‘Tenemos un sistema de partidos perverso’: Misión de Observación Electoral -MOE-

hace 3 horas 13

El cierre del semestre en el Congreso ha sido uno de los más tensos en los últimos años, en parte por el freno de la reforma tributaria así como por el deterioro de las relaciones entre el presidente Gustavo Petro y el Legislativo.

En este contexto, el Senado hundió la reforma política por falta de quórum. Mientras tanto, la Cámara de Representantes aprobó la ley de transfuguismo, que permite a los congresistas cambiar de partido sin perder su curul, y que continuará su trámite el próximo año.

En entrevista con EL TIEMPO, Alejandra Barrios, directora de la Misión de Observación Electoral (MOE), analizó el cierre de la agenda legislativa, que sigue en sesiones extraordinarias hasta mañana, debatiendo la reforma de la salud.

¿Cómo explicar lo que pasó el lunes en el cierre de la apretada agenda legislativa en el Congreso?

Se acumularon una serie de propuestas en materia política y electoral. A lo largo de este proceso se han presentado alrededor de 11 iniciativas de reformas. Se juntaron dos: una que entró por la Cámara de Representantes y otra que entró por el Senado de la República. En el Senado se hundió la reforma presentada por el Gobierno: era una robusta, que tenía modificaciones al sistema de partidos, esa era la base más importante. En ella se hablaba de democracia interna de los partidos, financiación de las campañas, de una reforma al Consejo Nacional Electoral y se buscaba fortalecer las organizaciones políticas a partir de un sistema de afiliados, es decir, no más partidos de cascarón, sino que debían tener afiliados para tomar sus decisiones internas. Esa se hundió. No era muy fácil de comprender, pero era muy interesante. ¿Cuál es la que termina pasando en la Cámara de Representantes? Una reforma prácticamente de un artículo único donde convergen los intereses de los diferentes congresistas. En ella se autoriza el transfuguismo una vez cada cuatro años, eso implica que se pueden cambiar de partido sin entregar la curul a la organización política.

¿Puede el transfuguismo ser contraproducente para la democracia?

Estamos hablando de 32 organizaciones políticas que no tienen un sistema democrático. ¿Qué es lo que señalan los congresistas? Que están atrapados, que son secuestrados por las organizaciones políticas que los presentaron y, por lo tanto, toman la decisión –como siempre lo intentan hacer cada cuatro años– de poder moverse de una organización política a otra. Lo problemático de esto es que no avanzamos en la resolución de controversias dentro de las mismas organizaciones políticas, que deberían tener un sistema de mecanismos para solucionar las diferencias o marcar que entre una misma organización hay varias tendencias.

Entonces, se apropiarán de la curul y pueden cambiar de partido sin tener que dar mayores explicaciones. Eso lo pueden hacer hasta cuatro meses antes de que se realice el siguiente proceso electoral. Hoy los congresistas no están atrapados, ellos escogieron el partido político, ellos financiaron su campaña y ellos tomaron la decisión de sumarse a unas posturas ideológicas. La curul es de la organización política porque los ciudadanos votan por una organización, no por una persona. 

¿Se podría decir que se está favoreciendo a esos personalismos en la política?

Efectivamente, nosotros tenemos un sistema de partidos que se ha ido volviendo perverso. De una parte, tenemos listas abiertas; en ellas, cada uno de los miembros de esa lista compite contra sus compañeros para obtener una curul. El diferencial para poder ganar unas elecciones es la cantidad de recursos que se tenga. Por eso, la propuesta que se había hecho desde el Gobierno era tan interesante: se buscaba ampliar la base de financiación por parte del Estado. Volvemos, entonces, a un sistema personalista en el que lo importante es la cantidad de recursos que tiene el candidato. No tienen un sistema democrático para la selección de candidaturas ni para la definición de coaliciones. Lo que terminamos teniendo es un enjambre de liderazgos personalistas que no ayudan a construir posturas ideológicas que diferencien los diferentes partidos entre sí. 

¿Cómo frenar eso cuando solo quedan la mitad de los debates? Se ve que el Congreso acoge esa propuesta... 

No hay sector que diga ‘no’. Uno esperaría que los partidos políticos más robustos, más grandes, con tradición, se opusieran a esta, pero parece que hay un consenso. Lo anterior porque normalmente se elige un partido que entrega un aval, no uno que represente una propuesta programática con la que se identifica el candidato. 

Los congresistas dicen que esta es una situación en la que están secuestrados en partidos con diferencias ideológicas muy grandes. 

Desde que yo me acuerdo que estamos haciendo observación electoral, algunos congresistas, no todos, terminan sintiéndose ‘secuestrados’ dentro de una organización política con la que no se identifican ideológicamente, pero el momento de hacer esa identificación ideológica no es después de quedar elegido. En el afán de poder obtener un aval, toman la decisión de inscribirse al partido político que se los acepte.

Imagina lo que va a pasar con 32 organizaciones políticas con capacidad de entregar avales. Si antes se hablaba de la dificultad de poder tener un aval, y por eso teníamos tantos grupos significativos de ciudadanos, hoy lo que van a tener los partidos es cacería de talentos para poder tener los votos y así tener congresistas, poder pasar el umbral, tener financiación de las campañas, tener acceso a los recursos de reposición de votos. El momento de pensar si uno cabe o no dentro de un partido u organización política no es cuando se ha sido elegido. Por eso era tan importante la reforma que se hundió en el Senado de la República, de iniciativa del Gobierno, porque se hablaba de militancia, de tener unas reglas claras y unos procedimientos de selección de candidaturas para la definición de coaliciones, de cómo se iban a financiar, que el diferencial no sea si yo tengo o no más plata.

En la reforma política que no pasó el debate se ponía en cuál es la mejor forma de financiamiento para que no sea comprar una curul, sino para que sea acceder por voto popular a una curul. Todo eso se perdió. Ahora estamos casi en un artículo único, diciendo ‘usted escoja a dónde se quiere pasar porque donde quedó elegido ya no le sirve’. 

¿Perdió el país con el hundimiento de la reforma política?

No solamente pierde el país, pierde también el Congreso de la República. Cuando quedó elegido ese Legislativo había muchísimas expectativas sobre él, porque hubo una renovación muy importante, entonces se esperaba que se pudiera pensar en un sistema político y electoral muchísimo más organizado, más serio, que tuviera la capacidad para hacer esas modificaciones, porque llevaba gente nueva, con aire nuevo; pero parece que cuando se llega al Congreso, esa gigante casa tiene la capacidad de ajustar y priorizar los intereses personales sobre los intereses del país. Pierde el país, pierde el sistema político de Colombia, y perdemos una gran oportunidad de una reforma política, porque ya –obviamente– en los dos años que quedan de Gobierno, que son ‘años electorales’, no se hará ningún tipo de reforma.

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