Dejó su país y hoy tiene una vida soñada: ‘En Nueva York entendí que hay un mundo donde las oportunidades existen’

hace 2 meses 29

Bruno Bengen tenía 19 años cuando dejó Argentina sin un destino claro ni un plan definido. Su partida no fue premeditada, simplemente sintió la necesidad de irse. “Fue instintivo”, recuerda sobre aquel momento en diálogo con 'La Nación'.

La situación en su hogar se había vuelto difícil, y la crisis que atravesaba el país en 2001 solo empeoraba las cosas. Sentía que necesitaba alejarse de todo, caminar hasta encontrar un nuevo rumbo. Su madre, aunque preocupada, comprendió su decisión. Su padre, en cambio, no dijo nada, pues la relación entre ambos estaba completamente fracturada.

Con lo poco que tenía, vendió sus pertenencias, preparó su mochila y salió de Buenos Aires con la idea de viajar por algunas semanas. Pasó por Tucumán, Salta y Jujuy hasta que, sin darse cuenta, cruzó la frontera hacia Bolivia. Ya sin dinero, pero con ganas de seguir adelante, llamó a su madre para pedirle ayuda. Ella le envió 100 dólares, que usó para pagar su alojamiento en La Paz. Con los 20 dólares restantes, llegó a Cuzco, donde consiguió trabajo como mesero. “Me quedé seis meses”, dice sobre esa etapa. “Esa experiencia me cambió la vida”. 

Explorar nuevas fronteras: “Vi un mundo sin fronteras que tenía grandes cosas para ofrecer”

En Cuzco, Bruno hizo amistades que mantiene hasta hoy. En Buenos Aires, sus amigos recibían noticias esporádicas a través de las plataformas de la época. Cuando regresó a Argentina, supo que ya no podría volver a su antigua vida, pues había cambiado. “El viaje había sido muy intenso. Lo bueno, lo malo, el libre albedrío fueron alucinantes. Estaba mal en Buenos Aires y encarar esas aventuras me hizo olvidar. Ante mí, todo se había presentado nuevo e increíble”.

Decidió que su futuro estaría en la fotografía, con la misión de capturar no solo lo evidente, sino también lo oculto del mundo. Su meta era Nueva York, así que trabajó y ahorró lo suficiente para inscribirse en una de las mejores escuelas de fotografía. “Quería estar en el epicentro de las cosas, el lugar donde todo lo que me gustaba se había inventado”.

Vivir en Nueva York le abrió los ojos a nuevas posibilidades. “Estudiando ahí vi un techo mucho más alto del que veía en Buenos Aires... Vi un mundo sin fronteras que tenía grandes cosas para ofrecer. Ahora solo había que alcanzarlo. También me quedé seis meses, se me vencía la visa y no quería quedarme ilegalmente”.

Con el tiempo, entendió que las oportunidades estaban al alcance de quien estuviera dispuesto a luchar por ellas. “Si hay algo que entendí viviendo en Nueva York es que hay un mundo donde las oportunidades existen. Puedes hasta publicar en National Geographic si te esfuerzas; también comprendí que la economía incide directamente en las oportunidades laborales”.

Su travesía por Israel

De regreso en Argentina, Bruno se enfocó en expandir su carrera y pronto encontró nuevas oportunidades en Jerusalén y Tel Aviv. Más tarde, se estableció en Córdoba, pero la ciudad no terminó de convencerlo. Con el tiempo, decidió mudarse a Ciudad de México.

En cada lugar en el que vivió, observó diferencias culturales que lo hicieron reflexionar. “Cada lugar en el que viví tiene hábitos que nos pueden resultar muy distintos a lo que traemos. Los gringos, por ejemplo, son muy cerrados, si bien tienen buenas intenciones, son así. Pero lo cierto es que el raro ahí eres tú, y esa es una lección que tuve que aprender: el raro, el que juega de visitante, es uno”.

