Christian Daes: 'la palabra 'empleados' es despectiva. Yo no compro esclavos'

hace 4 meses 24

Christian Daes es uno de los empresarios más mediáticos de Colombia. Es hincha furibundo del Junior y de su ciudad. Su empresa de vidrios, Tecnoglass, tuvo ventas cercanas a los 900 millones de dólares este año, el 98 por ciento en los Estados Unidos. Reza el rosario con disciplina de monje y prefiere hacerlo hasta cinco veces al día en lugar de pensar ‘güevonadas’. Su adorada Barranquilla tiene tres ventanas monumentales, una de ellas de 30 metros de altura en homenaje al Junior, que siente como su legado y un grano de arena para atraer el turismo a la ciudad a la que, a pesar de que lo desgasta, siempre vuelve.

Todos los lunes, o en su defecto los martes, Christian Tadeo Daes Abuchaibe se sube a un avión en Miami, donde tiene fijada su residencia, con destino a Barranquilla, su hogar. En la capital del Atlántico dura tres o cuatro días, trabaja de lleno en su empresa, se entera de todo lo que pasa con el Junior: sufre, goza y se amarga, y otra vez regresa a Estados Unidos. Es un círculo en el que le drenan la energía y al mismo tiempo se recarga.  

Christian Daes (Barranquilla, noviembre 26, de 1963) es la cabeza de Tecnoglass, una de las empresas más sólidas de Colombia. La compañía nació hace 41 años y su fuerte son las ventanas y la milagrosa transformación del vidrio. Actualmente cotiza en la Bolsa de Valores de Nueva York y espera cerrar el 2024 con ventas entre 880 millones y 900 millones de dólares. Su mercado más fuerte es EE. UU. (en ese país tienen el 98 % de las ventas y en Colombia, el 2 %), a donde llegó a mediados de los años 90 por intermedio del empresario Raúl Casares, que en ese momento era el suegro de Madonna. 

Bocas

La entrevista de Christian Daes está en la nueva edición de BOCAS. Foto:Hernán Puentes / Revista BOCAS

Casares falleció el 2 de diciembre del 2016 y fue el fundador de Aluminium Industries, una compañía de ventanería y de aluminio que es reconocida como una de las más grandes en el suroriente de EE. UU. La firma se enfoca en espacios de lujo. El empresario cubano fue un pionero en su campo y en varias publicaciones es reconocido como el hombre que “transformó la definición de ventanas contra huracanes en el sur de Florida”.

Daes, por su lado, estudió en un colegio jesuita en Barranquilla. Se graduó y se fue a Boston (EE. UU.) a fortalecer su inglés. En la década de los 80 estudió cuatro años en la Universidad de Carolina del Norte. Se graduó de Business Information System, que en esa época era una suerte de ingeniería de sistemas y, entre otras cosas, compró el primer Macintosh System 1 (MAC 1), de Apple, que conserva en un estante que queda afuera de su oficina y que exhibe con otros de sus tesoros. Cada vez que llega a la empresa, lo primero que hace es tocar un Sagrado Corazón de Jesús, que está en las escaleras que van del primer al segundo piso, y se echa la bendición. Al lado del Mac hay estatuas de la Virgen, a las que besa, y varias réplicas de aviones: un miedo viejo porque detestaba volar, pero ahora se ha dado el gusto de pilotarlos. Y lo más notable de su oficina, más allá de las vírgenes y los aviones, es toda una pared con ocho camisetas del Junior enmarcadas como obras de arte: seis con las tradicionales rayas rojiblancas en diferentes versiones y dos de suplentes: blancas con azul oscuro. Todas fueron usadas por diferentes jugadores en los títulos del cuadro ‘tiburón’. Su pasión por el equipo es tan desaforada que le regaló a la ciudad la monumental aleta de tiburón –su homenaje por el título del 2019– que se ha convertido en un símbolo del malecón de Barranquilla: tiene 30 metros de altura, está hecha con vidrios de su empresa y a su alrededor hay placas con los nombres de los jugadores más emblemáticos del equipo.

bocas

Christian Daes confiesa que vive y respira por el Junior de Barranquilla. Foto:Tico Angulo / Revista BOCAS

