‘Volvimos al orden público calamitoso de hace 20 años’: gobernadora del Tolima

hace 1 semana 22

La mandataria del Tolima, Adriana Magali Matiz, se hizo famosa por interpelar duramente al Presidente en la cumbre de gobernadores. Hoy lanza graves advertencias sobre el orden público.

¿Quién es Adriana Magali Matiz?

Soy una abogada de profesión que lleva en cargos del Estado y al servicio de la función pública más de 20 años; inicié mi carrera profesional por concurso de méritos en la Contraloría Departamental del Tolima y tuve la oportunidad de ir ascendiendo hasta llegar a directora de Responsabilidad Fiscal, contralora y gerente de institutos descentralizados de Ibagué. Posteriormente, decidí hacer una carrera política y entré al Congreso como representante a la Cámara. Luego fui elegida como la primera mujer gobernadora del Tolima, después de 172 años.

¿De dónde le viene la vena política?

Es una vocación al servicio. Siempre soñé con ser alcaldesa de Ibagué, pero bueno, Dios tenía otros caminos para mí. Abrir estos espacios para las mujeres es muy importante y, en mi departamento, me he convertido en un referente para todas las que creen que es posible y que se puede lograr. Sacamos 352.000 votos a la Gobernación. Con ese apoyo y una gran responsabilidad, trato de solucionar tantos problemas que tienen los habitantes de este departamento.

¿Qué tipo de coalición armó para llegar a la gobernación?

En mi coalición estuvieron muchos partidos. No solamente el Conservador, al cual pertenezco, sino también el Centro Democrático, Cambio Radical, el partido ASI, el ADA, Colombia Renaciente. Fueron muchos partidos en esta coalición los que nos llevaron, obviamente, a tener este resultado tan importante para llegar a la Gobernación del departamento.

Usted tiene fama de ser una mujer muy carismática, pero quiero saber qué tanta autonomía política tiene con esa coalición tan grande…

Toda la autonomía. Es mi carácter. Pero, además, gracias a esa carrera que he hecho durante mi vida, ocupando cargos técnicos, también me he destacado como una estudiosa y una conocedora de la administración pública.

¿Y ya que hablamos de independencia, por qué dicen que usted es muy allegada a algo que llaman el ‘clan Barreto’?

Sí, efectivamente, mi jefe político es Oscar Barreto Quiroga. Orgullosamente pertenezco a la organización.

¿Es el senador?

Sí señora.

Usted es barretista...

Yo soy barretista. Pero eso no implica que no tenga ni criterio ni carácter para la toma de las decisiones. Pertenezco a una organización política que quiero y respeto, pero quien está gobernando en estos momentos es Adriana Magali Matiz.

Tengo entendido que al departamento del Tolima han regresado los secuestros, las extorsiones, los cilindros bomba…

Creo que el país volvió al punto cero. En menos de tres semanas, innumerables miembros de la Fuerza Pública han sido asesinados en un nuevo capítulo de esa guerra abierta que tenemos en nuestro país. Tanto las disidencias de las Farc como el ‘clan del Golfo’ y el Eln han reactivado el terror con los asesinatos selectivos que hemos visto durante los últimos días, con jornadas de violencia que no veíamos en los últimos años. Y, a pesar del baño de sangre, el Gobierno sigue ordenando suspensiones de operaciones ofensivas contra esos grupos. Mi departamento, especialmente en las zonas del sur, como los municipios de Chaparral, de Rioblanco, está siendo nuevamente asediado por las disidencias de las Farc. Las comunidades están atemorizadas, los pueblos silenciados por el miedo y los símbolos subversivos marcan el territorio, como en los tiempos más oscuros del conflicto armado. A nosotros nos han colocado varios cilindros con explosivos en diferentes vías del departamento. Me he recorrido esos municipios de la mano de la Fuerza Pública y se siente ese temor de las comunidades por esas amenazas subversivas.

Hablemos de la famosa reunión de gobernadores en Villa de Leyva, donde usted y la gobernadora del Chocó, ella también muy valiente, se pararon y le dijeron al presidente Petro que no se podía ir del recinto sin responder sus inquietudes sobre el momento de violencia que atraviesan sus respectivos departamentos. ¿Por qué alzó la mano y la voz?

Lo que hicimos en la cumbre de gobernadores en Boyacá fue precisamente alzar nuestra voz para que el señor presidente de la República respondiera a nuestras preguntas, no solo en temas de seguridad, sino también de inversión. Soy una convencida de que la seguridad tiene dos brazos: uno es el control territorial que se ejerce por parte de la Fuerza Pública, y el otro brazo es el de la inversión del Estado. Eso es lo que hemos venido reclamándole al Gobierno Nacional: que necesitamos llegar a los territorios con la Fuerza Pública, haciendo ese control territorial, pero también con la inversión que necesitan hoy nuestras comunidades. Y eso era lo que no nos había contestado el señor Presidente ese día en la cumbre de gobernadores. Por eso alcé mi mano, alcé mi voz y dejé claramente sentada la posición que teníamos desde el departamento del Tolima en relación con estos temas.

¿Eso explicaría el látigo que le da el Presidente desde entonces?

