“Una mujer y sus hijas sobreviven ocultas en el monte”, la historia de terror que viven las mujeres en el Catatumbo

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La vida de una mujer y sus cuatro hijas pende de un hilo en el Catatumbo. Desde hace cuatros días, se esconden en el monte para escapar de la muerte que les anunciaron. Su historia, relatada entre susurros a través de audios desgarradores, ilustra la crueldad de un conflicto que sigue arrebatando vidas y destruyendo sueños.

“Hombres armados llegaron a mi casa. Me buscaban para matarme”, cuenta la mujer en un mensaje enviado a Marli Acosta, lideresa social de la región y directora de la Fundación Mujer Popular.

Desplazados en Cúcuta

Desplazados en Cúcuta Foto:Alcaldía Cúcuta

Con una hija de dos años en brazos, una de nueve, y dos hijas mayores, logró escapar justo antes de que hombres armados –al parecer del Eln– irrumpieron en su hogar. “Revolvieron todo, pero nosotras ya habíamos salido corriendo”, dice en su voz quebrada por el miedo y el cansancio.

Hoy, entre los árboles y la humedad de la selva catatumbera, la familia sobrevive sin agua ni alimentos, intentando calmar el llanto de una bebé que no entiende el terror que las rodea. “No hay garantías para volver al pueblo”, afirma. Regresar significa morir.

Un territorio de perfilamientos mortales

Según Acosta, las mujeres soportan la peor parte de una guerra donde los grupos armados perfilan a los civiles, acusándolos de ser colaboradores del bando contrario por gestos tan básicos como ofrecer un vaso de agua.

“En este territorio, negarse no es una opción. Nos guste o no, debemos obedecer porque ellos tienen las armas y nosotras no”, explica la lideresa.

Marli Acosta, quien también ha sufrido en carne propia la violencia al ser secuestrada hace un año, recoge las voces de quienes no tienen dónde gritar. “Los campesinos están confinados, desesperados. En mi caso, como lideresa, la gente me busca para contarme el trágico panorama. Cada historia es más desalentadora que la anterior”.

Habilitan estadio general Santander

Habilitan estadio general Santander Foto:Alcaldía Cúcuta

Esta violencia no sorprende a nadie. Desde el año pasado, las organizaciones sociales del Catatumbo, junto con la Defensoría del Pueblo, advirtieron sobre la escalada del conflicto. En noviembre, se emitió una alerta temprana. Pero el Estado no escuchó.

“Era una guerra anunciada. Ni el Gobierno ni las autoridades tomaron cartas en el asunto”, sentencia Acosta.

Mientras tanto, el conflicto se intensifica. En El Aserrío, corregimiento de Teorama, hombres armados patrullan dentro del casco urbano, sembrando terror entre las comunidades. Y como en tantas guerras, son las mujeres y las niñas quienes llevan la peor parte.

El calvario tampoco se detiene para las esposas de los firmantes del acuerdo de paz, quienes viven bajo una amenaza constante. “Los armados saben quiénes somos, nos tienen marcadas. No podemos salir a las calles. El Gobierno, que prometió protegernos, nos abandonó. Dejó tirado al Catatumbo y a nosotras nos dejó a nuestra suerte”, denuncia la viuda de un firmante asesinado el pasado 16 de enero.

Ella y otra mujer pasaron tres días encerradas en el municipio de El Tarra con cinco niños menores de edad sin comida, temiendo por sus vidas.

Un llamado desesperado por la paz

La Asociación Madres del Catatumbo por la Paz, de la que Acosta es integrante, ha alzado la voz para pedir un cese al fuego que permita la entrada de brigadas de salud y asistencia humanitaria. En un comunicado, hicieron un llamado a los actores armados.

desplazados Catatumbo

desplazados Catatumbo Foto:tomada del video de redes

“Las balas que intercambian no solo hieren a quienes empuñan las armas, sino que desgarran los sueños de nuestras comunidades, rompen familias y siembran terror en el corazón de nuestras niñas y niños. Les pedimos, con el amor y la desesperación de madres, que pongan fin a esta guerra absurda”.

Pese al dolor y el abandono estatal, lideresas como Marli Acosta siguen luchando por sus comunidades. La violencia ha intentado silenciar sus voces, pero ellas continúan alzándolas en nombre de quienes no pueden hacerlo.

Aunque Acosta ha proporcionado las coordenadas a las autoridades y organismos humanitarios para rescatar a la madre y sus cuatro hijas, la impotencia crece con el paso de las horas. Los grupos armados han advertido que ninguna entidad puede ingresar al territorio.

“Yo quiero ir ya mismo y evacuarlas, pero la advertencia que me han dado es contundente. Podemos entrar, pero está prohibido sacar cuerpos, atender heridos o mediar ante los casos de secuestros. Es casi un veto lo que nos dieron”, sostuvo un alto funcionario del Ministerio Público.

En el monte, una madre espera que alguien escuche sus gritos silenciosos y que el horror no se lleve también a sus hijas. En el Catatumbo, la guerra sigue, pero también la esperanza de que algún día todo este sufrimiento termine.

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Coca y extorsiones, los detonantes de la nueva ola de violencia que atraviesa Norte de Santander Foto:

ANDRÉS CARVAJAL

Para EL TIEMPO

CÚCUTA

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