Su apretón de manos es vigoroso. No deja de sonreír y lanza máximas filosóficas que todo el tiempo animan la entrevista, dice que no tiene miedos, “la gente no hace nada por vivir con miedo, y la vida se les pasa por delante por tener miedo y no se la gozan. Yo me la quiero gozar toda. Hasta el último día”. Su cuenta tiene más ceros que el 99 por ciento de la población colombiana, y un poco más, pero dice que eso no es su felicidad. Cuenta que no cree que guardando y acumulando se resuelvan los problemas y que ser millonario es triste. Cita, dice, a “un economista muy sabio: si tienes plata al final de la vida para dejar herencia, se tuvo un error de cálculo. No se invirtió bien. No se sacó lo que debía sacar ni se gozó lo que debía gozar”. Es amigo de las crisis, porque cada vez que pasa por una es cuando ha vivido los nuevos comienzos que lo han transformado.

Su empresa, precisamente, surgió así: un primo lo buscó pidiendo ayuda para crear un negocio de calentadores solares y él decidió invertir, pero en tres meses lo perdió todo, porque en ese momento llegó una solución más barata para el país: el gas por tubería. No se amilanó y siguió adelante.

Hace 13 años dejó de tomar alcohol y le dio otro cambio a su vida, ¿por qué? 

Uno aprende a encontrar la felicidad en otros niveles. Hay veces que la felicidad se encuentra cuando uno se embriaga, pero pagando un precio alto por el guayabo, por las estupideces que habló, por cómo se expresó, por lo que dijo y no debía decir. Yo tomo una, dos, tres veces al año, pero en mi círculo íntimo, en el que yo puedo ser yo. Sin tener que cuidarme de lo que diga. Hay muchas cosas que pienso, pero no las digo porque van contra las reglas del mundo. Es que han establecido reglas como si fuera un monopolio. Es como si tuviéramos que asegurarnos que los que vamos arriba y ganando tenemos que dejar el camino minado al resto, y eso no está bien. He encontrado la felicidad en lo espiritual, en lo que hago. Son mis momentos de éxtasis. Es como estar borracho. 

Y con ese cambio, se dedicó de lleno a su familia, al trabajo…

Es que el resto no existe. La gente no se ha dado cuenta de que los hermanos son para toda la vida, que los papás son para toda la vida, que los hijos lo son. Puede cambiar de esposa, pero no de hijos. Usted se puede separar por cachos, porque ya no se quieren, pero los hijos siguen siendo hijos. Quien no es buen hijo, buen hermano, buen papá, no es bueno en nada. En una persona que está de pelea con sus hermanos, papás, hijos, a menos que sea una razón de peso muy grande, no confío.

¿Cómo es su relación con Christian Jr., Sebastián e Isabella, sus hijos?

Ellos lo son todo. El tigre siempre está cuidando su camada y vivo pendiente de su bienestar y de lo que necesita cada uno, que son cosas diferentes y que yo estoy dispuesto a darles. Christian tiene 32 años y es de mi primer matrimonio. Es un hombre de sentimientos nobles, un buen orador, hablador, educado, buen lector, es un hombre excepcional, inteligente. Sebastián e Isabella tienen 15 y 9 años, respectivamente, y son de mi matrimonio con Carla. Sebastián es muy inteligente y le encanta el fútbol, los deportes. Yo voy con él a donde puedo ir. E Isabella es una loca del baile, una niña bastante inquieta y vivo tratando de complacerla en todo lo que puedo. Si mis hijos no se hablaran o pelearan, sería lo peor que me podría pasar.

BOCAS

Daes besa las vírgenes de su oficina. Foto:Tico Angulo/ Revista BOCAS

¿Qué significa en su vida Carla García, su esposa?

Llevamos 25 años juntos. Nos conocimos cuando ella tenía 18 años: me volví viejo a su lado y ella adulta al lado mío. Es ingeniera industrial, es inteligente, confiable, espiritual, amorosa, tranquila, no es ostentosa. No está detrás de lo material. Con mi esposa trabajamos para tener un buen hogar, vamos a misa juntos. Compartimos casi todo. Intentamos nunca acostarnos molestos y nos queremos mucho. 

