El 9 de abril de 1994 un pueblo enquistado en el corazón de los Montes de María fue escenario de la segunda firma de paz y entrega de armas de un grupo guerrillero.
Lo que vino para esta población fue una radiografía de las frustraciones que ha vivido el país en la búsqueda de la paz en los últimos 70 años.
Cuatro años atrás, el 9 de marzo de 1990, el Movimiento 19 de Abril (M-19) había protagonizado la primera firma de la paz de un grupo insurgente. Dicho acuerdo se llevó a cabo en Caloto, departamento del Cauca.
En el corregimiento de Flor del Monte, del municipio de Ovejas en el departamento de Sucre, se sentaron aquel 9 de abril representantes del gobierno del entonces presidente Cesar Gaviria y la cúpula de la guerrilla de la Corriente de Renovación Socialista para firmar la paz y deponer los fusiles.
“Cuando vino la guerrilla a preguntarnos si estábamos dispuestos a aceptar que Flor del Monte fuera sede de ese proceso de paz, nosotros dijimos: ‘bueno, nadie nos pidió permiso para hacer la guerra, qué bueno que ahora nos piden permiso para hacer la paz”, recuerda el profesor y diácono del pueblo Luis Abelardo Garrido Pérez, flormontero, que carga 75 añosa su espalda.
Mujeres de No es Hora de Callar camino a Flor del Monte Foto:Mauricio Moreno/ EL TIEMPO
El pueblo vivía días de tensión: un año atrás había sido asesinado el inspector de Policía, Carlos Pérez Díaz, acribillado en la única calle del pueblo en mayo de 1993 por guerrilleros del frente 37 de la Farc. Otras víctimas en ese último año habían sido los reconocidos líderes Oswaldo Montes, Roque Olivera, Hernando Rivero, Oswaldo Mendoza, Joaquín Rivera y Fernando Ortega.
“Los diálogos de paz empezaron a finales de 1993, y el 9 de abril de 1994 culmina ese proceso con la firma de la paz y la entrega de armas”, recuerda Garrido Pérez.
El retorno de las mujeres a Flor del Monte
Los 10 kilómetros entre el casco urbano del municipio de Ovejas hasta Flor del Monte, en la alta montaña de los Montes de María, se recorren por una carretera destapada, pavimentada en fragmentos: menos de un 3 por ciento de la carretera tiene asfalto. El camino está rodeado de verdes en todas las tonalidades, que esconden cultivos de frutales y hojas de tabaco.
Esta serpiente de tierra y piedras ha sido testigo de múltiples hechos de violencia y desplazamientos, pero también fue la ruta de uno de los primeros procesos de paz y entrega de armas que celebró el país.
Convocadas por la campaña ‘No Es Hora De Callar’, que dirige la periodista y activista Jineth Bedoya Lima, este sábado un grupo de mujeres venidas de todos los rincones de los Montes de María, y otras de gran parte de país y el exterior, recorrieron este camino, casi de herraduras, bajo la canícula del caribe colombiano, para protestar contar la violencia a las mujeres y como un llamado a la justicia.
Este fue el sexto Retorno Simbólico de las mujeres a zonas donde el conflicto armado ha golpeado a sus pobladores... especialmente a las mujeres.
“Seguimos construyendo memoria y hoy le recordamos al país que pese a que han pasado tantos años, todavía hay una deuda muy grande con las víctimas de violencia sexual: en el 98 por ciento de los casos persiste la impunidad, esta es una cifra que entregan las organizaciones de mujeres y del estudio de la ut 092 que consigno los primeros casos de violencia sexual en el país, pero además el macro caso 11 que cursa en la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP)no presenta ningún avance, y esto lleva a que las mujeres permanezcan en ese estado de impunidad lo que impide cerrar sus cicatrices y sus casos”, señaló la periodista y activista Jineth Bedoya Lima, sobreviviente de violencia sexual y Embajadora global de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en la lucha contra la violencia sexual.
Fue una marcha alegre de mujeres resilientes que entonaron canciones colombianas a lo largo del camino. A la marcha se sumaron comunidades LGBTIQ+, amenazadas y discriminadas en los Montes de María.
Como un milagro de vida, a su paso, las mujeres rescataron cuatro gaticas recién nacidas que habían sido abandonadas a su suerte en medio de la maleza y el ardiente clima del Caribe.
