Los 113 kilómetros de costa de California que componen Big Sur tienen un atractivo histórico, casi místico, en gran parte gracias a su belleza. Con bosques de secuoyas y vistas del Pacífico, la zona ha atraído durante décadas a celebridades, artistas y millones de visitantes. De hecho, hay tantos visitantes que Kirk Gafill, de la Cámara de Comercio de Big Sur, estima que el 90 por ciento de la economía local depende del turismo.
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Pero llegar allí y vivir allí es cada vez más difícil.
La vía principal de Big Sur es la Autopista 1, una carretera panorámica de dos carriles construida entre 1919 y 1937 como parte de una iniciativa estatal para hacer de la costa una atracción turística transitable. En los últimos dos años, la zona ha sido azotada por incendios, fuertes tormentas invernales y deslizamientos de tierra que aislaron a la comunidad a veces durante meses. En marzo, un tramo de la carretera cayó al mar, restringiendo dos meses los viajes en auto a los residentes. Otro deslizamiento de tierra debilitante, ocurrido en febrero, continúa aislando la parte sur de la costa.
Es indudable que la costa se está desmoronando al mar. Aunque estos problemas no son nuevos en el área —la composición geológica de Big Sur ha hecho que los deslizamientos de tierra sean inevitables desde que la Autopista 1 fue excavada en las montañas de Santa Lucía— la frecuencia con la que ocurren ha provocado unos años difíciles. Al igual que otros destinos turísticos populares que enfrentan los efectos del cambio climático, desde Venecia hasta Australia, Big Sur enfrenta el reto de mantener el turismo y al mismo tiempo limitar el impacto de millones de visitantes en el frágil medio ambiente de la zona.
Tanto para los lugareños como para los visitantes, existe una necesidad apremiante de hacer algo para preservar lo que hay aquí, para encontrar una manera de coexistir con este paisaje impresionante. Esto es particularmente desafiante debido a la geografía singular del área, su falta de un órgano de gobierno único, además de una crisis de vivienda que amenaza con reducir aún más la población de tiempo completo de Big Sur.
“Viene gente de todo el mundo para conducir por la Autopista 1”, dijo Rob O’Keefe, director ejecutivo de la agencia de turismo See Monterey. “Y Big Sur es como nuestra Torre Eiffel”.
El Condado de Monterey recibe entre 4 y 5 millones de visitantes al año, reporta See Monterey, y muchos visitan Big Sur específicamente. En contraste, el número de residentes permanentes se acerca a los mil 500.
Esto a menudo llega a un punto crítico en el Puente Bixby Creek, un elegante arco de concreto que atraviesa una caída de 80 metros. El puente a menudo recibe un exceso de visitantes que ha provocado embotellamientos, estacionamiento ilegal y un movimiento a paso tortuga para tomar selfies que frustra tanto a los visitantes como a los residentes.
Los residentes dependen de la Autopista 1 para desplazarse al trabajo y llevar a sus hijos a la escuela.
Estas frustraciones se ven agravadas por el desafío de vivir en Big Sur. Muchos residentes han tenido que mudarse por los precios (la renta de un estudio de 28 metros cuadrados puede costar 6 mil 700 dólares al mes) y muchos trabajadores locales viven a hasta 50 kilómetros de distancia.
Kate Daniels, supervisora entrante del Condado de Monterey, dijo que más viviendas para los trabajadores en Big Sur ayudarían a aliviar los problemas de tráfico. También es fundamental para mantener el carácter del lugar. “Nuestra economía depende del turismo y las visitas”, dijo. “No tendremos una industria turística viable si las personas que apoyan esa industria ya no pueden costear vivir aquí”.
Si bien los deslizamientos de tierra y los cierres de carreteras no son nuevos, la frecuencia de los problemas en los últimos años, comenzando con un devastador incendio forestal en el 2016, parece no tener precedentes, dijo Gafill.
El mayor riesgo de incendios forestales y lluvias más intensas, ambos productos del cambio climático, amenazan con hacer más comunes a los deslizamientos de tierra, dijo Jonathan Warrick, investigador del Servicio Geológico de EU. “Estos hermosos paisajes son también paisajes muy activos”.
Los esfuerzos por mantener la belleza silvestre del área son una parte importante del Plan de Uso de la Tierra de Big Sur, que es lo más parecido a un documento rector que tiene el área no incorporada. El plan, que establece límites al desarrollo, se está actualizando por primera vez desde 1986, tomando en cuenta los nuevos desarrollos turísticos, las presiones sobre la comunidad, los problemas de incendios y la falta de capacidad en la Autopista 1.
“Es muy importante preservar y proteger este panorama, o no se tendrá sostenibilidad económica”, dijo Daniels.