José Manuel, su hermano, es su gran amigo y su socio, ¿qué me dice de Evelyn y Giselle, sus hermanas?

Somos cuatro y somos bastante unidos. Nos queremos, nos adoramos, almorzamos con mi mamá cada vez que podemos. Aquí no importa quién tiene qué: si alguno cojea, el otro es la muleta, el pilar. Cuando uno tiene buena relación familiar, todo se da.

Usted vive en Miami, ¿cómo hace entonces para compartir con sus hermanos y con su mamá, la señora Evelyna?

Vivo en Miami porque es mi residencia, pero no sé dónde vivo realmente. Yo viajo a Colombia todas las semanas, de lunes a jueves, o de lunes a miércoles o de martes a viernes. 

Un ritmo pesado, ¿no?

Es un poco pesado, pero mire: Colombia es un lugar donde hacer empresa no es admirado, sino odiado. Cuando llego a Barranquilla, estoy cargado de positivismo y me empiezan a drenar, a poner piedras en las ruedas, y cuando me voy, me voy desgastado. 

Bocas

Daes confiesa que hace varios años dejó el alcohol. Foto:Tico Angulo / Revista BOCAS

¿Por qué se fue a vivir a Miami?

Para filtrar todo lo negativo que hay en Colombia.  

¿Entonces uno de los momentos más felices de su vida es cuando se sube a un avión para regresar a EE. UU.?

El momento más feliz de mi vida es cuando cierran la puerta del avión y me voy (risas). Pero hablando en serio, ¿por qué digo eso? Porque uno llega a Colombia y hay 60 ataques sistemáticos, la gente lo quiere funar a uno en redes sociales. Es lo único que saben hacer: tratar de demeritar el trabajo de los demás y todo eso va drenando el positivismo, por lo que uno se llena de energía negativa. En EE. UU. la gente piensa que es una berraquera lo que uno hace. ¡Yo vivo en un edifico donde puse una ventana hace 25 años, todos los edificios alrededor son hechos por mí, suministro productos para las remodelaciones! Entonces, vuelvo y me cargo para, unos días después, volver a lidiar con la ‘carrandanga’ de resentidos sociales.

Si usted siente un ambiente denso en Barranquilla, ¿por qué no llevar su empresa a otra ciudad, a otro país?

Si me dice ‘llévala a Panamá, a Costa Rica, a Guatemala, a Honduras’, estaría triste. Yo quiero hacer por Barranquilla, quiero pagar impuestos, quiero contribuir a Barranquilla, y una manera de hacerlo es creando empresa en la ciudad: lo que pagamos en sueldos se irriga en nuestra capital y crea desarrollo. Cuando se quiere acumular, no importa donde se haga la plata, pero yo quiero hacer transformación, dar empleo. Barranquilla es el espíritu, es tan importante como la familia, que lo es todo.

Usted lleva los negocios en la sangre…

Mis ancestros, tanto por parte de papá como de mamá, son palestinos católicos y llegaron en 1910 a Colombia. Mi abuelo paterno era bastante pudiente y después de estar en el país regresó a Palestina para buscar a mi abuela y casarse. Ahora que está de moda la canción +57, imagínese esto: mi abuela tenía 14 años cuando se casó y a los 19 ya era madre de cinco, todos hombres. Se establecieron en Puerto Colombia (Atlántico) y empezaron a buscar comercio por La Guajira. Arrancaron con una mina de yeso, después a sacar perlas, a comercializar pieles. En el caso de mi abuelo materno, él vendía ropa y murió a los 40 años por un ataque de vesícula, dejando a 11 hijos, el mayor de 12 años, entonces a todos les tocó trabajar en el almacén: 8 hombres y 3 mujeres. Ya llega la generación de mi papá: él estudió en el colegio en Nueva Jersey (EE. UU.), mi abuelo lo mandó para allá. En 1954, se graduó en la Universidad de Miami como ingeniero. Construyó varios puentes y trabajó en Ecopetrol una época, pero decidió empezar sus propios negocios: primero, con el transporte en barcos. Transportábamos yeso, le vendíamos a Cementos Caribe y este pagaba con cemento que llevábamos a las islas (Aruba, Curazao). Allí pagaban con comestibles que traíamos a La Guajira y así funcionábamos. Pero los dos barcos se pierden, se hunden, el uno al lado del otro en seis meses. No tenían seguro. De ahí sale mi papá a trabajar con textiles: ropa, pantalones. Tuvimos tiendas en EE. UU., en muchos centros comerciales.

