Con la disminución de la exposición solar, mantener niveles óptimos de vitamina D puede representar un desafío. Esta situación se vuelve más compleja en regiones donde el invierno se caracteriza por días más cortos y bajas temperaturas, lo que limita aún más el contacto con la luz solar, la principal fuente natural de este nutriente.
La vitamina D, conocida también como “la vitamina del sol”, cumple múltiples funciones esenciales en el organismo. Entre ellas, contribuye al fortalecimiento de los huesos y participa en la regulación del sistema nervioso y muscular. No obstante, uno de sus efectos menos difundidos es su incidencia directa sobre el estado de ánimo.
De acuerdo con el Instituto Nacional de Salud Mental de Estados Unidos, este nutriente favorece la actividad de la serotonina, un neurotransmisor clave para la estabilidad emocional. Diversas investigaciones han vinculado la deficiencia de vitamina D con un mayor riesgo de desarrollar depresión y otros trastornos del estado de ánimo.
La vitamina D es necesaria para el calcio de los huesos, el sistema inmune, entre otras funciones. Foto:Istock
Una de las afecciones más asociadas a la falta de vitamina D es el Trastorno Afectivo Estacional (TAE), una condición que se presenta con síntomas depresivos durante las estaciones con menor cantidad de luz natural. En ese contexto, incorporar alimentos ricos en este nutriente se vuelve fundamental para apoyar el bienestar general durante los meses más fríos del año.
Fuentes alimenticias que aportan vitamina D
Aunque la luz solar sigue siendo la vía más eficiente para que el cuerpo sintetice vitamina D, existen alternativas nutricionales que permiten mantener niveles adecuados cuando la exposición al sol disminuye. Según la información proporcionada por Mayo Clinic, los siguientes alimentos contienen cantidades relevantes de esta vitamina:
- Pescados grasos: el salmón, el atún, la caballa y las sardinas son especialmente ricos en vitamina D. Algunas especies pueden aportar hasta 25 microgramos por cada 100 gramos.
- Hígado de res: aunque no es de consumo frecuente, es una fuente significativa de vitamina D y puede incorporarse ocasionalmente en la dieta.
- Huevos: la yema contiene este nutriente, lo que convierte al huevo en una opción versátil que puede consumirse en cualquier momento del día.
- Lácteos y derivados: productos como la leche, el yogur y el queso suelen estar fortificados con vitamina D, lo que contribuye a su ingesta diaria.
- Hongos: en especial aquellos que han sido expuestos a luz ultravioleta, como ciertos tipos de champiñones, que desarrollan naturalmente vitamina D.
Algunos alimentos pueden ayudar a mantener niveles adecuados de vitamina D en el organismo. Foto:Istock
- Cereales y bebidas fortificadas: algunas presentaciones de cereales, jugos de naranja y leche de soja incluyen vitamina D añadida durante su procesamiento.
- Frutas y alimentos que favorecen la absorción: si bien las frutas contienen poca vitamina D de forma natural, algunas presentaciones fortificadas, como el jugo de naranja enriquecido, pueden ser útiles. Además, alimentos como la palta y las bananas aportan grasas saludables y magnesio, elementos clave para una mejor absorción de esta vitamina.
- Legumbres: lentejas, garbanzos y otras legumbres, aunque no son fuentes directas de vitamina D, ayudan a su metabolismo gracias a su contenido de magnesio. Asimismo, ofrecen beneficios adicionales como proteínas vegetales y fibra.
Una alimentación variada y rica en estos componentes permite enfrentar las bajas temperaturas sin comprometer el bienestar físico ni emocional. Durante el otoño e invierno, ajustar la dieta a las nuevas condiciones climáticas puede ser una medida eficaz para mantener el equilibrio del organismo y prevenir alteraciones en el estado de ánimo relacionadas con la deficiencia de vitamina D.
La Nación (Argentina) / GDA
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*Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial, basado en la información de La Nación, y contó con la revisión de la periodista y un editor.