Estados Unidos aún no sale de su asombro. Por segunda vez en dos meses, el expresidente y candidato del partido republicano, Donald Trump, fue víctima de un aparente intento de asesinato este domingo mientras jugaba golf en un campo cercano a su residencia en West Palm Beach, Florida.
Conforme a los criterios de
Aunque en esta ocasión el asaltante no alcanzó a disparar y el supuesto ataque fue impedido por la acción oportuna del Servicio Secreto el incidente volvió a revivir tres preguntas cruciales: una sobre las aparentes fallas de seguridad a la hora de proteger a Trump, otra sobre la violencia política en Estados Unidos que está alcanzado niveles absurdos y peligroso y una tercera relacionada al impacto que podría tener el atentado en la actual carrera por la Casa Blanca.
En el ojo de la tormenta
Si bien Trump agradeció la pronta respuesta de la fuera pública que detectó al asaltante cuando aún estaba a casi 400 metros de distancia del expresidente, el Servicio Secreto, la agencia encargada de proteger a figuras públicas en Estados Unidos -entre ellos el presidente, los expresidentes y candidatos- ha vuelto a quedar en el ojo de la tormenta.
La histórica agencia estadounidense ya estaba contra la pared desde el pasado 13 de julio cuando un joven, Matthew Crooks, disparó contra el expresidente durante un evento de campaña en Butler, Pensilvania, causando una herida en su oreja derecha.
A la fecha no se ha podido establecer un motivo concreto en la acción de Crooks, cuyo perfil encaja más en el de una persona con problemas de salud mental, pero sin una clara motivación política (expresó en algún momento simpatía por Trump y estaba registrado para votar como republicano, pero también donó alguna vez 15 dólares a una causa demócrata).
Pero lo que sí está claro es que hubo múltiples fallas en el esquema de seguridad del Servicio Secreto. Entre ellas no haber asegurado el perímetro al rededor del evento donde participaba Trump y un edificio cercano (a menos de 100 metros) de la tarima en la que se encontraba el expresidente.
Adicionalmente, la falta de comunicación entre las agencias encargadas de la seguridad, pues muchos de los asistentes detectaron al asaltante antes de que atacara e informaron a las autoridades, pero estas fueron lentas a la hora de responder.
El caso, que le costó la cabeza a la directora del Servicio Secreto, es materia de dos investigaciones. Una interna y otra que adelanta una comisión del Congreso conformada para buscar respuestas. Como parte de la primera, que continúa, ya se han tomado algunas medidas. Entre ellas redirigir más personal para la protección de los candidatos y otras, como la edificación de una barrera transparente a prueba de balas que ahora se coloca en los eventos públicos a los que asiste el expresidente.
Pero el supuesto atentado del domingo volvió a exponer las falencias y dificultades que enfrenta la agencia.
“Tenemos que preguntarnos cómo es posible que un asesino se pudiera acerca tanto al expresidente otra vez. Todavía no tenemos respuestas sobre el horrible atentado de Pennsylvania y ahora esperamos una explicación clara de lo que sucedió en Florida”, dijo Elise Stefanik, legisladora republicana de alto rango y que convocó a una audiencia esta misma semana para llegar al fondo del asunto.
Ro Khanna, legislador demócrata que integra la comisión que investiga, catalogó la situación de “inaceptable” y urgió al Servicio Secreto a que aclaré que recursos requiere para proteger adecuadamente a Trump.
Eso luego que Ric Bradshaw, jefe de la policía de West Palm Beach dijera el domingo que cómo Trump no es el presidente del país, el Servicio Secreto no puede tomar medidas más agresivas para asegurar el perímetro por pura falta de recursos.
Y aunque en esta ocasión los protocoles funcionaron y el asaltante nunca estuvo cerca de Trump, el hecho de que pudiera ingresar hasta el mismo campo de golf con un fusil AK-47 indica que hay vacíos que deben ser copados antes de que ocurra una tragedia.
Violencia política en ascenso
El supuesto intento de atentado contra Trump este fin de semana provocó una condena unánime de ambas esquinas del espectro político. Tanto el presidente Joe Biden como la vicepresidenta Kamala Harris fueron enfáticos en que la violencia política no puede ser tolerada.
