Dejaron todo para irse a vivir a una isla sin carros en otro país y su decisión les trajo sorpresas: ‘La vida tiene sus altibajos donde sea que la vivas’

hace 3 meses 38

En 2013, Irene y Gonzalo dejaron atrás su vida en Argentina para embarcarse en un sueño: vivir en Morro de São Paulo, una isla brasileña donde no existen autos y la naturaleza rige el día a día. 

Sin conocer a nadie, con escasas nociones de portugués y un corazón lleno de expectativas, decidieron comenzar desde cero en un lugar del que apenas sabían algo más allá de algunas fotos y lecturas.

Su llegada a Bahía estuvo marcada por la calidez de los locales. Durante sus primeras horas, al buscar un lugar para ver un partido de la Copa de Confederaciones, fueron abordados por personas interesadas en saber de dónde eran.

“Nos daban cerveza y nos daban charla, en esas primeras horas apenas sabíamos lo básico de portugués, pero nos hacíamos entender”, relata Irene a 'La Nación'. Ese inicio les hizo sentir que habían tomado la decisión correcta.

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Dejaron Argentina en 2013 para vivir en Morro de São Paulo, sin autos ni contacto previo en la isla. Foto:Cortesía

La vida en la isla: 'Es muy diferente a cualquier vida de ciudad'

Desde que Irene soñó con vivir en otro país, su preferencia cambió muchas veces. Finalmente, junto a Gonzalo, eligieron Brasil por su idioma y la posibilidad de permanecer en Latinoamérica. Morro de São Paulo, con su estilo de vida relajado y ausencia de autos, se convirtió en su destino. “Fuimos directo a la isla sin conocer nada, sin ningún contacto, pero con la convicción de quedarnos a vivir ahí. Con el poco portugués que sabíamos fuimos encontrando dónde vivir y trabajo”, cuenta Irene.

Al principio, se hospedaron en un hostel durante varios meses mientras buscaban una vivienda accesible. Finalmente, encontraron una casa en Mangaba, un barrio al que se accede tras subir doscientos escalones. Su rutina diaria incluía caminar por la isla entregando currículums y disfrutando de las playas. Gonzalo pronto fue contratado en un hotel, mientras que Irene encontró trabajo en una tienda de ropa y luego en la recepción de una posada, lo que le permitió perfeccionar su portugués.

“La vida en Morro de São Paulo es muy diferente a cualquier vida de ciudad, todo llega de afuera, en barco, las actividades son todas de mar, y para ir hacia las playas más alejadas se puede hacer en sulky o barco taxi. La vida es más simple y está ligada a la naturaleza, te sabés las mareas de cada día; si las nubes vienen de un lado solo, llueve de un lado de la isla, si vienen de otro lado, no llueve; los insectos te avisan cosas también”, describe Irene.

Retos inesperados y aprendizajes

La vida en la isla no estuvo exenta de dificultades. Durante unas vacaciones en Argentina, una vecina les informó sobre un derrumbe en su casa. “Me llama la vecina para decirme que se había caído una roca de dos toneladas y otras rocas más que se desprendieron. Las casas quedaron sin luz, ni desagüe y en nuestra casa una parte del techo sufrió daños… En fin, no podíamos hacer mucho, así que nos relajamos y terminamos las vacaciones. Cuando volvimos tuvimos que buscar otro lugar para vivir, y mientras tanto, como no podíamos volver a la casa, unos amigos nos hicieron el aguante y nos recibieron en su casa casi por un mes”, relata Irene.

La falta de autos también impactó su estilo de vida. “Se lleva también una vida simple en el sentido de que, al no haber autos en la isla, esto hace de alguna forma que todos seamos iguales; además de que la vestimenta de todos los días es básicamente bikini o short de baño”, comparte.

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Así era la vista en su primera casa, aquella que una roca destruyó. Foto:Cortesía

Un restaurante que transformó sus vidas: 'Le dije que me enseñe, que los hacíamos juntos'

Tras un breve periodo en Pipa, la pareja regresó al Morro y recibió una oportunidad única: administrar un restaurante. “Le ofrecieron a Gonzalo tener su propio restaurante. Fue otro argentino que tenía una posada, así que, sin pensarlo, Gonzalo aceptó la oportunidad, pero le faltaba alguien que lo ayude, y yo, sin nunca haber trabajado en uno, le dije que me enseñe, que lo hacíamos juntos”, recuerda Irene.

Así nació Andina, un restaurante de cocina latinoamericana con platos explicados a detalle. “La propuesta es tener menú del día, porque así tenemos menos desperdicio, también nos ayuda mucho trabajar con reservas para tener una mejor planificación para la noche”, explica Irene, quien también diseñó los planos del local y trabajó en otros proyectos como arquitecta.

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Llevaron su restaurante Andina de la isla a Salvador, adaptándolo a un ambiente urbano. Foto:Cortesía

Un nuevo capítulo en Salvador: 'Pensar la vida de una forma un poco más leve y despojada'

En 2022, Irene y Gonzalo trasladaron Andina a Salvador en busca de un cambio. Alquilaron una casa de los años cuarenta y adaptaron el restaurante a su nuevo entorno. “Inclusive los clientes cuando llegan tienen que tocar timbre para ser atendidos”, detalla Irene.

Aunque extrañan aspectos de la vida en la isla, Irene valora lo aprendido: “Al vivir en una isla te hace efecto hasta la marea, sin pensarlo empezás el día odiando el lugar y terminás amándolo… Ya en Salvador es otra cosa, hicimos muchísimos amigos diferentes en poco tiempo, entonces conocimos muchísimos lugares, además de conocer distintas realidades”.

Concluye Irene: “Hace once años que vivo acá y claro no todo es color de rosa, pero en general puedo ver el vaso medio lleno, solo hay que ponerle ganas a lo que uno quiere. La vida tiene sus altibajos donde sea que la vivas, en un lugar cerca de donde naciste o al otro lado del mundo, pero una cosa es segura: no me iba a quedar con la duda sobre qué hubiera pasado si me iba a vivir a otro país. Un sueño así, no cumplido, me hubiera puesto muy mal…”.

CAROLINA DURN

La Nación (Argentina) / GDA

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*Este contenido fue reescrito con la asistencia de una inteligencia artificial, basado en información de La Nación, y contó con la revisión de un periodista y un editor.

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