Bocas

Christian Daes en su oficina. Foto:Tico Angulo / Revista BOCAS

¿Cuándo le llega ‘su momento’ para ser el empresario de la familia?

En 1983 nace Tecnoglass. Nos metimos en el negocio de hacer calentadores solares por accidente, nos pareció buena idea, pero fracasamos rápidamente. Usábamos mucho vidrio y aluminio, y teníamos que buscar qué hacer con eso. Pensamos en ventanas y empezamos a hacerlas, con la intención de tener un producto diferente. En ese tiempo, la empresa Alumina era la que proveía los perfiles, con un sistema de ventanas que ya tenían: las referencias eran 5020, 744, 8025, 3831. Todos comprábamos los mismos perfiles y vendíamos las mismas ventanas, entonces no había diferenciación de producto ni de precio. Con el tiempo, fuimos creando productos nuevos y ahora no hay una fábrica de procesamiento de vidrio laminado, insulado, templado, más avanzada que la nuestra en el mundo entero. No la hay. Nadie tiene la tecnología que tenemos. Sin temor a equivocarme lo digo: nos toman como ejemplo. No hay una persona que no sepa dónde queda Barranquilla por Shakira, El Carnaval y Tecnoglass. Ahora, estamos pasando un gran momento, pero queda un largo camino por recorrer.

Usted se autodenomina el ‘Director del sindicato de Tecnoglass’, ¿a qué se debe ese título?

Tengo una responsabilidad y es cuidar el bienestar de mi gente. Me autoproclamo porque siempre estoy pendiente de cómo mejorar sus vidas, sus salarios. Tenemos programas de 700 becados en universidad (hijos, familiares o empleados), 15 mejoras de vivienda mensuales a nuestros colaboradores con un presupuesto de 20 millones de pesos, los almuerzos a 5.000 pesos. Tenemos colegios que ayudamos y asistimos, el hogar de paso Monseñor Víctor Tamayo, con 100 niños viviendo ahí. No se trata de regalar, sino que aprendan a valorar las cosas y a cuidarlas.

bocas

Laura Hernández es la otra portada de BOCAS. Foto:Alejandra Quintero / Revista BOCAS

¿Por qué prefiere ‘colaboradores’ a ‘empleados’?

Para mí, la palabra ‘empleados’ es despectiva, como si pagara por esclavos. Yo no compro esclavos. Queremos gente que nos ayude a crear empresa, y que lo hagan por ellos. Yo tengo demasiado, no necesito más. No quiero acumular más, pero no puedo dejar caer esto porque comemos 10.500 familias y tenemos un lugar que es orgullo mundial de la ventanería.

En su empresa nadie gana el salario mínimo, ¿eso no le ha generado problemas con sus colegas?

Me critican mucho y me amenazan también, pero me importa un culo. Yo no vine a hacer feliz a nadie, sino a hacerme feliz a mí mismo. Si no me quieren por eso, que no me quieran, yo no vine a comprar amigos, en mi ecosistema soy completamente feliz.

En los años 90, el suegro de Madonna le abrió el mercado de EE. UU…

¡Claro, Raúl Casares! Él fue un milagro. En 1995, fuimos a visitarlo, nos echó de su oficina diciendo que qué iba a comprar en Colombia. Nos echó. Igual, le dejé una tarjeta, por si algún día necesitaba algo. A los tres meses me dijo que estaba pasando trabajo, que si lo recordaba, le dije que sí, que no me echaban frecuentemente de oficinas. Me contó que estaba buscando un vidrio 8 milímetros bronce, le respondí que yo lo tenía y que se lo vendía. Hicimos negocio. Raúl nos enseñó todo lo que es la ventanería para Estados Unidos y el mercado residencial. Le vendimos vidrio, nos mandaba el aluminio para que nosotros lo cortáramos y le fabricáramos sus ventanas, nos enseñó el mercado residencial. Fue socio, invirtió en Tecnoglass. Es una persona a quien le debemos todo. Fue un mentor, un profesor, nos abrió las puertas.