En México, notó otros contrastes. “Y hoy, en México, soy muy consciente de las diferencias culturales que tenemos, aunque hablemos el mismo idioma. Ni hablar de lugares como Israel, donde conviví con turcos, rusos, e israelíes obviamente. Es un costado del mundo al que no estamos habituados. Por ejemplo, los turcos son en extremo amables, te invitan a su casa, con su familia, te llenan de comida, si les decís que no querés comer más se ofenden… ¡En serio!”.

También descubrió similitudes y diferencias en la forma en que las personas interactúan. “Los israelíes son muy duros, supongo que están acostumbrados a luchar por lo que quieren, entonces te hablan imperativamente, se te cuelan en la fila, pero no es algo personal. Son muy competitivos, aunque a la vez cuando necesitás una mano están super dispuestos a dártela, me abrieron las puertas, no me puedo quejar. Y les encanta que vayan extranjeros. La antítesis de los gringos son los chilangos (los mexicanos de CDMX), que son super amables, serviciales y se pueden ofender fácilmente si uno no dice por favor y gracias. Los porteños estamos, creo, más cerca de los israelíes que de los chilangos en lo imperativo de nuestras maneras, aunque no seamos conscientes de eso”.

Trabajo y adaptación: “El desafío y lo interesante es salir de la burbuja argentina”

En México, Bruno consolidó su carrera y encontró estabilidad. Su trabajo le permitió viajar con frecuencia y colaborar en proyectos internacionales. “Estoy muy contento con lo que construí acá. No sé si me voy a quedar toda mi vida, pero hoy es mi lugar”.

El mercado laboral le abrió nuevas puertas, incluyendo colaboraciones con Estados Unidos. “Cierta vez, por ejemplo, estaba haciendo un proyecto para una marca de Houston en CDMX. Tenían que mandar el producto desde ahí, pero lo mandaron mal y quedó retenido en la aduana mexicana. El cliente quería cancelar el proyecto, y para evitarlo, me fui a Houston a buscar el producto y me lo traje en la valija, en el mismo día”.

Ha trabajado en distintos países y notado diferencias en las formas de producción. “También me ha tocado viajar a trabajar a EE. UU. y fue una experiencia muy distinta a trabajar en Latam, mucho más regulada. Hago muchas cosas para el Latin market gringo”.

La experiencia le enseñó la importancia de adaptarse. “En cuanto a lo humano, sí es difícil hacer vínculos verdaderos por varios motivos: uno se pone más grande y tal vez está menos abierto, aunque, por ejemplo, mi novia es mexicana. Lleva tiempo, pero de a poco, si estás abierto, se logra. El desafío y lo interesante es salir de la burbuja argentina, muchos no lo hacen y ahí es donde no se adaptan”.

'Mi aprendizaje más importante fue entender que había infinitas realidades posibles'

Han pasado más de dos décadas desde que Bruno dejó Argentina por primera vez. Desde México, su actual hogar, reflexiona sobre su recorrido y lo que ha aprendido.

“El mundo tiene un sinfín de posibilidades, solo que a veces el árbol no nos deja ver el bosque. Hoy me siento muy conectado al mundo, hago publicidad para todo el continente y en Argentina no sé si lo sentía posible. Aprendí que sí se puede soñar y alcanzar lo que uno desea, aunque vale aclarar que las cosas no son como uno se las imagina, nunca”.

Su mayor lección ha sido la capacidad de adaptación. “Sí se puede alcanzar las metas por más altas que sean, pero hay que esforzarse mucho y que a veces hay que moverse de lugar para alcanzarlas, tanto física como mentalmente. Salir de la zona de confort, tener que auto proveerse sin una red de contención puede ser difícil por momentos pero el camino, de a poco, se abre. Es esencial no pretender que el mundo se adapte: adaptarse al contexto es, creo, el secreto del éxito. Sin embargo, mi aprendizaje más importante fue entender que había infinitas realidades posibles”, concluye.

CARINA DURN

La Nación (Argentina) / GDA

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*Este contenido fue reescrito con la asistencia de una inteligencia artificial, basado en información de La Nación, y contó con la revisión de un periodista y un editor.

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