Ropa tendida, bolsas de escombros, señales de montallantas y el aeropuerto Olaya Herrera; la quebrada La Guayabala, comercios tradicionales y corrientazos; canchas de fútbol, habitantes de calle y personas de la tercera edad.
Las tres entradas al barrio Trinidad, ubicado en Guayabal, comuna 15 de Medellín, y que con el paso del tiempo se ganó, por antonomasia, el nombre de barrio Antioquia, es uno de los sectores más complejos de la ciudad, densamente poblado y que en muchos elementos asemeja las particularidades de un pequeño pueblo. Sin embargo, una vez adentro del ‘B’ las realidades expuestas resaltan una serie de fenómenos sociales de Medellín.
Los límites geográficos del barrio Antioquia se han ido desdibujando con el paso del tiempo. Trinidad, Guayabal y Santa Fe son algunos de los barrios que catastralmente componen al barrio Antioquia, sin embargo, todos confluyen en uno a los ojos de la ciudad.
Desde la época del auge del narcotráfico en Medellín, en las décadas de los 70 y los 80, el microtráfico ha estado presente en el barrio. Treinta años antes, el alcalde Luis Peláez decretó que Trinidad era la única zona de tolerancia de la ciudad, lo cual reunió a todas las trabajadoras sexuales de Medellín en un lugar que era ajeno para ellas. Esta migración trajo consigo diversas problemáticas. En los 50 se empezó a gestar la dinámica actual de este lugar del suroccidente de la capital de Antioquia.
Estos son los puntos tácitos que delimitan el barrio Antioquia en Medellín. Foto:EL TIEMPO.
El barrio Antioquia es un barrio obrero por tradición, y las dinámicas de este tipo de barrios en Medellín históricamente se han traducido en condiciones de vida complejas y precarias, acompañadas por fenómenos migratorios como el desplazamiento forzado.
La sumatoria de estos elementos hizo que el barrio Trinidad se convirtiera en una de las zonas de expendio de narcóticos más grandes y densas de la ciudad, una situación que es un secreto a voces entre los habitantes de Medellín, pero que, más allá de operativos frecuentes en los que se presentan algunas capturas, no mina la comercialización de drogas en esta zona de la ciudad que ya es una institución, un fenómeno estructural del cual se desprenden múltiples dinámicas que pueden identificarse cuando se visita el barrio si se presta suficiente atención. Eso sí, una atención discreta, puesto que quienes manejan el negocio en este lugar siempre están alerta a cualquier movimiento sospechoso.
Todos los días son llamativos en el barrio, sin embargo, el auge de las dinámicas de expendio se presenta en las noches, y se intensifica cuanto más se acerca el fin de semana. Entrando en automóvil, ya sea por la placa deportiva de la 30 o por la principal de la 65, el trayecto suele requerir el mismo proceso: adentrarse en el barrio haciendo zigzag entre calles estrechas, esquivando habitantes de calle y personas que se movilizan en sentido contrario a la vía, y, sobre todo, con la sensación de que en todo momento hay alguien observando.
Plaza del Barrio Antioquia. Foto:EL TIEMPO.
En las calles del barrio hay que transitar despacio, a cada lado de las calles residenciales siempre está sucediendo algo. Adultos mayores conversando o jugando juegos de mesa, habitantes de calle, que proliferan en este sector, consumiendo o caminando erráticamente, e individuos que usualmente están vestidos con capuchas y examinan el trayecto de todo aquel que ingresa.
Los viernes en la noche, el fenómeno es sumamente llamativo ya que este barrio, caracterizado por ser un sector humilde de estratos 2 y 3, se llena de automóviles y camionetas de lujo. Esta hora pico en el barrio Antioquia responde a personas que van a ‘mercar’.
Para mercar, las personas optan por diferentes puntos en el barrio, pues el sector está lleno de las llamadas ‘plazas’, lugares que físicamente no suelen tener muchos elementos particulares, pero que a nivel de personajes son inconfundibles.
Hombres jóvenes, vestidos de negro, con prendas poco llamativas y capuchas, que transmiten ansiedad de manera evidente en las pocas oportunidades que hablan, y que siempre están alerta, mirando a todos lados y tratando de completar sus ventas con rapidez.
