@PabloRomeroET