La consigna de “Hasta que la dignidad se haga costumbre”, que se podía leer en los carteles y escuchar a en medio de las masivas protestas de 2019 en Chile en contra del entonces gobierno de Sebastián Piñera, cinco años después quedó reducida a un par de grafitis en el alicaído centro de Santiago. Una zona que, durante casi tres meses, se convirtió en un verdadero campo de batalla entre las autoridades y los manifestantes que dejó un saldo de más de 30 muertos y 3.700 heridos.
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Ni siquiera, la emblemática estatua de Baquedano y su caballo Diamante, en la que se subían quienes protestaban, enarbolando las banderas de Chile y del pueblo mapuche, quedó en pie en la céntrica Plaza Italia. Ahora, está resguardada en el Museo Histórico y Militar de Santiago, aunque aún permanece la base de hormigón que la sostenía con una tanqueta de carabineros que custodia la zona y que recuerda lo que comenzó en el epicentro de la capital chilena justamente el 18 de octubre de hace un lustro.
“Todos dicen que no hemos ganado nada, en cierto modo es verdad, pero sí se visibilizó la situación de este país: la corrupción, las condiciones en las que estaban, y están todavía, los jubilados, la educación, la salud. Toda la basura que estaba debajo de la alfombra”, dice a EL TIEMPO Ramona Salfate, miembro del colectivo Bordadoras de memoria, en el marco del acto de conmemoración al que asistieron decenas de personas y organizaciones de víctimas del estallido social.
Todos dicen que no hemos ganado nada, en cierto modo es verdad, pero sí se visibilizó la situación de este país: la corrupción, las condiciones en las que estaban, y están todavía, los jubilados, la educación, la salud. Toda la basura que estaba debajo de la alfombra
Y es que lo que empezó una semana antes del estallido como manifestaciones estudiantiles en contra de la medida decretada por durante la entonces administración de Sebastián Piñera, que subió 30 pesos en el tiquete del metro, el jueves 17 de octubre ya una quincena de estaciones de la red subterránea habían tenido que cerrar sus accesos producto de las protestas que, desde ese momento, se elevarían de tono.
Este viernes, en un pequeño escenario, del centro de la ciudad, se entonó “El derecho a vivir en paz”, una canción del icónico cantautor Víctor Jara, que se convirtió en un himno de las protestas que sacaron más de un millón de personas a las calles.
Madres con fotos de las víctimas, y agitando pañuelos blancos exigiendo justicia, salieron con letreros en los que se observaban algunos de los rostros de los jóvenes que perdieron uno o sus dos ojos tras la severa represión policial y que hoy día se siguen preguntando: ¿Quién disparó? Un interrogante que aún ronda en la cabeza de las cerca de 500 víctimas de traumas oculares que dejaron las protestas.
“Si hay algo que no podemos permitir, es el discurso de olvidar, de dejar la memoria. Creo que no es justo. No es justo para quienes nunca más vieron a sus hijos volver a su casa, a sus maridos, a sus hermanos, a sus primos. Creo que no podemos bajar los brazos. Debemos pedir verdad y justicia”, señaló en su discurso Marta Valdés, vocera de víctimas y familiares de trauma ocular.
¿Protesta o vandalismo?
Al margen de estos actos de memoria, en las últimas semanas el debate sobre lo que dejó el estallido social en Chile ha estado cargado de asociaciones a los actos de vandalismo que le costaron más de 10 millones de dólares de reconstrucción a las comunas más afectadas, como Providencia, en donde hubo destrucción de locales comerciales y quema de estaciones de metro.
“La comuna sufrió mucho con el estallido, sobre todo nuestros vecinos y locatarios de Plaza Baquedano, el eje Providencia y el Parque Bustamante. Vandalizaron lugares emblemáticos como el café literario del Parque Bustamante, el del Parque Balmaceda, el Palacio Schneider, saquearon locales comerciales –muchos de ellos de pequeños comerciantes-, destruyeron paraderos, semáforos e infraestructura pública”, señaló la alcaldesa de Providencia y ahora carta presidencial ,Evelyn Matthei.
Vandalizaron lugares emblemáticos (...), destruyeron paraderos, semáforos e infraestructura pública
Y aunque esta zona de Santiago ha logrado la reconstrucción de gran parte de lo destruido durante las protestas, al centro de la ciudad no le pasó igual.