¿Cómo ha logrado el éxito?

Mi mente está creada para edificar, no para destruir. Me siento contento construyendo y Dios me ha bendecido. 

¿Cree que todo lo hace bien, perfecto?

No soy perfecto, vivo lleno de defectos que corrijo cada día. La máxima mía es llegar a casa y hacer un recorrido de lo que hice en el día y ver dónde la embarré, y donde la embarré, trato de corregir. Si fui demasiado fuerte con alguien pido disculpas, si me equivoqué en la forma en la que hablé, voy y le doy un abrazo.

¿Y cuándo ha tenido que pedir disculpas?

Una vez un colaborador hundió un botón equivocado en una máquina de la fábrica y costó muchísima plata reiniciar el proceso. Yo lo regañé demasiado fuerte. Cuando llegué a casa, no podía dormir. Me fui a su casa, a buscarlo, a pedirle disculpas. No tenía ningún aparato eléctrico, el piso de su casa era de barro. Uno juzga sin saber las condiciones de los demás. Le exigí mucho y resulta que los únicos botones eléctricos que conocía eran los de su trabajo.

¿Cómo es eso que cuando está en su ciudad solo come en casa de su mamá?

No hay manera de aceptar una invitación, solo como en la casa de ella. Nuestra relación es perfecta, auténtica, es una persona a quien le encanta ayudar, por eso estamos en la misma patineta.

¿Qué es lo que más le gusta de lo que cocina doña Evelyna?

¡Todo! Así cocine lechuga con limón, le queda delicioso.

¿Le gusta el lujo?

Me fastidia la gente que vive pensando en lujo todo el tiempo, en dinero, en joyas. No, no. Yo soy común y corriente. Es una ofensa que me digan que soy rico. Yo no quiero ser rico.

¿Pero usa los aviones de su empresa para sus viajes? 

No. Siempre viajo en vuelos comerciales. Hay que tener siempre los pies en la tierra. A mí me gusta caminar, comer helado, manejar. En Colombia es complicado y me toca con escoltas por temas de seguridad. Pero yo disfruto mucho salir solo, no tener a nadie a mi alrededor. Los aviones son para los clientes.

Hablando de aviones, tiene varios a control remoto y le gusta jugar con ellos…

Hubo una época en la que, para viajar, miraba los pronósticos del clima, y si iba a llover buscaba la forma para no montarme en aviones. Pero eso cambió. Me gustan mucho, me permiten soñar, me encantan. Me gusta volarlos, hice el curso, pero no me certifiqué, entonces alquilo simuladores y paso horas en ellos. También tengo muchos a control remoto y me gusta manejarlos.

¿Qué es Barranquilla?

Todo.

¿Y el Junior?

¡Casi todo! (risas). Junior es lo terrenal, es mi estado emocional. Es la razón por la que me levanto feliz, normal o amargado. No puede ser campeón siempre, se tiene que perder, pero molesta cuando no juegan bien y no le meten ganas.

Carlos Bacca

Carlos Bacca se lamenta por fallar una opción contra América. Foto:Juan Pablo Rueda. EL TIEMPO

¿Cuando Junior gana es el mejor día para hacer negocios?

Si ganamos, al día siguiente estoy más tranquilo, presto a hacer más cosas que no haría si perdemos. Si hay victoria, al día siguiente es el mejor día para hacer negocios. Si alguien viene a pedir algo que está necesitando y yo tengo dudas, lo apruebo.

¿Compraría al Junior?

No, porque lo volvería un problema, no una afición, y yo soy aficionado. Uno cuando compra un equipo ya se echa un problema. Además, el trabajo de Fuad Char (dueño del cuadro ‘tiburón’) administrando el equipo no es fácil, es complicado. Prefiero dar un aporte y estar desde lejos, pero sin cargar el problema encima porque tengo otras cosas.

