La desaparición del arma de dotación de Iman, un recién nombrado juez de la Guardia Revolucionaria iraní, detona en su familia un juego de desconfianza, miedo y represión que es a la vez un espejo de lo que vive el país en La semilla del fruto sagrado, la última película del director Mohammad Rasoulof que llegó el jueves a las salas de cine del país.
Esta cinta, que ganó el Premio Especial del Jurado en el Festival de Cannes 2024 y ahora está nominada al Óscar a mejor película extranjera (representando a Alemania), se centra en la historia de una familia para retratar la realidad de Irán en la que no es posible la oposición o la disidencia. Y aunque el guion parte desde la ficción, la forma en cómo se rodó y lo que vino después reafirmó la intención y el mensaje de este proyecto.
El director Rasoulof en los pasados años venía teniendo problemas con el régimen por sus posturas políticas. Incluso, la idea de la película nació durante un arresto. Por lo que la producción de la cinta representaba un riesgo para él y para cualquiera que estuviera involucrado.
“Lo que me llevó a hacer La semilla del fruto sagrado fue mi experiencia de ser arrestado de nuevo en el verano de 2022. Pero esa vez mi experiencia en prisión fue única, ya que coincidió con el comienzo del levantamiento Mujer, Vida, Libertad (tras la muerte de Mahsa Amini, la joven brutalmente golpeada por no cumplir las estrictas leyes sobre el uso del velo). Si bien las protestas iban en una dirección inesperada y tenían una extensión significativa, nos sorprendieron el alcance de las protestas y la valentía de las mujeres”, explicó Rasoulof.
Periódicos de Irán reportaron la muerte de Amini. Foto:EFE/EPA/ABEDIN TAHERKENAREH
Lo que me llevó a hacer La semilla del fruto sagrado fue mi experiencia de ser arrestado de nuevo en el verano de 2022. Pero esa vez mi experiencia en prisión fue única, ya que coincidió con el comienzo del levantamiento Mujer, Vida, Libertad.
Mohammad RasoulofDirector.
El director se inspiró en un funcionario de la prisión que le confesó estar frustrado por la situación del país, pero no era capaz de dejar de ser parte del sistema represor responsable de todo. “Historias como estas me convencen de que, con el tiempo, el movimiento de mujeres en Irán triunfará y alcanzará sus objetivos. La represión puede mantener temporalmente la situación de control del Gobierno, pero con el tiempo, como en muchos casos que hemos visto antes, el Gobierno se rendirá a las demandas del movimiento”, agregó.
La escogencia de los actores fue un trabajo meticuloso y cuidado, en el que los intérpretes también se exponían a la persecución del régimen. "A quienes íbamos a seleccionar tenían que tener el coraje de aparecer en esta producción. Y no fue difícil encontrar a personas dispuestas a esto en el sector cinematográfico", contó el director sobre lo que hubo detrás de ese proceso que requería confianza entre unos y otros para evitar problemas.
En el caso de los actores que hicieron el papel de los padres fue fácil encontrarlos e incorporarlos en el reparto, ya que Soheila Golestani, que interpreta a Najmeh, apoyo decididamente las protestas de las mujeres en 2022, y Missagh Zareh, que hace el rol de Iman, el papá, se ha opuesto a trabajar en el sector cinematográfico oficial del país.
Buscar a las hijas de Iman en la película, Rezvan y Sana, fue el gran desafío, pues debían ser jóvenes con sensibilidad social y una gran madurez. Y Rasoulof encontró en Setareh Maleki y Mahsa Rostami la esencia de las hijas que, en el proyecto, se convierten en la voz que cuestiona una estructura de poder que asfixia y controla, especialmente a las mujeres, y que clama por la libertad individual. Una alusión directa a las iraníes que, pese a los riesgos, se tomaron las calles para protestar por la muerte de Amini y hoy siguen esperando el reconocimiento de sus derechos y su autonomía.
Mientras Iman representa el poder y el control, Najmeh, la esposa y la madre, simboliza el despertar de la ciudadanía que pone por encima de la tradición y las reglas el respeto y la humanidad, dando a la historia un matiz profundo que conecta y sensibiliza sobre lo que pasa en Irán.
Como una forma en el que el círculo se cierra para demostrar el sistema represor que se vive en Irán, después de lanzada la película, la condena contra Rasoulof se ratificó y el director logró exiliarse en Alemania, país que postuló su trabajo para representarlo en los Óscar.
"Mis colegas se enfrentan a circunstancias difíciles en Irán. La fuerte presión de las fuerzas de inteligencia los ha puesto en una situación difícil. Se les ha prohibido salir del país y se les ha
amenazado con ir prisión, simplemente por colaborar en la película", comentó el director.