“El centro de Santiago había logrado resistir un poco ese tipo de presiones hacia la decadencia, sin duda estaba siendo cada vez menos importante, pero lograba mantener cierto garbo, cierta fortaleza, cierta utilidad y ya no. Todas las empresas importantes y los grandes retailers se fueron del centro y las propiedades también se vieron afectadas en su valor”, señala a EL TIEMPO el sociólogo y analista político chileno, Alberto Mayol, quien escribió el libro Big bang: estallido social 2019. Modelo derrumbado-Sociedad rota-Política inútil, y quien ya había anticipado, en otros de sus textos, la crisis que se venía gestando en Chile y que amenazaba con inflamar los factores que terminaron estallando en las protestas de hace cinco años.
“El problema existía de manera explícita desde el año 2011 donde comienza un ciclo de crisis en Chile, el cual fue negado y sus soluciones eventuales fueron obstaculizadas y poco estudiadas. Por tanto, lo que se hizo, se hizo mal y el resto no se hizo. En ese sentido, el estallido obligó a buscar nuevas soluciones que también fracasaron que tienen a Chile en una posición muy compleja y con una alta probabilidad de desarrollar más problemas”, asegura Mayol.
Gabriel Boric, el Gobierno que provocó el estallido social en Chile
De esa crisis de la que habla Mayol, en 2011, tomaron protagonismo político los liderazgos estudiantiles de Gabriel Boric y Camila Vallejo y Carol Cariola, quienes actualmente son el Presidente, la vocera presidencial y la Presidenta de la Cámara de Diputados de Chile, y que tras su paso por el legislativo, consolidaron una popularidad que se vio confirmada por las elecciones de 2021, en las que Boric se convirtió, a sus 35 años, en el mandatario más joven en la historia del país.
“Malestares acumulados, debates que no supimos y decisiones que no se tomaron a tiempo y que siguen todavía pendientes, condujeron a cientos de miles de chilenos y chilenas, sin distinción de color político, a copar las calles en gran parte del país. Los actos de violencia existieron y son inaceptables, pero reducir todo lo que sucedió a eso es engañarse. Podrá ser más cómodo tratarlo así hoy, pero no por ello deja de ser un autoengaño”, señaló Boric durante su discurso de cuenta pública.
Hoy nos gobierna una federación universitaria, con las prioridades y sesgos de una federación universitaria. También se instaló una forma demagógica de hacer política, de amigos y enemigos
Para el antropólogo social Pablo Ortúzar, el estallido llevó al gremio estudiantil al poder ejecutivo y actualmente los demás partidos no cuentan con una base social articulada.
“Hoy nos gobierna una federación universitaria, con las prioridades y sesgos de una federación universitaria. También se instaló una forma demagógica de hacer política, de amigos y enemigos. La idea de bien común ha desaparecido del espacio público”, asegura a EL TIEMPO.
Más malestares que soluciones
A la inexperiencia del ejecutivo se suma el fracaso de los acuerdos, con los que se buscó una salida a las protestas, a través de la creación de una nueva Constitución cuyo texto, primero redactado por fuerzas de izquierda, y luego modificado por la derecha, fue rechazado contundentemente en las urnas.
Lo que dejó al país en el mismo punto de partida en el que estaba antes del estallido social, cuya imagen, como fenómeno social, también fue perdiendo popularidad durante estos años.
Así lo muestra la más reciente encuesta de la consultora Criteria en la que el 44 % de los encuestados aseguró que el movimiento fue positivo para el país, mientras que un 56 % lo evaluó de forma negativa. Una percepción que aumentó 23 puntos porcentuales respecto a 2019, cuando solo el 33 % tenía una visión desfavorable de las protestas y el 67 % las consideraba algo positivo.
Chile se convirtió en un país en el que se confía mucho menos. Soñando con llegar a Europa de un salto, caímos de vuelta al subdesarrollo latinoamericano
A cinco años del estallido social, Ortúzar, autor de Sueños de cartón, resume bien el fracaso para cumplir con las demandas de quienes salieron a las calles en las mayores protestas desde el retorno de la democracia en el país (1990), y que se convirtieron en la chispa que desató una oleada de protestas en la región, que incluso se replicaron en Colombia.
“Chile se convirtió en un país en el que se confía mucho menos. Soñando con llegar a Europa de un salto, caímos de vuelta al subdesarrollo latinoamericano”, sentenció el experto.
ANDREA AGUILAR CÓRDOBA – Corresponsal de EL TIEMPO – Santiago de Chile