Marcharon mujeres de Carmen de Bolívar, Corozal, Zambrano, Ovejas, San Jacinto y San Juan, pero también vinieron de Cartagena, Sincelejo, Montería, y un puñado de poblaciones aledañas.
Entre ellas, y a paso lento pero con dignidad, iba Emilce Torres. Salaera (gentilicio de los nacidos en El Salado, Bolívar), y sobreviviente de la masacre de febrero del año 2.000.
“Nosotros alcanzamos a salir con mi familia, gracias a Dios, estuvimos cinco días escondidos entre el monte, no prendimos fuego comíamos fruta y tomábamos agua o lo que podíamos”, recuerda Emilce, para quien estas largas y calurosas caminas han sido una cotidianidad desde su infancia.
Para seguir el ascenso, las autoridades locales ofrecieron montañas de patillas y bananos que calmaron en algo el duro trayecto.
Tras cuatro horas y media de duro ascenso, las mujeres ingresaron por la calle principal de Flor del Monte y se congregaron para escuchar el manifiesto de No Es Hora De Callar.
“Hoy decimos No es hora callar la violencia física contra las mujeres, pero tampoco la violencia psicológica, y tampoco es hora de callar, nunca, la violencia económica contra las mujeres”, dijo en su discurso de cierre la Brigadier General de la Policía Nacional, Olga Patricia Salazar Sánchez.
Luego, a ritmo de gaita y tambora, disfrutaron de un delicioso sancocho sanador hecho con amor por las mujeres de los Montes de María.
Así, esta población- donde el tabaco sigue siendo una de las principales materias primas- fue escenario de un nuevo retorno simbólico, en un acto que no solo buscó recordar a las víctimas de violencia sexual en los Montes de María y en Colombia, sino también para exigir justicia y reparación.
El pueblo de la paz y la reconciliación
No es Hora de Callar: el paso de las mujeres hacia Flor del Monte Foto:John Montaño/ EL TIEMPO
Flor del Monte cuenta con una población de 3.000 habitantes y esconde una historia de paz y reconciliación que data del siglo pasado.
“La población como tal comenzó a organizarse en 1860. En sus comienzos fue un caserío donde descansaban los arrieros, las mulas comían pasto y bebían agua. Y en sus comienzos se llamó Charco de Monte, debido a un gran bebedero que habían hecho los cerdos y por el cual conocían los viajeros a aquel caserío escondido entre las montañas”, recordó el profesor Luis Abelardo Garrido Pérez, testigo de excepción de la historia de los últimos 70 años del pueblo.
Narró el curtido hombre que en 1885 pasó por accidente por aquel caserío Monseñor Eugenio Biffi, hoy en proceso de canonización, y quien era el obispo de Cartagena.
“En esa época la gente lo recibió tirándole flores. Cuando el obispo llegó a la plaza central preguntó por el nombre del pueblo a lo que le respondieron que Charco de Monte. De inmediato, indignado, señaló que un pueblo tan lindo no se podía llamar así de tal manera que lo bautizó Flor del Monte. Así que la fundación oficial de Flor del Monte es el 5 de mayo 1885”, recuerda Garrido.
Esta región tuvo su época de esplendor y prosperidad antes de la violencia liberal – conservadora.
Pero esa violencia hizo que muchas familias prestantes vendieran y se fueran. Con el Frente Nacional se aplacó un poco la violencia.
La firma de la paz y la entrega de armas:
Un pueblo estigmatizado
Jineth Bedoya y la General de la Policía, Olga Patricia Salazar Sánchez rodeadas de jóvenes policías Foto:John Montaño/ EL TIEMPO
En la firma de la paz y entrega de las armas de ese 9 de abril de 1994 había 400 insurgentes que hacían parte de la guerrilla Corriente de Renovación Socialista. Solo cuatro eran de Flor del Monte, sin embargo sobre el pueblo llovieron las estigmatizaciones.
“Cuatro solamente: el uno por ciento del grupo alzado en armas, pero no nos señalaron injustamente como una población de guerrilleros. Cada vez que uno asomaba la cara fuera de Flor del Monte enseguida lo señalaban y venían los comentarios mal intencionados”, añade Garrido.