¿Ser campeón del mundo con Colombia o con Junior de la Copa Libertadores?

Yo prefiero que Junior sea campeón de la Libertadores.

¿Tecnoglass, Barranquilla y Junior son sagrados en su vida?

Sagrado en mi vida solo es Dios.

Usted es una persona muy creyente…

La religión católica representa todo. Hay gente que critica a la Iglesia por un padre abusador y entonces todos los padres son malos, toda la Iglesia lo es, pero eso no es verdad. Yo la vida no la vivo así. Yo creo en Dios, en Jesús, en la Virgen María, los milagros son evidentes, los mensajes son directos de qué hacer y qué no hacer. Uno es humano y se equivoca y siempre trato de enmendar esos errores que cometo, y el rosario me da la capacidad de entender que uno no está solo, que los rezos tienen respuesta. La gente no entiende el poder del rosario, cuando lo entiendan, cambiarán sus vidas. El rosario da tranquilidad, es el desprendimiento del espíritu del cuerpo; yo siento como si levitara.

¿Cuántas veces al día reza el rosario?

Dos veces al día cuando no estoy aburrido. Si lo estoy, hasta cinco, porque en vez de pensar güevonadas, oro. Me da paz para tratar de tomar buenas decisiones.

¿Cuántas veces va a la iglesia?

Todos los domingos voy y cada vez que puedo entre semana, estando en Estados Unidos. En Colombia no, porque ir a misa con escoltas es incómodo, pero hay que tenerlos porque uno no sabe quién lo odia a uno. También por eso no voy a restaurantes: es feo que ocho escoltas estén parados en la puerta y no me gusta incomodar a la gente.

Habla sobre mensajes directos que le dicen qué hacer y qué no hacer, ¿a qué se refiere? 

Un día llegó una oferta multimillonaria por Tecnoglass. Yo pensaba: ‘Por favor, no quiero esto, no quiero dejarme tentar por el dinero’. En esos momentos estaba en una disyuntiva muy grande y estaba rezando el rosario, caminando como un psicópata. Duré dos horas caminando y me recé cuatro rosarios. Vi en el teléfono que me llegó un correo electrónico con un mensaje que yo mismo me mandé: ‘Con fe, nada’, y entendí que no tenía que hacer nada, que debía quedarme quieto. Me di cuenta que el valor no es el dinero, es salir a caminar por la planta y que la gente me salude. Si esto termina en que me fui a vivir a China con muchos millones, quiere decir que lo hice mal y me equivoqué de camino.

¿Entre esos mensajes también están los episodios con Capitalizadora Bolívar o con Coca-Cola?

Lo de la Capitalizadora Bolívar fue el 7 de febrero de 1996. Un familiar estaba tratando de venderme una póliza de capitalización: me dio dolor porque él necesitaba vender, pero yo no tenía plata con qué comprar, estaba en una situación difícil, al punto de no poder pagar la luz de la fábrica, pero compramos la póliza en 250.000 pesos. El día 21, en el primer sorteo que hubo, ganamos 250 millones de pesos y nos ayudó a pagar un sobregiro con Bancolombia y pudimos sacar a flote la empresa de nuevo. Fue un respiro que Dios nos dio. A los poquitos días, llegó la gente de Coca-Cola, que estaba empezando a regalar botelleros en Colombia, neveras de esas que tenían display con los vidrios en la puerta, y necesitaban vidrios de 3 milímetros templado e insulado que nadie más podía hacer en el país, solo Tecnoglass. Hicimos el contrato y nos pusieron una orden por 10.000 vidrios al mes, con lo que pasamos de vender 6 % a 90 %. Fue fabuloso, mágico, una ‘Diosidencia’.

¿De qué se arrepiente?

De tantas cosas. Uno en la juventud hace tantas estupideces, bota tanto tiempo, no se cuida de las malas amistades, de vivir con gente alrededor que no son buenos, pero toca, porque se escogió un camino que no era y uno se deja involucrar, llevar y no hay manera de salirse. Uno a veces debe andar con gente que no quisiera. Es el sistema. 

