Para el centro de investigación Brookings Institution, la nueva administración estadounidense tiene bajo sus hombros el peso de lograr encontrar “la llave” que determine el rumbo de los conflictos internacionales más urgentes: la guerra en Ucrania y las tensiones en Oriente Medio.
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Así las cosas, el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca en enero de 2025, combinado con un Senado y una Cámara de Representantes liderados por los republicanos, era el escenario más temido entre los aliados internacionales que ahora deberán reacomodarse en el tablero internacional.
En el caso de Oriente Medio, donde la guerra en Gaza ya superó el año dejando más de 43.000 muertos, Trump se considera a sí mismo el presidente “más pro-Israel de la historia”.
Firme defensor de Israel y Arabia Saudí en el pasado. Es probable que redoble su apuesta, incluso adoptando una línea aún más dura con Irán, lo que concuerda con las prioridades del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu.
Esto podría implicar, posiblemente, un acuerdo permanente que reconociera las ganancias territoriales de Rusia, incluida la anexión de Crimea en 2014
“Netanyahu parece decidido a destruir a Hamás, a Hezbolá y a los hutíes, aliados de Irán en Yemen, y a degradar gravemente las capacidades iraníes (...) También prepara una ampliación de la ofensiva en el Líbano y un ataque potencialmente devastador contra Irán en respuesta a cualquier nueva acción iraní”, explica Beth Daley, editora en The Conversation.
En ese sentido, para Daley, la elección de Trump “envalentonará a Netanyahu para actuar. Y esto, a su vez, también fortalecería la posición del nuevo presidente hacia Putin, que ha llegado a depender del apoyo iraní para su guerra en Ucrania. Trump podría ofrecer frenar al líder israelí en el futuro como moneda de cambio con Putin en su apuesta por asegurar un acuerdo sobre Ucrania”.
Justamente, en cuanto a la guerra en Ucrania, es probable que Trump intente forzar a Kiev y a Moscú al menos a un alto el fuego a lo largo de las actuales líneas del frente.
“Esto podría implicar, posiblemente, un acuerdo permanente que reconociera las ganancias territoriales de Rusia, incluida la anexión de Crimea en 2014 y los territorios ocupados desde la invasión a gran escala en febrero de 2022”, señala la analista.
En este aspecto, uno de los temores del bloque occidental europeo es que Trump le deje de suministra ayuda a la Otán, lo que supondría una importante presión para los aliados europeos de Kiev. “Trump podría, una vez más, amenazar con abandonar la alianza para conseguir que los europeos firmaran un acuerdo con Putin sobre Ucrania”, considera Daley.
Trump esté abierto a acuerdos pragmáticos y transaccionales con el presidente chino, Xi Jinping
Pero, si bien estos dos conflictos urgen en la política exterior estadounidense, la creciente rivalidad con China será el plato central que, desde la perspectiva de los centros de pensamiento estadounidenses, será un escenario de continuidad.
“Es posible que la Casa Blanca de Trump aumente los aranceles a la importación, y ha hablado mucho de utilizarlos para atacar a China. Pero también puede ocurrir que Trump esté abierto a acuerdos pragmáticos y transaccionales con el presidente chino, Xi Jinping”, comenta Daley.
En este sentido, lo que está en juego en el tablero geopolítico es el compromiso de Trump con la defensa de Taiwán y otros aliados del tratado en Asia, incluyendo Filipinas, Corea del Sur y, potencialmente, Japón.
“Pero, como demostró su relación intermitente con Corea del Norte en su primer mandato, Trump está dispuesto, en ocasiones, a ir más allá, acercándose peligrosamente a la guerra. Así ocurrió en 2017 en respuesta a una prueba norcoreana de misiles balísticos intercontinentales”, señala la experta.
Bajo ese panorama, tanto aliados como rivales, usarán los pocos días que quedan antes de que Trump regrese a la Casa Blanca para tratar de mejorar sus posiciones y conseguir cosas que serían más difíciles de hacer una vez que esté en el cargo.
STEPHANY ECHAVARRÍA
Editora Internacional
EL TIEMPO