Hace poco más de una semana, Hassan, su esposa y sus tres hijos vivían en un suburbio del sur de Beirut, capital del Líbano, y llevaban una vida como la de cualquier otra familia. Hasta que, en la noche del último jueves de septiembre, el barrio en el que habitaban se volvió una zona de guerra cuando el ruido de las bombas israelíes hizo temblar los cimientos del lugar.
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“Mi familia decidió abandonar la casa porque nos preocupaba nuestra seguridad. Esa noche fue como una película de terror: aviones de guerra, ataques aéreos... de todo. Mientras estábamos en el carro, podíamos sentir cómo temblaba el suelo”, le contó el hombre a Médicos sin Fronteras (MSF).
En medio de la angustia, Hassan y su familia salieron de su casa con solo un par de prendas de vestir y sus documentos. Aunque en un principio se trasladaron a un apartamento en otra zona de Beirut, desde que el propietario les pidió desalojar duermen en la calle y esperan por ayuda en las sillas de la playa de Ramleh El-Bayda.
“Somos 20 miembros de mi familia, varados en la playa. Todos los refugios y escuelas están llenos. ¿A dónde deberíamos ir? La situación es mucho peor de lo que nadie se puede imaginar. Tenemos muchas necesidades. Cuando salimos ni siquiera pudimos llevar un colchón o una almohada. Anoche dormimos en sillas. Nadie nos ayuda”, cuenta.
La historia de Hassan se repite una y otra vez. La familia Abdalá, por ejemplo, se aloja desde hace pocos días en la gran mezquita Al Amin, en Beirut, después de que la onda explosiva de una bomba israelí alcanzó su casa. El impacto fue tal que la onda lo lanzó contra la pared y explotó los vidrios de la vivienda, cuyos trozos cayeron sobre su hijo de nueve años mientras este dormía.
Cuando salimos ni siquiera pudimos llevar un colchón o una almohada. Anoche dormimos en sillas. Nadie nos ayuda
A unas pocas cuadras de la mezquita, Rida Alaq, una mujer de 49 años, encontró refugio en una prestigiosa discoteca de la capital libanesa que le abrió las puertas a los desplazados. Llegó allí tras dormir una semana en las calles junto a su madre de 79 años.
Como Hassan, los Abdalá y Rida Alaq, más de 1,2 millones de libaneses se han visto obligados a dejar sus hogares debido a los bombardeos de Israel en el sur y el este del país, y en los suburbios de Beirut, considerados bastiones de Hezbolá. Se trata, según el primer ministro libanés, Najib Mikati, del mayor desplazamiento en la historia del país y de una nueva crisis que se gesta a la vista de todos en Oriente Medio.
Más de 2.000 muertos y casi 10.000 heridos en Líbano
Los intercambios de fuego entre Hezbolá e Israel alcanzan un año, desde que en octubre de 2023 la milicia realizó su primer ataque contra territorio hebreo en apoyo a Hamás. Pero la dinámica en el campo de batalla dio un giro de 180 grados el pasado 17 de septiembre, cuando Israel hizo estallar los bíperes y walkie-talkies de miles de integrantes de Hezbolá y pocos días después comenzó una oleada masiva de bombardeos y una incursión terrestre en el sur que han desatado una crisis de enormes proporciones.
Tenemos miedo de que el Líbano sea una nueva Gaza. Líbano es bombardeado cada día. Beirut es bombardeada cada día
Según las cifras de la Presidencia del Consejo de Ministros del Líbano, en este año de intercambio de fuego más de 2.000 personas han muerto y más de 9.500 han resultado heridas en los ataques de Israel, la inmensa mayoría en los bombardeos de las últimas semanas. Solo el 23 de septiembre, el primer día de la campaña de ataques, Líbano vivió su día más mortífero desde el fin de la guerra civil en 1990, cuando los bombardeos acabaron con la vida de más de 550 personas e hirieron a otras 1.800.
“Tenemos miedo de que el Líbano sea una nueva Gaza. Líbano es bombardeado cada día. Beirut es bombardeada cada día, cada noche, durante 24 horas. Becá, el monte Líbano, el sur", sentenció el viernes el ministro libanés de Información, Ziad Makary.
En total, Israel ha ordenado la evacuación de más de 70 localidades del sur del país y otros tantos barrios de los suburbios de Beirut conocidos como el Dahye, en donde hace solo una semana dio de baja a Hassan Nasrallah, máximo jefe de Hezbolá por más de tres décadas.