¿Qué siente cuando alguien hace algún comentario negativo sobre Tecnoglass?

Me siento feliz, porque ese día me acuerdo de que estamos triunfando. La gente no habla ni tira piedras a un árbol que no da frutos. La gente tiene envidia y tenemos amigos que nos odian y nos quieren hacer daño.

¿Por qué describe como amigos a quienes usted dice que lo odian?

Porque somos amigos, pero ellos no están de acuerdo con lo bien que nos va. Ellos hacen todo lo posible por meternos piedras, pero las piedras son cemento para construir y cada vez voy más para arriba.

Alcaldía

El alcalde Alejandro Char supervisando las obras del arroyo de Rebolo. Foto:Alcaldía

¿Uno que sí es un verdadero amigo es Álex Char, el actual alcalde de Barranquilla?

Nos queremos mucho, pero no nos vemos nunca. No recuerdo cuándo fue la última vez que lo vi. Si lo he visto dos veces. Álex es un tipo bien intencionado y es evidente todo lo que ha hecho por Barranquilla. Tratar de demeritarle su trabajo es, simplemente, ser mala leche. Se pueden haber cometido errores en el camino, pero Barranquilla es otra y va en otro camino. Ah, que la ciudad está endeudada… las deudas son progreso: cuando uno se endeuda para irse a París de vacaciones, es malo, pero cuando uno se endeuda para meter los arroyos por debajo, para construir las calles que se necesitan, los colegios, la salud, la educación, el resto, es buena deuda. ¿Qué van a hacer los bancos? ¿Se van a llevar la ciudad? No se la pueden llevar, deben dar tiempo para pagar y para salir de esto. Ahora, ¿qué es lo que hay que hacer? Hay que generar mucho más trabajo para que los impuestos se recauden sin tener que subir los porcentajes. La fórmula para solucionar todos los problemas es muy buena. Mi amistad con Álex y mi respeto hacia él es porque es un gran profesional, tiene clara la idea de qué es lo que hay que hacer. El Malecón es una muestra de eso. Hemos tenido muy buenos alcaldes. Todo el que viene a Barranquilla, todo el mundo solo tiene una cosa que decir: qué hermosa está Barranquilla y cómo hemos mejorado. Pero hay una parte del público que quiere demeritar el trabajo, decir que todo está mal hecho. Que si es corrupción, que si no es corrupción… Es como lo del narcotráfico conmigo, a estas alturas, 43 años después, seguimos hablando de lo mismo. ¡Marica, voltea la página, vamos a avanzar!

¿Cómo se manejan esas situaciones?, ¿qué pasa con ese tipo de acusaciones en las que usted demostró que era inocente?

Cuando alguien te habla de tu pasado… si algo que sucedió cuando tú tenías 20 años, si se lo quieren recordar cuando tienes 61, es porque no les gusta lo que estás haciendo ahora. Es sencillo. Ahora, si uno cometió un error, uno enmienda el error, lo corrige y listo. Cuando se presentaron los problemas, ahí estuvimos, dimos la cara, nos pusimos, fuimos a juicio, salimos absueltos, pero ya pasó, ¿qué puedo hacer ahora? Nada. Yo no tengo que convencer a mis enemigos de eso. Tú puedes ser el papa, y yo he visto a gente que trata al papa como si fuera una basura. Quiero recordar un pasaje que la gente no cae en cuenta: somos gente llena de defectos, pero hace 2030 años vivió un señor que se llamaba Jesús de Nazareth. El tipo era soltero, encima de todo, no mujer ni tenía hijos, andaba caminando por el mundo predicando el amor. ¿El tipo cómo murió? Crucificado por la turba enardecida que pidió su cabeza por encima de los tres ladrones que tenía al lado. Pero, ¿por qué? Porque la turba siempre es bruta y escoge al que no es y quiere crucificar por cosas que no son, porque simplemente alguien los guía mal. A uno siempre le tratan de tirar piedras y uno tiene que entender que ese es el precio que hay que pagar por hacer.

¿De dónde sale su gusto por el servicio social?

