“Los brasileños juegan a otro deporte”, es una frase repetida en Sudamérica en los últimos tiempos, a raíz de las Copas Libertadores sucesivas que ganaron Flamengo, Palmeiras, Fluminense, Botafogo. Sin embargo, la Selección Brasileña se encarga de contradecirlo: una y otra vez demuestra que juegan a lo mismo que el resto del continente. Y tal vez peor. No son superhombres ni mucho menos. En materia de clubes, por razones presupuestarias, pueden contratar muy buenos futbolistas de los países vecinos, también técnicos, y ser más competitivos que los otros.
Pero en la selección hay que recurrir únicamente a la industria nacional y ahí se le ven las costuras al fútbol que fue la máxima expresión universal. Que ya no lo es. Al menos lo refleja un dato sencillo: hace 23 años no gana un Mundial, y en los últimos 18 conquistó una sola Copa América, la de 2019, que se jugó en su casa.
No obstante, aunque son el objetivo de cualquier competición, no todo pasa por los títulos, también está el juego, que en el caso de Brasil fue de la máxima excelencia que el mundo haya visto. Jugar como Brasil era una meta inalcanzable para todos. Ya no. El jogo bonito es definitivamente una página bellísima pero amarillenta de la historia. Ni el último título mundial logrado en 2002 tuvo mucho de bonito. Aún con nombres estelares como Ronaldo, Rivaldo, Ronaldinho, Cafú, Roberto Carlos, Kaká, Denilson, etcétera, ese Brasil hizo una bandera del pragmatismo que proponía su entrenador Luiz Felipe Scolari. Se fue retirando esa maravillosa generación (la última buena) y comenzó el crepúsculo. La demostración más cruenta del declive fue el Mundial 2014 en su tierra. No sólo no fue capaz de ganarlo, en semifinales recibió el inimaginable 7 a 1 de Alemania, que además levantó el pie del acelerador al final.
Ronaldinho en El Campín, con la camiseta de Brasil, el 14 de octubre de 2007. Foto:Héctor Fabio Zamora / Archivo EL TIEMPO
Para agravar el cuadro, al descenso brasileño se aunó en el último tiempo la irresistible subida de su eterno rival, Argentina. La Albiceleste estuvo a un pelo de quedarse con ese Mundial 2014, luego hilvanó dos Copa América (una de ellas en el mismo Maracaná) y la corona en Catar 2022. Y hoy es el mandamás continental, por triunfos y por juego. “Los argentinos juegan con pasión”, dicen los analistas y las exglorias de Brasil, en reproche a los suyos. Argentina le volteó el historial (41 victorias a 39) y también dos técnicos. En el choque de ida en Maracaná le ganó 1 a 0 y rodó la cabeza de Fernando Diniz. Nunca había perdido Brasil de local por Eliminatorias. Y en la revancha fue el baile ya célebre del 4 a 1 que hizo insostenible la permanencia de Dorival Junior. Fue tan abrumadora e insultante la superioridad de los de Scaloni que movió los cimientos del fútbol brasileño. “Vergüenza”, “Vejamen”, “Baile”, “Paliza”, “Paseo” fueron los titulares más utilizados por los medios. Y a todos les agregaban “histórica, histórico”. A fines de enero, en el Sudamericano Sub-20, Argentina goleó 6 a 0 a Brasil, otro gancho al orgullo.
