Durante años, los aldeanos que vivían cerca de la presa de Alau en el noreste de Nigeria habían dicho a funcionarios del Gobierno que la estructura estaba rota y que el embalse estaba demasiado lleno de agua.
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Pero en septiembre, después de fuertes lluvias, media docena de funcionarios permanecieron junto al embalse, tratando de tranquilizar a los nigerianos.
“La presa no está rota”, dijo ese día Alhaji Bukar Tijani, el funcionario del Gobierno que encabeza la delegación. “La gente no debe tener miedo”.
Cuatro días después, el agua atravesó el muro de la presa de Alau, dejando dos tercios de la ciudad de Maiduguri bajo el agua, matando a hasta mil personas, dijeron trabajadores de rescate y seguridad, y desplazando a casi medio millón.
Los funcionarios culparon a Dios, al cambio climático y a la gente más pobre de Maiduguri, que, dijeron, se pusieron en peligro al vivir en casas maltrechas junto al río Ngadda.
Pero las agencias gubernamentales sabían que la presa estaba gravemente dañada y no la repararon pese a repetidas advertencias de residentes e ingenieros. Ocho meses antes de que colapsara, Mala Gutti, un ingeniero, advirtió a los funcionarios que la estructura corría riesgo de sufrir una “falla catastrófica”.
Los funcionarios respondieron que conocían el problema y estaban tomando medidas, dijo Gutti. Los medios de comunicación nigerianos encontraron que se había asignado dinero repetidamente para arreglar la presa. Pero los lugareños dijeron que no se había hecho nada.
El desastre ha generado preocupación sobre más de 300 presas más “que requieren mantenimiento urgentemente” en Nigeria.
Se suponía que la presa de Alau, construida en 1985, mejoraría el suministro de agua a Maiduguri y las tierras de cultivo cercanas. En el 2021, los habitantes dijeron que apareció una grieta en el terraplén de tierra de la presa y que el canal de concreto diseñado para aliviar el excedente de agua comenzó a colapsarse. Alertaron a los funcionarios.
Gutti comenzó a estudiar la presa en el 2017. Él y su equipo descubrieron que la agencia que la supervisa, la Agencia de Desarrollo de la Cuenca del Chad, había pasado años dejando que la presa se llenara en exceso antes de abrir sus compuertas. Dijo que eso puede someter una presa a una intensa presión hidráulica.
La agencia también había dejado que se llenara de sedimentos, dijeron los ingenieros, dejando mucho menos espacio para el agua de lluvia. En conjunto, esto provocó que la presa se agrietara y se desmoronara, dijo Gutti.
Mohammed Zannah, director administrativo interino de la agencia, confirmó que las compuertas sólo se abrían y cerraban una vez al año y dijo que su agencia no tenía suficiente dinero para dragar. Pero negó que el embalse se hubiera desbordado alguna vez, que hubiera recibido advertencias de los ingenieros y que la presa se hubiera derrumbado debido a la inundación. En cambio, dijo que los terraplenes de tierra destruidos no eran parte de la presa, ya que no estaban hechos de concreto. También defendió haber dicho al público que la presa no representaba peligro antes de la inundación. Culpó de ésta al aumento en las precipitaciones provocado por el cambio climático.
Funcionarios y agencias humanitarias han advertido que el próximo desastre que enfrentará Maiduguri será una grave escasez de agua y alimentos. Se perdieron en la inundación cosechas que habrían alimentado a 1.6 millones de personas durante seis meses, dijo Chi Lael, del Programa Mundial de Alimentos de la ONU. Y los agricultores dicen que no habrá suficiente agua para los cultivos de la próxima temporada.
Las autoridades han prometido reconstruir la presa y Bola Tinubu, el Presidente de Nigeria, ha dicho que se harán pruebas a todas las presas del País.
Para los residentes de Maiduguri, las secuelas de las inundaciones se han convertido en otra tragedia con la cual lidiar. La zona alberga a cientos de miles de personas que huyeron de Boko Haram en los últimos años después de que el grupo extremista asesinara y secuestrara a decenas de miles de personas.
“Para mí, la inundación es peor que Boko Haram”, dijo Fatima Mala, una sobreviviente de Boko Haram.