Ahora Trump no aceptará un 'no' como respuesta: la dura posición del nuevo presidente de EE.UU.

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WASHINGTON — “Nada se interpondrá en nuestro camino”.

Con esa promesa de seis palabras, el Presidente Donald J. Trump describió cómo planeaba hacer que su segundo mandato fuera diferente del primero. Ahora, después de un interregno de cuatro años que comenzó con el exilio político y terminó con su improbable resurrección, Trump dejó claro que esta vez no tiene la intención de verse frustrado en su intento por hacer a Estados Unidos más conservador en casa y más imperial en el exterior.

En su discurso inaugural de 29 minutos, Trump no perdió el tiempo en loables llamados a los ideales estadounidenses. En cambio, habló con un tono agresivo destinado a ser escuchado por públicos nacionales y extranjeros como una advertencia de que Estados Unidos, bajo un Donald Trump más experimentado, no aceptará un “no” como respuesta.

Pondrá fin a una era en la que el mundo explotó la generosidad estadounidense, dijo, empoderando a un “Servicio de Impuestos Externos” para “cobrar aranceles e impuestos a países extranjeros para enriquecer a nuestros ciudadanos”.

Después de declarar falsamente que China controla el Canal de Panamá construido por Estados Unidos, prometió: “Lo vamos a recuperar”. Aclamó a un predecesor: no a Washington, ni a Jefferson, ni a Lincoln, sino a William McKinley, el vigésimo quinto Presidente amante de los aranceles, que libró la guerra hispano-estadounidense, se apoderó de Filipinas, Guam y Puerto Rico y allanó el camino para ese canal.

Y con el mejor espíritu de McKinley, revitalizó la idea de un Estados Unidos que “irá en pos de nuestro destino manifiesto”, una consigna de la década de 1890. Sin embargo, esta vez describió ese destino como un asentamiento estadounidense en Marte —una declaración recibió un pulgar arriba de Elon Musk, el hombre más rico del mundo que fundó SpaceX con ese objetivo en mente.

La ráfaga de órdenes ejecutivas de Trump tenía como objetivo enviar el mensaje de que esta vez la perturbación caótica que marcó su primer mandato estaría acompañada de una ejecución rápida y más disciplinada.

Básicamente, comenzó a cerrar la frontera sur a los migrantes y señaló su intención de desafiar el principio constitucional de la ciudadanía por nacimiento.

Estaba eliminando las restricciones a la perforación y exportación de petróleo y gas y retirándose nuevamente del acuerdo climático de París.

Tenemos que poner un alto a algunas cosas estúpidas que están sucediendo

EFE

Donald trumpPresidente de los Estados Unidos de América

Se acabó el financiamiento federal para los cuidados de transición de género. Los formularios federales, dijeron sus asistentes, retrocederían a una época anterior y permitirían a las personas marcar sólo “masculino” o “femenino”.

Esta combinación del dicho y el hecho, con los gestos hacia su base, parecía familiar. La gran diferencia, sugirieron sus asistentes, es que esta vez él sabe cómo lograrlo.

Y ya no están, casi enteramente, las figuras del establishment a las que Trump recurrió hace ocho años para su gabinete porque creía que daban legitimidad y un aire de competencia a su nueva Presidencia. En cambio, ha mostrado su dependencia de personas externas como Musk y sus candidatos para dirigir el Departamento de Defensa y el FBI, Pete Hegseth y Kash Patel, quienes se han comprometido a renovar fundamentalmente esas instituciones.

En política exterior, el discurso de Trump fue un llamado de atención para el regreso de un Estados Unidos poderoso que no se preocupa por mantener un orden internacional basado en reglas ni por nutrir minuciosamente su red de aliados, que la mayoría de sus predecesores inmediatos consideraban uno de los recursos más preciados de Estados Unidos. En lugar de ello describió un País revitalizado que ejerce su poder mediante el dominio económico, el temor y, si es necesario, la fuerza.

Ni una sola vez exhortó a los ciudadanos estadounidenses a sacrificarse por la causa de la libertad o a luchar por expandir la democracia en todo el mundo.

Siempre ha habido un estira y afloja constante entre el Donald Trump que quiere ampliar la huella de Estados Unidos y someter al mundo, y el Donald Trump que dice que quiere mantenerse al margen de guerras innecesarias y ganar el Premio Nobel de la Paz por sus esfuerzos para poner fin al conflicto alrededor del mundo. Estos instintos en competencia residen uno junto al otro en la mente de Trump.

Su gabinete propuesto proviene de ambos bandos. Antiguos neoconservadores como Marco Rubio, el Senador de Florida nombrado por Trump para dirigir el Departamento de Estado, están haciendo un llamado a que Estados Unidos confronte a China y haga lo que sea necesario para evitar que Irán logre desarrollar un arma nuclear. Los escépticos de Ucrania, como el Vicepresidente JD Vance, argumentan que Estados Unidos tiene otras preocupaciones además de resolver las disputas entre Rusia y ex repúblicas soviéticas.

Y, sin embargo, justo antes de exigir la devolución del Canal de Panamá, Trump insistió en que el éxito militar de EU debía medirse “no sólo por las batallas que ganamos, sino también por las guerras a las que ponemos fin y, quizás lo más importante, las guerras que nunca libramos”.

Insistió en que su “legado de mayor orgullo será el de un pacificador y unificador”, y se atribuyó el mérito del regreso el 19 de enero de tres de los rehenes israelíes retenidos por Hamas.

Pero después de abandonar las ceremonias en el Capitolio, Trump se centró casi por completo en su agenda nacional y en buscar revertir lo que él considera un liberalismo desbocado en todo el Gobierno y la sociedad.

Para aproximadamente las 19:00 horas, Trump estaba inmerso en una demostración muy pública de lo rápido que estaba dejando de lado la era Biden.

Se sentó en un escritorio para firmar órdenes ejecutivas. Se congeló la contratación federal y se congelaron las regulaciones. Ordenó a todos los trabajadores federales que se presentaran en la oficina en lugar de trabajar de forma remota. Se retiró del acuerdo climático de París.

Y luego se dirigió a la Oficina Oval para empezar a indultar a las personas que participaron en los disturbios en el Capitolio el 6 de enero del 2021 y a quienes llamó “rehenes”.

“Tenemos que poner un alto a algunas cosas estúpidas que están sucediendo”, dijo a la multitud.

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