“Antes sabíamos dónde eran los ataques, ahora depende de la suerte y de quién vive en la puerta de al lado a la tuya, si ellos son atacados o no. Antes se conocían las áreas seguras, ahora no hay ningún lugar que sea considerado seguro”, sentenció Samer, quien huyó de los suburbios de la capital libanesa hace diez días.
Las órdenes de desplazamiento hicieron que las carreteras que unen al sur del país con la capital colapsaran rápidamente con decenas de autos llenos de familias que buscaban huir a la mayor brevedad. Ali Trad, por ejemplo, un libanés de Maarakeh, en el sur del país, huyó sin nada más que su nieto en brazos en un viaje que le costó más de 18 horas en auto cuando lo habitual es una hora y media. Se supo también que otros tantos desplazados hicieron la ruta hasta la capital libanesa caminando un trayecto de dos días y con sus pertenencias a cuestas.
Antes sabíamos dónde eran los ataques, ahora depende de la suerte y de quién vive en la puerta de al lado a la tuya
Miles de autos de los desplazados también colapsaron la carretera que conecta a Beirut con Damasco, la capital siria. La Organización Internacional para las Migraciones (OIM), de hecho, señala que 235.000 sirios y libaneses han llegado a Siria en menos de dos semanas por vía terrestre en su huida de los bombardeos israelíes.
La gran mayoría –152.000 personas– son sirios que huyeron al Líbano buscando refugio tras trece años de conflicto armado en su país y que ahora se ven obligados a retornar. La OIM, además, reporta 50.000 personas que salieron por el aeropuerto de Beirut y otras 1.000 que huyeron por vía marítima desde el pasado 23 de septiembre.
La gran mayoría de desplazados se han movilizado a casas de familiares, pisos de alquiler y hasta hoteles. Los demás se han dirigido a los 931 albergues –entre escuelas, pabellones e institutos– que el gobierno convirtió rápidamente en centros de acogida.
No obstante, el número de personas que requieren ayuda es tan alto que, según las cifras oficiales, el 76,4 por ciento de los refugios ya están completamente llenos, sobre todo los que se ubican en Beirut y en el Monte Líbano. De ahí que decenas de personas se hayan instalado en las calles con las pocas pertenencias que sacaron de sus hogares antes de huir y en condiciones precarias.
No hay baño, tenemos que ir a hacer nuestras necesidades en los arbustos y no hay ningún lugar para lavarse
“Si nos dan comida, comemos. Si nos dan agua, bebemos. Si no nos dan nada, nos morimos de hambre”, le dijo Nohad Yazbek al medio Middle East Eye instalada en un colchón en una calle beirutí.
Otra madre libanesa de unos 30 años que vive en las calles narró: “Los desplazados están ayudando a los otros desplazados. No hay baño, tenemos que ir a hacer nuestras necesidades en los arbustos y no hay ningún lugar para lavarse. No hay nada”.
Pero la situación en los albergues tampoco es mejor, pues diversas ONG han denunciado la falta de servicios básicos en un país con una prolongada crisis económica que ha dejado al 44 por ciento de sus 6 millones de habitantes bajo la línea de pobreza.
“La mayoría de las personas desplazadas necesitan ayuda urgente. Huyeron sin artículos de primera necesidad. Las personas desplazadas son muy vulnerables –niños, ancianos y personas con discapacidades físicas– y viven en condiciones terribles, con acceso limitado a agua potable, saneamiento y servicios sanitarios básicos. Las necesidades son enormes”, afirmó Luna Hammad, coordinadora médica de MSF en el Líbano.
El primer ministro Nayib Mikati, –que advirtió que Líbano “se encuentra en "una de las fases más peligrosas de su historia”–, y las agencias de la ONU pidieron esta semana más de 400 millones de dólares a la comunidad internacional para brindar ayuda urgente a los desplazados por la crisis.
Mientras tanto, los libaneses se preguntan hasta dónde llegarán los bombardeos, los más intensos desde 2006, y si algún día regresarán a sus hogares. “Espero que algún día podamos regresar a nuestras casas, a nuestras casas originales, si es que hay casas a las que regresar”, sentencia otra libanesa desplazada en un refugio en el Monte Líbano.
ANGIE NATALY RUIZ HURTADO - REDACCIÓN INTERNACIONAL - EL TIEMPO