Quien va a comprar drogas en el barrio Antioquia ya conoce los códigos que se deben respetar aquí; ser rápido y directo, no sacar celulares y, sobre todo, mantener una postura neutral.
Plazas y ‘drive-thru’
Emulando un drive-thru de comidas rápidas, los vehículos se acercan a su plaza de preferencia, bajan la ventanilla y se inicia la venta, que no tomará más de un minuto de reloj en completarse.
—Me vende un dedo de 5.000— dice un hombre a bordo de un Mazda 3 mientras entrega un billete de 10.000 pesos por la ventana del pasajero.
Sin saludo ni petición. Una ‘introducción’ que el vendedor de la plaza responde de manera acorde, sin mediar palabra, esculcando una riñonera vieja y curtida de la cual saca un producto empacado en una especie de tubo plástico de unos ocho centímetros, de color llamativo, en este caso, verde.
Esta es una de las plazas de expendio de estupefacientes en el Barrio Antioquia. Foto:EL TIEMPO.
Posteriormente, el jíbaro saca de su bolsillo un fajo impresionante de dinero que revisa y cuenta rápidamente en busca de un billete de 5.000 pesos que regresa, nuevamente, sin emitir palabra, y mirando directamente al siguiente comprador. El carro que espera detrás en la fila.
La Salsa, los Niches, los Chamos, Los Pepes, Miami y muchas otras plazas son reconocidas como algunas de las que más demanda presentan en el barrio Antioquia, donde las filas de vehículos los obligan a realizar sus ventas con agilidad.
En algunas plazas, el ‘servicio’ es simple, uno o dos personajes se sitúan en una esquina o al frente de alguna residencia donde permanecen mientras que llegan los clientes. En otros sectores, el comercio está más sofisticado.
Una casa cuya puerta entreabierta vislumbra un profundo pasillo oscuro, del cual salen y entran personas constantemente. Afuera, tres hombres de entre 25 y 30 años, situados alrededor de una pequeña mesa de plástico y algunas sillas. A diferencia de la plaza anterior, en este caso la operación es evidentemente más compleja.
En el momento de la compra, un hombre a bordo de una camioneta Toyota llega a esta plaza y desde su ventana saca un billete de gran denominación. El expendedor lo toma rápidamente y lo pasa a través de una pequeña abertura realizada entre la parte interior de la ventana y la característica reja que separa el exterior de la ventana principal de la residencia.
Esta ventana está sellada desde adentro, a excepción de una pequeña abertura vertical por la cual entra el dinero y salen las vueltas. Y las drogas.
Uno de los elementos más representativos del barrio Antioquia es el ruido. Y hay un sonido en particular que resulta llamativo a la vez que molesto para quien no esté familiarizado con las dinámicas del microtráfico en el sector.
Chiflidos, silbidos o pitidos son la señal que los campaneros del barrio les dan a las personas de la plaza sobre los movimientos en las calles. Un solo pitido indica que un automóvil común y corriente ingresó al barrio y se está movilizando entre calles, esto da aviso a los expendedores de los movimientos de ingreso al sector.
Sin embargo, de repente suenan dos pitidos y todo cambia en cuestión de segundos.
Alertas y pitidos
Dos pitidos son señal de presencia policial. Cuando esto ocurre todo se mueve, se produce un caos controlado en las calles del ‘B’ que obliga a que todo el mundo se mueva. Los peatones corren, los carros deben continuar su camino independiente de si ya pagaron y no han recibido su producto, y las plazas desaparecen ante la mirada de sus visitantes.
Campaneros del Barrio Antioquia. Foto:EL TIEMPO.
Sin embargo, esta operación suele durar pocos minutos, una vez los campaneros, que se ubican en prácticamente cada esquina del barrio, vuelven a emitir un solo pitido, dan luz verde para que el comercio reabra sus puertas y los consumidores que tuvieron que salir a conducir por las laberínticas calles del barrio pueden regresar a reclamar su compra.
