Keesha Walden, una joven de 26 años originaria de Inglaterra, decidió compartir su testimonio sobre su lucha contra el cáncer de ovario, una enfermedad que fue detectada tras años de sufrir fuertes dolores que fueron ignorados por los médicos.
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Su historia pone en evidencia cómo los síntomas de este tipo de cáncer pueden ser subestimados, en su caso, como algo "normal" en las mujeres.
Walden acudió varias veces a su médico de cabecera porque experimentaba intensos dolores pélvicos, además de un aumento inexplicable de peso y cambios notorios en el tamaño de su abdomen. A pesar de esto, el especialista le aseguró que su problema se resolvería con una mejor dieta, más ejercicio y menos estrés, sugiriendo que los dolores pélvicos eran parte de ser mujer.
Síntomas que empeoraron hasta llegar a un diagnóstico
En marzo, su situación empeoró drásticamente, con dolores agonizantes en la parte inferior del abdomen y períodos menstruales irregulares. Ante la gravedad de los síntomas, fue enviada a ginecología, donde detectaron un quiste en uno de sus ovarios. Sin embargo, durante la cirugía para extraerlo, los médicos descubrieron que en realidad se trataba de un tumor canceroso de 26 centímetros, de un tamaño comparable al de una pelota de rugby.
Tras esta operación, las tomografías mostraron que el cáncer se había extendido, encontrando una nueva masa en la pelvis y tejido anormal en los pulmones. Finalmente, Keesha fue diagnosticada con adenocarcinoma mucinoso, un tipo de cáncer de ovario extremadamente raro que afecta solo al 3 % de los pacientes con esta enfermedad. Debido a la gravedad del caso, tuvo que someterse a la extirpación de ambos ovarios, el útero, el cuello uterino y el apéndice.
El impacto del mal diagnóstico médico
Walden relata cómo el diagnóstico tardío le provocó consecuencias graves que pudieron haberse evitado si sus síntomas hubieran sido tomados en serio desde un principio. "Me dijeron que todos mis controles estaban bien y que todo estaba sano, a pesar de que el médico de cabecera nunca me vio cara a cara, y me dijeron que vigilara lo que comía y hacía ejercicio ya que mi IMC era perfecto, pero la circunferencia de la cintura era muy grande", explicó Keesha sobre su experiencia.
Además, comentó que “mis preocupaciones fueron ignoradas, y me aseguraron que mis síntomas probablemente no eran nada de qué preocuparse debido a mi edad. Esta suposición llevó a un retraso significativo". Incluso, en algunas consultas, los médicos insinuaron que sus síntomas se debían a "malas elecciones de estilo de vida", sin explorar otras posibilidades.
A lo largo de su lucha, Walden compartió que su médico le repetía constantemente que solo necesitaba comer mejor, hacer más ejercicio o relajarse, lo cual no solo la hacía sentir culpable de su propio sufrimiento, sino que también impidió que profundizara en la verdadera causa de su enfermedad.
El cáncer de ovario: un enemigo silencioso
Según la Clínica Mayo, el cáncer de ovario ocurre cuando las células de los ovarios se multiplican rápidamente y pueden invadir y destruir tejidos sanos del cuerpo. Muchas veces, el cáncer de ovario no causa síntomas evidentes en sus etapas iniciales, y cuando lo hace, suelen ser malinterpretados como signos de afecciones menos graves. Los síntomas más comunes incluyen:
- Hinchazón o inflamación abdominal.
- Sensación de saciedad rápida al comer.
- Pérdida de peso.
- Dolor o molestia en la zona pélvica.
- Fatiga.
- Dolor de espalda.
- Cambios en los hábitos intestinales, como estreñimiento.
- Necesidad frecuente de orinar.
Un cambio total en la vida de Keesha Walden
Para Walden, su vida ha dado un giro total a raíz del diagnóstico. La joven admite que el futuro se ha vuelto incierto para ella, sobre todo porque, a su edad, la mayoría de las personas están enfocadas en proyectos como comprar una casa, formar una familia o construir una carrera. Sin embargo, ella siente que todo eso le ha sido arrebatado.
"Mi nueva realidad consiste en encontrar la paz con lo desconocido. El cáncer y la quimioterapia han tenido un profundo impacto en mi confianza y autoestima como mujer", expresó. El impacto físico del tratamiento ha sido devastador para ella, afectando su cabello, peso y dejando cicatrices que le resultan difíciles de aceptar. "Los cambios físicos que vienen con el tratamiento, la caída del cabello, las fluctuaciones de peso y el costo visible en mi cuerpo y las grandes cicatrices han sido difíciles de aceptar", dijo Walden.
Hoy, Keesha admite que se siente desconectada de la persona que solía ser y lucha por reconocerse en el espejo. A pesar de las dificultades, tiene un mensaje claro para todos: "Siempre escucha a tu cuerpo, si crees que algo no está bien, asegúrate de empujarlo y seguirlo. Me arrepiento de no haber sido más persistente en obtener un diagnóstico", concluyó.
FERNANDO GUEVARA
El Universal (México) / GDA
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*Este contenido fue reescrito con la asistencia de una inteligencia artificial, basado en información de El Universal, y contó con la revisión de un periodista y un editor.