Cristian Sosa, de 48 años, había regresado de unas relajantes vacaciones en Pinamar, Argentina, junto a su pareja. Disfrutaron de la playa y compartieron momentos con amigos, lo que lo dejó con energías renovadas para retomar su vida cotidiana.
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Cristian estaba particularmente entusiasmado con uno de sus proyectos personales: finalizar la carrera de Martillero Público Nacional.
Sin embargo, su vida dio un giro inesperado cuando, tras experimentar una infección gastrointestinal leve que lo llevó a la guardia de un hospital, días después comenzó a sentir un extraño hormigueo en su brazo izquierdo, que luego se extendió al derecho.
“Pensando que era algo muscular, no le di importancia, pero el miércoles estaba solo en mi casa, me agaché y al querer incorporarme no tuve fuerza en las piernas, no me respondían. Seguido de eso, el hormigueo se extendió a la mandíbula, pensando que era un ACV por lo que llamé a emergencias donde me trasladaron nuevamente a la guardia”, recuerda Cristian.
Un diagnóstico que cambió su vida
En el hospital, después de realizarle varios estudios y descartar un accidente cerebrovascular, los médicos le administraron analgésicos. Cristian volvió a casa, pero al día siguiente su cuerpo dejó de responder.
“Volví a mi casa por la madrugada. Me quise levantar de la cama y me caí al piso porque el cuerpo no me respondía, me ayudaron a incorporarme y como con el correr de las horas no mejoraba nuevamente, llamé a Emergencias y quedé internado en Terapia Intensiva”, relata.
A pesar de estar completamente consciente y poder hablar, Cristian ya no podía mover ninguna de sus extremidades. Su pareja, que lo acompañó durante todo el proceso, también estaba llena de incertidumbre. Finalmente, tras una punción lumbar, el diagnóstico fue claro: Cristian padecía el Síndrome de Guillain-Barré, una enfermedad en la que el sistema inmunitario ataca los nervios, provocando debilidad muscular, parálisis y otros síntomas graves.
“Lo primero que pregunté es si me iba a morir porque me asusté mucho, pero me dieron tranquilidad y me explicaron el tratamiento al que me iban a someter. Consistía en administrarme inmunoglobulina durante cinco días", explicó Cristian. Tras el tratamiento, fue trasladado a una habitación individual, pero le indicaron que necesitaría rehabilitación intensiva para recuperar su movilidad.
El largo camino de la rehabilitación
Cristian ingresó al Centro de Rehabilitación de Los Pinos en Pacheco, en Argentina, donde comenzó su proceso de recuperación. Según la doctora Betina Llanes, médica fisiatra, "cuando Cristian ingresó aquí venía en una etapa aguda de su enfermedad, con un compromiso motor severo en los cuatro miembros, donde no podía mover ni los brazos ni las piernas y tenía que ser asistido en forma completa para todas sus actividades de la vida diaria".
El equipo médico implementó un programa intensivo de rehabilitación, con el apoyo de psicólogos, kinesiólogos y terapistas ocupacionales. Uno de los aspectos más novedosos fue la canoterapia, donde el contacto con perros ayudó a estimular la movilidad de sus extremidades. “Eso en mi caso me hizo pensar mucho en mi perrita y me motivó para mover mis manos de forma rápida”, comenta Cristian con gratitud.
Avances notables en su recuperación
Después de siete meses de rehabilitación, Cristian ha logrado avances significativos. Actualmente, puede pararse y dar algunos pasos con ayuda. “He podido volver a controlar el cuerpo y recuperar la marcha en forma asistida. Hoy en día ya puedo caminar con andador acompañado por un kinesiólogo. Poder volver a mover las manos, agarrar una taza de café, girarme solo en la cama, propulsar yo mismo la silla de ruedas. Todo esto es gracias a la rehabilitación diaria que tengo mañana y tarde todos los días de la semana”, celebra.
El apoyo constante de los profesionales de la salud, así como su propio optimismo, han sido clave en su proceso de recuperación. "El paciente tuvo una gran resiliencia para afrontar esta situación... su historia nos enseña que con resiliencia todo es posible", destaca la doctora Llanes.
Para Cristian, el camino aún es largo, pero mantiene una actitud positiva. Su principal objetivo es recuperar la movilidad completa de su cuerpo, aunque reconoce que no hay una fecha fija para ello. “Lo más importante es recordar que cada pequeño avance cuenta y es el combustible para seguir avanzando en la recuperación. Ya sea volver a mover una mano, caminar con un andador o simplemente mantener una actitud positiva, cada paso es una victoria”, concluye.
ALEJANDRO GORENSTEIN
La Nación (Argentina) / GDA
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*Este contenido fue reescrito con la asistencia de una inteligencia artificial, basado en información de La Nación (GDA), y contó con la revisión de un periodista y un editor.