No cabe duda que la economía colombiana está pasando por un momento crítico. Más allá de las narrativas que se vienen construyendo en el marco de la profunda polarización política de los últimos dos años, los agregados económicos de nuestro país no mienten. Y las verdades claman a gritos una posición de conciliación y articulación alrededor del armazón, y no del “armageddon”, de la política económica de corto y mediano plazo de nuestro país.
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Qué mejor que compararnos con la economía de los hogares donde algunos de sus miembros buscan trabajar para generar ingresos que permitan financiar los gastos de consumo. En algunos de esos hogares, por sus condiciones de vulnerabilidad, los ingresos del trabajo se complementan con subsidios del gobierno y/o remesas provenientes de familiares que buscaron suerte en el extranjero. En otros hogares, en cambio, debido a sus oportunidades de generar ingresos por encima del promedio, se pagan impuestos. En unos y otros, la plata que queda después de restar al ingreso disponible los gastos de consumo se denomina ahorro.
Tristemente, para finales de 2023, según la Encuesta de Calidad de Vida del DANE, la situación económica del país era tal que para un 39.8 % de los hogares, los ingresos no alcanzaban siquiera para cubrir los gastos mínimos. Solamente, el 7,9 % de los hogares reportaban ingresos que cubrían más que los gastos mínimos y por ende podrían tener la posibilidad de ahorrar.
Ahorro bruto
Entendido el concepto del ahorro en la economía del hogar y de su escasez en nuestro país, por analogía, el ahorro bruto de la economía colombiana es un agregado clave, pero bastante ignorado en este escenario de “cometas en el aire” que atizan la polarización y sobre todo que nos distraen de lo esencial. Veamos el ahorro bruto de la economía nacional y, en particular, su peso dentro de la capacidad de generar riqueza en la economía colombiana, resumida en el producto interno bruto (PIB) (ver Gráfico 1).
Para 2023, el peso del ahorro bruto de la economía colombiana dentro del PIB fue de 10,8 puntos porcentuales. Es como si el “marranito” del ahorro hubiera quedado, al final del año, con casi 11 monedas. En ese mismo “marranito”, en la crisis económica de finales de los noventa, quedaron en promedio 13 monedas. Mientras tanto, entre las dos crisis, a la alcancía le quedaban, en promedio, 18,1 monedas. Esta cantidad tan baja de monedas del ahorro en 2023 es el mínimo histórico desde 1968, prácticamente desde que el DANE es responsable del sistema de cuentas nacionales del país. Sí, el peor valor de la historia económica contemporánea de Colombia.
La comparación del comportamiento de las monedas del ahorro de la economía colombiana en relación con las de las economías de Latinoamérica y el Caribe (excluyendo países de ingresos altos) es preocupante desde 2019. Si bien Colombia tenía un desempeño relativamente similar al de sus países vecinos hasta 2019, desde ese año el país se desmarca abismalmente de la región.
Un fenómeno que vale la pena profundizar en una reflexión posterior que incluya también la brecha abismal que nos separa de la economía mexicana desde 2015, donde seguramente el efecto del fin de la bonanza minero-energética de Colombia de finales de 2014 tiene mucho que ver.
Más preocupante aún resulta la radiografía de la coyuntura que nos brindan las cuentas nacionales trimestrales por sectores institucionales del DANE, que permiten definir el origen o la “propiedad” de las monedas del ahorro de la economía nacional (ver Gráfico 2).
Mientras en el primer trimestre de 2019, 6,3 monedas (puntos porcentuales del PIB) provenían de los hogares, en el mismo período de 2024, sólo 4,4 eran de los hogares. En la medida en que el ahorro es la fuente primordial de la inversión, esta comparación confirma la baja propensión de los hogares a la compra de vivienda o de vehículos particulares que se evidencia en las estadísticas propias de sus respectivos mercados. En el caso de los carros, la baja propensión de compra de los hogares ha llevado a importantes descuentos desde finales de 2023 que han contribuido también a la desaceleración de la inflación, es decir a que los precios de la economía crezcan, pero más despacio.