Pese a ello, como lo demuestra este nuevo incidente, es algo muy real y que viene creciendo en el país de la mano de la polarización y retórica extrema que usan ambos partidos.
Aunque la investigación apenas comienza, ya se sabe que Ryan Wesley Routh, el hombre acusado en este caso, tenía un largo historial de oposición al expresidente, en particular por su aparente respaldo a Vladimir Putin y su apatía por dar más apoyo a Ucrania en la guerra con Rusia. Routh, de hecho, dijo previamente que había viajado a Ucrania para enlistarse en un ejecito de extranjeros que respaldaba a Kiev.
Aunque se registró como votante independiente en el 2012, este año participó en las primarias del Partido Demócrata en Carolina del Norte. Eso indicaría su cercanía con el partido y algo que sin duda va a contribuir al explosivo clima que ya existe.
De acuerdo con el FBI a lo largo de los últimos años, los incidentes que se pueden catalogar como violencia política, y entre los que se incluye el asalto contra el Capitolio del 6 de enero de 2021 por parte de una turba de trumpistas, han crecido en más de un 25 por ciento
Si bien Trump inicialmente hizo un comentario en redes sociales agradeciendo al Servicio Secreto por mantenerlo seguro, su campaña envió un correo electrónico para recaudar fondos en el que anotan, haciendo alusión al atentado, que hay fuerzas tratando de impedir a toda costa que llegue al poder.
El expresidente y otros en su círculo, además, han responsabilizado a sus rivales por catalogarlo como una amenaza para la democracia. Una retórica, dicen, que estaría radicalizando a muchos en su contra. Aunque el argumento no fue muy claro frente al atentado de Crooks -no hay evidencia de su antipatía hacia Trump- el caso de Routh si sumaría en esa dirección y lo más probable es que sea usado como prueba en lo que resta de la campaña.
En ciertos sectores de la derecha, incluso, circulan teorías de conspiración sobre un supuesto complot de los demócratas para eliminar a Trump. De lo cual tampoco hay una sola prueba pero que ha sido amplificado indirectamente por el mismo exmandatario, legisladores en el Congreso y otras personalidades.
Paralelamente, las acusaciones infundadas de Trump alegando que los inmigrantes haitianos se están comiendo las mascotas en un pueblo de Ohio, se tradujeron en dos amenazas de bombas contra escuelas y la sede del gobierno local.
Aunque de momento no se han presentado consecuencias que lamentar, muchos temen que EE.UU. esté a las puertas de una tragedia si no hay un cambio en la retórica
Su impacto en la carrera
En una carrera tan apretada como la actual, es imposible predecir el impacto que tendrá el nuevo supuesto intento de asesinato contra Trump en el resultado de los comicios, previstos para el 5 de noviembre próximo.
Pero hay dos elementos concretos que dan indicios.
Por un lado, el caso le cambia la narrativa a la contienda. Al menos de manera transitoria.
Desde el debate del martes de la semana pasada con la vicepresidenta Harris, Trump venía a la defensiva. No solo porque las encuestas lo dieron como el claro perdedor, sino por una serie de comentarios que se volvieron memes instantáneos.
El de los haitianos comiendo perros y gatos en Springfield y el de su "plan conceptual" para el servicio de salud en Estados Unidos.
El intento de atentado volvió a cambiar la dinámica de una carrera que viene pasando de sobre salto en sobre salto. Desde el domingo los medios no hablan de otra cosa y es probable que, dada la gravedad, permanezca varios días más en el ciclo noticioso.
En otras palabras, desinfla el impulso del que salió Harris tras el mano a mano.
Lo otro que se puede inferir, basado en lo que sucedió tras el primer atentado el pasado 19 de julio, es un leve repunte en las encuestas en favor del expresidente.
En esa ocasión, el respaldo del expresidente creció hasta dos puntos porcentuales, pero volvió a caer una semana después, cuando Biden anunció su retiro de la contienda y emergió el nombre de Harris como alternativa.
SERGIO GÓMEZ MASERI
Corresponsal de EL TIEMPO
Washington