El sacerdote misionero libanés maronita Philippe el-Khazen, rector de la Catedral Católica Maronita de Buenos Aires, mira con dolor la situación actual del Líbano, su país natal, y recuerda los cambios que sufrió la sociedad en las últimas décadas.
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Cuando él nació en 1956 en Jounieh, 17 km al norte de Beirut, el último censo nacional había mostrado que el 56 % de la población era cristiana (en su mayoría católicos, sobre todo maronitas) y 44 % de musulmanes y drusos. “En mi infancia, aunque mi familia era cristiana, yo no sabía, ni a nadie le interesaba de qué religión era cada compañero de clase. Esa diferencia no era relevante ni en la escuela ni en ningún sector de la sociedad. Todo eso cambió con la guerra civil de 1975-1990”, comentó el padre El-Khazen que desde 2010 vive en Buenos Aires, a cargo de la catedral maronita porteña.
Antes de la Guerra Civil el Líbano era conocido como la “Suiza de Medio Oriente” por la armoniosa convivencia de diversas religiones y culturas. La pequeña franja de tierra, de unos 250 km de largo y no más de 60 km de ancho, es una región de altas montañas (la blancura de sus picos da nombre al país, de la palabra semítica laban que significa “blanco”). Según algunos expertos, precisamente lo montañoso del terreno -y además su cercanía a la costa en cualquier punto del territorio- sirvió para convertirlo, en los tiempos pasados de persecución, en refugio de la más variada diversidad de comunidades religiosas. En una región hoy predominantemente islámica, en el Líbano conviven al menos 18 grupos religiosos diferentes.
Sin embargo, por diversos factores, ya dejó de ser un país de mayoría cristiana. El World Factbook de la CIA estimó en 2020 que hay un 67,8 % de musulmanes, 32,4 % de cristianos y 4,5 % de drusos. Esa cifra no incluye a los refugiados palestinos y sirios, mayoritariamente islámicos.
La gente común sigue sin discriminar a nadie por su religión. Pero la situación se complicó a nivel político con la llegada de Hezbolá
“El problema no es la convivencia religiosa a nivel social”, asegura el padre El-Khazen. “La gente común sigue sin discriminar a nadie por su religión. Pero la situación se complicó a nivel político con la llegada de Hezbolá. Siria ocupó el Líbano desde 1975 hasta que se retiró en 2005. Y ahora hay una invasión de Irán, a través de Hezbolá, en el dominio de la política libanesa”, dijo el padre Al-Khazen.
“En el plano social, históricamente en el Líbano cada mujer se vestía como quería. Ahora los iraníes han impuesto sus costumbres que no tienen nada que ver con las tradiciones de la sociedad libanesa”, agregó.
Un país cristiano
El cristianismo tiene profundas raíces históricas en el Líbano. Unos 600 años antes del nacimiento de Mahoma, según el Evangelio, Jesucristo llegó a predicar y a hacer milagros en lo que eran entonces las regiones paganas de Tiro y Sidón. La presencia cristiana se afirmó luego a partir del siglo IV con San Marón, que falleció en 410, y fue un evangelizador de lo que entonces era Fenicia. La iglesia maronita es hoy una de las 24 iglesias sui iuris que conforman la iglesia católica, en plena comunión con el Vaticano.
La llegada del Islam es posterior y se consolida a partir de la ocupación del Imperio Otomano, entre 1516 hasta 1918. Pero aún así el cristianismo siguió siendo la religión mayoritaria, que se fortaleció durante el imperio francés, entre 1920 y 1943.
El llamado Pacto Nacional de 1943 intenta reflejar esa identidad multirreligiosa del Líbano en un Medio Oriente mayoritariamente islámico. Según ese acuerdo, el presidente debe ser un cristiano maronita, el primer ministro un musulmán sunnita y el presidente de la Cámara Baja un musulmán chiita. Pero el equilibrio de fuerzas cambió en las últimas décadas con el crecimiento del Islam.
“La disminución proporcional de cristianos y el aumento del número de islámicos estuvo impulsada por razones demográficas, los conflictos bélicos en los países de la región y cuestiones económicas”, explicó a La Nación (Argentina) el licenciado Said Chaya, hijo de padre libanés, que dirige el Núcleo de Estudios de Medio Oriente en la Universidad Austral.
“El índice de natalidad en las familias musulmanas es mucho más alto que en las cristianas. Además, la mayoría de los refugiados palestinos y sirios que llegaron al Líbano son islámicos. Y, por último, los cristianos, sobre todo en el siglo XX, tenían mejor nivel económico como para emigrar en busca de mejores oportunidades a Europa o Estados Unidos. Eso generó un aumento del número de musulmanes”, agregó Chaya.
Ascenso de Hezbolá
El gobierno central siempre se ocupó de Beirut y las zonas montañosas, pero descuidó el sur, de mayoría chiita
Más allá de la realidad social y religiosa, hubo un factor político que fue modificando todos los aspectos de la vida libanesa: el surgimiento de Hezbolá (Partido de Dios), que se convirtió en el objetivo principal de los ataques israelíes en territorio libanés.
“El auge de Hezbolá tiene motivos históricos. El gobierno central siempre se ocupó de Beirut y las zonas montañosas, pero descuidó el sur, de mayoría chiita. La tasa de analfabetismo y los índices de pobreza eran mucho mayores entre los chiitas del sur”, explicó Chaya. El primero que realmente organizó a los chiitas fue el imán Musa Sadr con el Movimiento Amal (Esperanza) en 1974, pero él apuntó a mejorar la situación social de toda la comunidad en lo humanitario. Fue en 1979 que algunos jóvenes radicales de ese grupo se entusiasmaron con las ideas de la Revolución Islámica de Irán y se lanzaron a acciones violentas con varios atentados contra Estados Unidos e Israel, hasta que en 1985 formaron Hezbolá, y en 1982 sumaron su brazo político.
La rama política de Hezbolá llegó al poder en 2016 en una alianza con el presidente cristiano Michel Aoun (2016-2022), lo que facilitó, por ejemplo, la coordinación entre la milicia de Hezbolá y las fuerzas armadas regulares del Líbano. Pero debido a la ayuda iraní, Hezbolá está hoy mucho mejor pertrechado que las fuerzas regulares.
“Acompañando a Aoun, Hezbolá aprendió a hacer política. Y hoy es mucho más que una milicia. Se trata de un movimiento presente en todos los estratos de la sociedad libanesa”, explicó el licenciado Chaya.
Las tensiones entre los políticos cristianos y Hezbolá se agudizaron en abril pasado con el secuestro y asesinato en Biblos de Pascal Sleiman, líder del partido cristiano Fuerzas Libanesas (FL).
Para el padre El-Khazen, el crecimiento de la milicia chiita proiraní tiene consecuencias muy negativas. “Hezbolá arruinó políticamente al Líbano. Desde 2022, cuando terminó el mandato de Michel Aoun, Hezbolá bloqueó en el Congreso toda posibilidad de la elección de un presidente porque quieren que todo el poder quede en manos musulmanas. Por eso impiden la elección del presidente, que debería ser un cristiano. Los líderes maronitas, en cambio, históricamente buscaron la unidad en la diversidad religiosa. Pero desgraciadamente, eso se está perdiendo”, concluyó El-Khazen.
RUBÉN GUILLEMÍ
La Nación (Argentina) - GDA