Brasil ya comienza a buscar el reemplazo de Dorival Junior. Foto:EFE y AFP
Para peor, en el podio de los dioses Pelé quedó en el fondo de la historia y los dos reyes que lo siguieron son argentinos: Maradona y Messi. Hace 18 años un futbolista brasileño no gana el Balón de Oro. En ese lapso Messi logró ocho. Ya en junio de 2016 la BBC News se preguntaba: “Cómo Brasil pudo caer tan bajo en el fútbol: ¿es un mal terminal o un proceso gradual?”. Nueve años después está aún más hundido. ¿Cuáles son las causas…? Un simple sobrevuelo muestra cuatro factores principales:
1) Se le acabaron los fenómenos, hablamos de los Pelé, Garrincha, Gerson, Tostão, Zico, Falcão, Romario y tantos más. El último que pudo ser es Neymar, aunque nunca terminó de concretar. Ahora hay Vinicius, Rodrygos, muy buenos exponentes, no supercracks como los anteriores. Incluso en la Eliminatoria actual vemos nombres ignotos o que parecen increíbles para una Selección Brasileña como André, João Gomes, Guilherme Arana, Murillo, Wesley, Renan Lodi, Caio Henrique, Carlos Augusto, Bremer, Yan Couto, Fabricio Bruno… La lista es larga. Existe en este punto un problema adicional: la exportación de figuras cada vez más jóvenes que transforma a chicos que están comenzando -caso Endrick, Roque Junior y otros- en jóvenes ultramillonarios a los 18 ó 19 años. El dinero en exceso quema los sueños. Y está el desarraigo. No es lo mismo vestir la camiseta nacional estando en Brasil que viviendo en el exterior. Un buen ejemplo es el de Vinicius y Rodrygo, elevados a niveles estratosféricos por la maquinaria promocional del Real Madrid, cuando vienen a la selección parecen cuerpos extraños. No son tanto, pareciera faltarles el marco glamoroso de Europa.
Argentina vs Brasil Foto:EFE
2) Perdió el estilo. Ya no hay una manera brasileña de jugar al fútbol, que fue única e inimitable pues estaba basada en el talento originalísimo de sus futbolistas. “El fútbol brasileño perdió la alegría”, sintetizó hace unos días Jorge Sampaoli, quien dirigió a Flamengo y Atlético Mineiro no hace mucho tiempo atrás.
3) No tiene entrenadores. Por alguna razón, un país futbolero y de 215 millones de habitantes no tiene una sola figura en la dirección técnica a quien depositar el mando de la Seleção. Celso Unzelte, jornalista y autor de diversos libros de fútbol, ve lo mismo que nosotros: “Faltan los monstruos que siempre tuvimos, que fueron muchos y estaban juntos. Neymar juega solo. Hasta Pelé estuvo rodeado de fenómenos en toda su carrera, de Rivelino, Gerson, Tostão, Jairzinho, Garrincha, Didí, Nilton Santos, Djalma Santos… Hoy, Brasil es futbolísticamente como los demás, tiene jugadores solamente buenos, con un agregado: como siempre teníamos a los monstruos, hasta en los peores momentos salíamos adelante, bastaba buscar a alguno de ellos y resolvían. Fue así siempre. Hasta la Copa de 2002 estaban Rivaldo, Ronaldo, Ronaldinho, Kaká… Por tener a esos genios no había que preocuparse por la táctica ni por los entrenadores. Y ahora que no tenemos esas individualidades nos vemos en problemas”.
Dorival Junior Foto:EFE
“Es hora de que Brasil tenga un entrenador extranjero”, acaba de declarar Ronaldo Nazario. Y efectivamente, en eso están. Los candidatos a suceder a Dorival Junior, hoy, son el chileno Manuel Pellegrini (Betis), el italiano Carlo Ancelotti (Real Madrid) y los portugueses Jorge Jesus (Al Hilal de Arabia Saudita) y Abel Ferreira (Palmeiras).
4) Perdió el poder político. Durante 41 años, desde el arribo de João Havelange a la presidencia de la FIFA en 1974 hasta la salida de Joseph Blatter a fines de 2015, Brasil gozó de una tremenda influencia en los despachos del fútbol mundial. La Canarinha, su fútbol espectáculo, era el afiche que vendía los patrocinios y la televisación en miles de millones de dólares. Y eso se traducía en un trato privilegiado de todo tipo, comenzando con los arbitrajes. Ahora, para Gianni Infantino, Brasil es uno más. Bajo esta conducción, la FIFA mira especialmente hacia Estados Unidos, al acaudalado mundo árabe, incluso al sudeste asiático. Y, como siempre, sin descuidar a Europa, que tiene 55 votos. Al no ser la superpotencia de antes y evaporarse la magia futbolística que adoraban los públicos neutrales, Brasil dejó de tener el teléfono rojo conectado con el poder.
Se pueden agregar otras razones. Estas quizás sean las principales. La pregunta es ¿volverá a ser lo que fue…? Huuuummmm… La gloria llevó su luz a otras latitudes. Y ahora es noche en Brasil, un mundo de sombras.
Último tango
JORGE BARRAZA
Para EL TIEMPO
@JorgebarrazaOk