Por otro lado, si en el primer trimestre de 2019, 9,5 monedas del ahorro bruto de la economía correspondían a las empresas (las principales generadoras de ahorro para el país, y frecuentemente arrojadas a la caldera de la estigmatización por parte de este Gobierno), solo 7,1 monedas (puntos porcentuales del PIB) fueron atribuidas a estas en el primer trimestre de 2024. Aquí es clave recordar que el ahorro de las empresas es aquel que contribuye a financiar sus decisiones de inversión, bastante afectadas por el incremento de las tasas de interés, administradas adecuadamente por el Banco de la República con el fin de desacelerar el crecimiento exponencial del consumo de los hogares hasta finales de 2022.
Inversión
Naturalmente, el menor ahorro de los hogares y las empresas erosiona significativamente las perspectivas de inversión del país. Tan grave ha sido el desajuste, que nuevamente el peso de la inversión dentro del PIB cayó a mínimos históricos en 2023, incluso ligeramente por debajo del valor asociado con la crisis de 1999 (ver Gráfico 3).
En efecto, si la inversión representaba 21,7 puntos porcentuales del PIB en el promedio comprendido entre las dos crisis, para el caso de 2023 solamente pesó 12,8 puntos porcentuales del PIB. Nuevamente, este es el peor valor desde que el DANE existe. Además, la comparación con el desempeño de la región confirma que el desplome de la inversión es puntual para 2023. Este resultado evidencia que no solo fueron las tasas de interés, sino también la incertidumbre y desatino de la política económica nacional, quienes están detrás de este costoso desajuste para el futuro económico de todos los colombianos.
En la coyuntura, según el Gráfico 4, si en el primer trimestre de 2019 la inversión empresarial representaba 11,5 puntos porcentuales del PIB, en el primer trimestre de 2024 apenas equivalía a 5,2 puntos de dicho agregado, es decir, menos de la mitad. Una contracción bastante más fuerte que el de la inversión asociada a los hogares del país. Tristemente en el Gráfico 4 también se observa la caída del aporte de la inversión del Gobierno en el grueso de esta importante variable para motivar el crecimiento de la economía del país.
En este contexto, la urgencia de un plan de reactivación de la inversión, en sus dimensiones pública y privada, se hace urgente. En la crisis de 1999, tanto el peso del ahorro, como de la inversión en el PIB tardaron más de cinco años en retornar a niveles similares a sus promedios históricos, que, vale la pena aclarar, no son los óptimos para explotar el potencial de crecimiento de la economía colombiana.
En esta oportunidad, después de superar la profunda crisis del covid-19, el país no puede darse el lujo de esperar cinco años hasta recuperar los niveles de impulso de crecimiento y productividad de su economía a partir de la inversión. Y es precisamente aquí donde la responsabilidad fiscal debería primar a la hora de “decretar” el presupuesto general de la nación para 2025 en un monto que sea compatible con las dinámicas de ahorro e inversión, bastante deterioradas como conclusión del presente análisis.
Es clave que avancemos con más hechos y menos retórica en la disponibilidad de instrumentos para consolidar el potencial exportador de nuestro país, dimensión también muy ignorada en la discusión de los motores de reactivación económica colombiana.
Para cumplir este propósito de dinamización del ahorro y la inversión, en la medida que la diferencia entre el ahorro de la economía colombiana y la necesidad de recursos para financiar la inversión se canaliza desde el exterior, es clave que avancemos con más hechos y menos retórica en la disponibilidad de instrumentos para consolidar el potencial exportador de nuestro país, dimensión también muy ignorada en la discusión de los motores de reactivación económica colombiana.
Esta oportunidad nos trae de vuelta a la importancia de reconsiderar el abandono súbito de la exploración minero energética en el país, ya que nuestra dinámica comercial con el resto del mundo es aún bastante dependiente de la balanza comercial de los hidrocarburos. En los primeros siete meses de 2024, las exportaciones de combustibles e industrias extractivas correspondieron con el 49,1 % del total de exportaciones del país. ¡Coherencia y conciliación son la clave para la reactivación!
JUAN DANIEL OVIEDO*
Especial para EL TIEMPO
(*) Concejal de Bogotá y exdirector del DANE.