La campana de la paz en Flor del Monte
Jineth Bedoya Lima Foto:Mauricio Moreno/ EL TIEMPO
Gracias a la firma de la paz, el Gobierno reparó el viejo campanario de la iglesia. También mandaron unas láminas de zinc desde el Carmen Bolívar para remendar las que estaban dañadas, y hubo una mano de pintura para la casa de Dios.
“Hay una campana que es símbolo de ese proceso de paz porque se dice que con las armas que entregaron los guerrilleros la fundieron. Un mito, no es verdad. Porque el hierro no sirve para hacer campanas. Se hacen con bronce y las armas no son de bronce. Pero lo cierto es que es un símbolo de esa fecha histórica y hasta suena muy bonito”, Recuerda Garrido.
Esa firma de la paz también le dejó al pueblo mejoras en el centro de salud, y lo dotaron de un médico fijo, el cual solo estuvo por dos años. También enfermeras que viajaban todos los días y un odontólogo, casi que permanente. Pero solo durante los primeros meses, después, la población volvió a caer en el olvido.
“Este acuerdo paz entre el gobierno y la CRS una de las pocas obras que dejó para la comunidad fue la adjudicación de la finca ‘La Cantaleta’ a más de 100 familias de Flor del Monte, el acueducto y un proyecto de vivienda por más de 200 casas, obras que se entregaron posterior a la dejación de armas de los guerrilleros”, relata Eduard Ortega, comunicador y líder de la población.
20 muertos puso Flor del Monte
en la masacre del Salado
La Armada Nacional acompañó a las mujeres de NO ES HORA DE CALLAR Foto:Mauricio Moreno/ EL TIEMPO
Los vientos de paz pronto se fueron y volvieron los asesinatos selectivos y los primeros desplazamientos.
Pero el hecho que marcó para siempre las vidas de los habitantes de esta región ocurrió entre el 16 y el 21 de febrero del año 2000 cuando un comando de 450 Paramilitares del bloque Héroes de los Montes de María ingresó al vecino corregimiento de El Salado, por tres carreteras diferentes, y asesinaron a 60 personas con las más abominables prácticas de violencia; 20 de esas víctimas eran habitantes de Flor del Monte.
Durante seis días, los paramilitares al mando de alias ‘Amaury’, un militar retirado, empalaron, violaron, degollaron, dispararon y asesinaron con arma blanca a campesinos inocentes que encontraron en los caminos. Mientras asesinaban a labriegos, señalados de ser guerrilleros, tocaron gaitas y tamboras, y se emborracharon.
Padres y madres de Flor del Monte que sabían que sus hijos u otros familiares estaban en el Salado salieron a buscarlos con tan mala fortuna que se encontraron con los comandos de asesinos que los acribillaron o mataron a machete en los caminos.
Flor del Monte fue el corregimiento de Ovejas con mayor número de homicidios entre 1997 y 2007
Iglesia de Flor del Monte Foto:John Montaño/ EL TIEMPO
Según el Centro de Memoria Histórica, la masacre de El Salado, hizo parte de una cadena de violencias que se materializó en los Montes de María entre 1999 y 2001, y que dejó 42 masacres con 354 víctimas fatales.
“Hubo incumplimientos por parte del Estado a varios puntos de los acuerdos hechos con la Corriente de Renovación Socialista en Flor del Monte. La firma de la paz allí generó estigmatizaciones, lo cual se tradujo en el asesinato de campesino, líderes sociales y comunitarios de la región”, sostiene el Francisco Méndez, investigador del centro de estudios internacionales y del Caribe de la Universidad de Cartagena, y habitante del municipio de Ovejas.
“Flor del Monte fue el corregimiento de Ovejas con mayor número de homicidios entre 1997 y 2007. Esta población es uno de los ejemplos de cómo el estado colombiano ha incumplido tras la firma de los acuerdos de paz y esto se ha traducido en espirales de violencia que impactaron en gran medida a las comunidades rurales donde se habían asentado los grupos insurgentes que se sometieron a la paz”, añade el investigador.
Además, te invitamos a ver nuestro documental: 'Explotación sexual en Cartagena, Voces Silenciadas'
Documental de la periodista Jineth Bedoya. Foto:
John Montaño
Enviado Especial de EL TIEMPO
Flor del Monte, Ovejas (Sucre)
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