Sí (sonriendo). Y, pues, bueno, lo que pasa es que, desafortunadamente, en el departamento del Tolima, desde septiembre del año pasado, empezamos a tener unos casos de fiebre amarilla y en ellos venimos trabajando desde el mismo momento en el que nos dimos cuenta de lo que estaba sucediendo. Actuamos durante todo este tiempo y tengo que reconocer que lo hemos hecho de la mano del Ministerio de Salud, para que los fallecidos no sigan creciendo.

¿Y entonces por qué ese regaño que le hizo el Presidente, si usted asegura haber trabajado con celeridad contra el brote de fiebre amarilla?

Creo que lo que se necesita para controlarla es acción, no confrontación ni utilitarismo politiquero. Y creo eso fue lo que en algún momento quiso hacer el Presidente, cuando manifestó que no había tenido el apoyo y la ayuda del Tolima. Estaba totalmente descontextualizado, porque desde septiembre del año pasado venimos trabajando. Y precisamente esas acciones que tomamos son las que han llevado a tener un menor número de infectados y un menor número de muertes en el departamento del Tolima. De lo contrario, la situación sería más calamitosa.

¿Qué va a hacer para acabar con este peligroso brote?

Actuar con un plan muy claro de vacunación. Es lo único que puede parar el brote de fiebre amarilla. Tenemos más de 200 puntos o puestos de vacunación a lo largo y ancho del departamento.

¿Al día de hacer esta entrevista, cuántos casos se tienen confirmados?

Desde septiembre del año pasado hemos registrado 65 casos confirmados; de ellos, han fallecido 24 personas. A Dios gracias, hasta el martes de la semana pasada y desde el 11 de abril, no registramos muertes en el departamento. Y eso se debe no solo a la vacunación, sino también a las rutas que hemos implementado para la atención en los hospitales de primer nivel, incluso hasta en nuestro hospital de tercer nivel, el Federico Lleras Acosta, que ha sabido brindar una atención oportuna.

Para ese control se necesita rigurosidad y disciplina…

Pero nos toca seguir trabajando. Nos han funcionado muy bien las tomas del departamento con la vacunación. Se designa a cada uno de los secretarios de Despacho como padrino de una región, de unos municipios, para que articulen con instituciones educativas, con las alcaldías, con los hospitales, con la Secretaría de Salud del departamento esa vacunación.

¿Los roces con el Presidente han producido alguna retaliación económica contra su departamento?

Sí, consideramos que al Tolima le hace falta muchísima más inversión por parte del Gobierno Nacional. Ha habido falta de gestión administrativa, no solo en mi departamento, sino en muchos otros. Por ejemplo, los avales sectoriales que requieren los gobiernos departamentales para poder sacar adelante sus proyectos de regalías y de obras por impuestos se están demorando demasiado tiempo en el Gobierno Nacional. La actuación administrativa es paquidérmica, entre otras cosas, porque cambian a los funcionarios y así no se tiene el conocimiento de lo que se ha venido revisando. También le hacemos al Gobierno el reclamo en el tema de los recursos, necesitamos que lleguen a los territorios.

Si el Gobierno no corrige, la ‘paz total’ será recordada como la mayor claudicación del Estado frente al crimen

Adriana Magali Matiz VargasLa primera mujer gobernadora del Tolima.

¿Cómo está viendo el tema de la consulta usted, como mandataria departamental?

Tenemos que hacernos varias reflexiones en torno a ese tema de la consulta, porque puede tener buenas intenciones, pero no debe convertirse en una cortina de humo. Pregunto: ¿realmente es necesario ahorita hacer una consulta popular? ¿Es esto lo que necesita nuestro país, que no tiene recursos? ¿Realmente tiene sentido gastar 700.000 millones de pesos en una consulta, mientras tenemos todos los problemas de seguridad y nuestra Fuerza Pública no tiene con qué operar? Con toda esa problemática de seguridad, el país se está desangrando. Esas son las reflexiones que tenemos que hacernos. Empeñarnos en lo difícil, cuando lo urgente es salvar vidas, es recuperar el orden, proteger a Colombia... Tenemos que establecer prioridades. No se trata de estar en contra de los cambios, sino de hacerlos con orden, con dirección, con resultados que sean reales y sin sacrificar la seguridad nacional de nuestro país.

¿Este país es menos o más inseguro desde que llegó Petro?

Por supuesto que más inseguro. Nos devolvimos 25 años; la Fuerza Pública está maniatada, los bandidos avanzan con ventaja territorial. Si el Gobierno no corrige, la ‘paz total’ será recordada como la mayor claudicación del Estado frente al crimen.

¿Cree que los diálogos infinitos y las treguas gratuitas le están haciendo daño al país?

Enorme. Estamos ante un verdadero fracaso de las políticas que se han tomado en materia de seguridad. El reclamo que he hecho ante el Gobierno Nacional también es que se debe actuar articuladamente entre el Gobierno Nacional y los gobiernos regionales para la seguridad. Eso no puede ser un capricho, ni que es contra Petro; simplemente se trata de evitar que el país se vaya al despeñadero. No ocultar la verdad no es pelear contra alguien: se ha perdido el control territorial y volvimos al orden público calamitoso de hace más de 20 años, con atentados terroristas, extorsiones, masacres militares, ‘planes pistola’... Solo faltan las pescas milagrosas y los retenes. Dios quiera que no volvamos a pasar por eso. Sería decir: ¡bienvenidos al pasado!

MARÍA ISABEL RUEDA

Especial para EL TIEMPO

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