Para los consumidores habituales de estupefacientes comercializados en el barrio Antioquia hay varias máximas que describen las dinámicas de este lugar de la ciudad.
La más común reza que “uno no se puede dejar azarar la plaza”. Bajo esta premisa funciona la seguridad del barrio Antioquia, que, de por sí, es un sector de la ciudad con una fuerte presencia policial. Según el relato de las personas que acuden frecuentemente a mercar aquí, “uno en una hora puede escuchar una decena de pitidos dobles”.
Esto ha hecho que los expendedores se vuelvan creativos y recursivos a la hora de mantener bajo perfil, en la medida de las posibilidades. Postes de luz y contadores de energía; modificaciones en las fachadas y adobes sueltos, todo puede ser una caleta donde los miembros de las plazas esconden las drogas.
Sin embargo, esa recursividad no solo se remite a medidas rudimentarias para esconder pequeñas cantidades de estupefacientes, pues la actividad del barrio Antioquia mueve mucho dinero, y como se mencionó, es un fenómeno estructural que tiene incidencia en toda la ciudad.
‘Las fachadas del negocio’
Los campaneros se ubican en los cruces de las calles donde hay plazas para alertar a los jíbaros. Foto:EL TIEMPO.
“Una vez vi cómo surtían una plaza, es algo muy loco. Esa vez había personas vestidas de trabajadores de una compañía telefónica importante del país. Del camión de la empresa bajaban bolsas, talegos llenos de drogas. Del mismo modo, uno suele ver carros particulares muy sencillos, pasando fajos incontables de billetes al interior de las residencias que sirven como sede de las plazas”, narra un comprador habitual de marihuana en el barrio Antioquia.
Estas dinámicas son replicadas por camiones y carros membretados de diferentes marcas reconocidas a nivel local y nacional, que utilizan su reconocimiento como fachada para ingresar al barrio, surtir las plazas y salir sin ser requeridos por las autoridades.
Una vez vi cómo surtían una plaza, es algo muy loco. Esa vez había personas vestidas de trabajadores de una compañía telefónica importante del país. Del camión de la empresa bajaban bolsas, talegos llenos de drogas
anónimo.Comprador frecuente de estupefacientes.
El barrio resulta atractivo para los consumidores por varios factores, pero destacan su ubicación en la ciudad y la variedad de productos respaldados por una gama de precios que se ajustan a las necesidades de cada persona.
“En el B se consigue lo que sea: para fumar, exóticos, pangola, crespa nacional, destilados nacionales e importados, cogollos; cosas armadas, cueros de ‘blon’, orgánicos, celulosas y THD; sople, ruedas rachas. De todo”, explica una fuente enterada que, en esa misma línea, señala que cada plaza tiene productos insignia que hacen que cada consumidor tenga su plaza predilecta: “Es como ir al barbero, uno no cambia de plaza a menos que esté obligado”.
En los últimos años, nuevas dinámicas se han tomado las calles del barrio Antioquia. La presencia del reguetonero Blessd y la sede de Dímelo Jara, su productor y mánager, generaron un choque cultural evidente en el sector. El artista instaló un edificio de estilo arquitectónico brutalista con pantallas led desde el cual a menudo se dan conciertos gratuitos para la comunidad, además, ha realizado múltiples intervenciones artísticas y promoción de la zona, que le han ayudado al sector a recibir nuevos visitantes que se interesan, entre otros, por los comercios, la vida nocturna y el torneo de microfútbol del barrio, uno de los más importantes de América Latina.
Dímelo Jara Company, la casa productora de Blessd en el Barrio Antioquia. Foto:Archivo particular.
Pero no deja de inquietar que cada vez hay un aumento significativo de las ventas de las plazas, factor que se hace evidente en medio de lujos y folclor que siempre están acompañados por el inconfundible olor a marihuana del barrio Antioquia.
En el B se consigue lo que sea: para fumar, exóticos, pangola, crespa nacional, destilados nacionales e importados, cogollos; cosas armadas, cueros de ‘blon’, orgánicos, celulosas y THD; sople, ruedas rachas. De todo
Anónimo.Comprador frecuente de estupefacientes.
REDACCIÓN MEDELLÍN.
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