Estudié 13 años en el Colegio Jesuita San José. En su momento estaba entre los 3-4 mejores de Barranquilla y era de gente católica y creyente. Ahí nos inculcaron mucho el dar. Yo siento una gran satisfacción por ayudar. Uno no tiene la vida perfecta y hay gente que vive tirando piedras y son muy sucios, pero ese es el mundo en donde vivimos: algunos tienen rol de antibióticos y otros de bacterias. Yo prefiero ser un antibiótico y no la bacteria.

bocas

Christian Daes confiesa que uno de sus grandes amigos es el alcalde de Barranquilla. Foto:Tico Angulo/ Revista BOCAS

¿Se siente señalado por querer ayudar, por su personalidad de dar?

Si uno puede ayudar a las personas, hay que hacerlo. Pero ayudar es mal visto, y es mal visto porque no les gusta que nadie sobresalga haciendo el bien, prefieren que uno sobresalga haciendo el mal.

Es muy activo en redes sociales, sobre todo en X…

Se ha llenado de veneno, pero yo la uso bien: escribo, opino, pero no leo lo que me comentan. La gente me insulta y cree que dañó mi día, pero yo no los leo. No me pueden joder el día: escribo y me fui.

¿Qué opina del gobierno del presidente Petro?

Uno sabe que hay cambios buenos y malos, sin embargo, hay cosas que no son: piensan que contribuyen, pero dañan la economía. A mí ni el presidente Petro ni nadie me quitará las ganas de trabajar. Han pasado 11 presidentes. Petro es uno más. Esperemos que el próximo mandatario venga con ideas que tengan como fin que al país le vaya bien, porque si al país le va mal, a todos nos va mal. Yo no saco nada esperando que a Petro le vaya mal. En conclusión, a mí eso de la política no me hace perder el sueño. Si llega el día que nos volvimos Venezuela y nos tocó irnos, pues nos tocó irnos, pero hasta el último día cargaré la bandera. No abandonaré antes de tiempo. La gente no vive su vida como debería por el miedo, y yo no tengo miedo; tengo miedo de tener miedo. ¿Que pusieron un arancel? Pues hay que trabajar con eso.

En el 2024, una de las ‘tendencias’ del país fue la diseñadora Geraldine Fernández, la colombiana que aseguró que había trabajado en Estudio Ghibli, una de las productoras de animación más importantes del mundo, trabajaba en Tecnoglass y su ‘historia animada’ resultó una mentira. Usted también cayó. ¿Qué pasó?   

Me sentí más triste por ella que por mí. Me sentí engañado, sí, pero me sentí más triste por ella. No es su culpa, es un estado mental difícil y no lo hizo adrede. Yo soy incapaz de caerle encima. Hay que ayudarla para que supere esa situación.

bocas

Las ventanas de Daes se han convertido en símbolos de Barranquilla. Foto:Tico Angulo / Revista BOCAS

Usted es el artífice de los monumentos Ventana al Mundo, Ventana de Campeones y Ventana de Soñadores, ¿en qué ha ayudado a Barranquilla eso?

Hace 20 años hablaban de Barranquilla y la imagen era: el edificio Miss Universo y una panorámica de la Catedral, pero no había lugares para visitar. Desde el Distrito hicieron 7 kilómetros de malecón, y nosotros entregamos la Ventana al Mundo, la de Campeones, la de Sueños, y son hermosas. La gente viene y quiere conocer esos lugares, han ayudado al turismo. Siempre le digo a la gente que un día un man rico que ya murió me dijo que para qué hacía todo eso: le respondí que el día que se muriera, a los 3 años, todos sus parientes se pelearían por el billete suyo y nadie hablaría de él. Soy consciente que Tecnoglass posiblemente en 5, 10, 20, 40 años ya no estará aquí, porque la vida es así, son ciclos. Si algún día no está, la gente pasará por las ventanas y dirá: ‘se construyó hace 150 años por una firma de una familia’, y nos recordarán por algo que hicimos y no por los millones que acumulamos.

Recomendado:

Bocas

David Alonso, el colombiano campeón de Moto3 Foto:Camilo Rozo / Revista BOCAS

Leer Todo el Artículo