Al colero había que ganarle. El segundo de la eliminatoria y el subcampeón de la Copa América no debía tener problemas para tragarse de un solo estirón al peor de la tabla.
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Un detalle: antes de empezar el juego, Colombia era favorita ¡1 a 11! en las apuestas. No recuerdo una cuota así para Colombia nunca. Y cuando el partido se puso 2-0, abriéndose apenas el segundo tiempo, las apuestas subieron ¡1 a 57!
Claro que el fútbol tiene lógica general aunque a veces pasen accidentes. Y en la lógica de las realidades de Colombia y Chile, en la tabla, en el juego, en el estado de ánimo, en la localía, pues el 4-0 resultó incluso poco.
Otra vez James Rodríguez se jugó un partido descomunal en el que solo le faltó el gol. Tras destrabar el marcador, en el 1-0, el equipo se soltó y aplastó de un manotazo al zancudo chileno, con una feria de jugadas directas, de trenzas, de centros, de contragolpe y elaboradas.
El fútbol tiene su selección natural, en la que el pez grande se traga al chico, y si un equipo es más fuerte que el otro, pues le mete cuatro. Eso, además, se llama respeto por el rival. Eso, también, es responsabilidad.
El gol de Dávinson Sánchez destrabó el partido
Se sospechaba que el partido era hasta que le entrara el primero a Chile, como ocurre generalmente con los equipos chicos o en mal momento. Y tal cual...
El juego, que venía lento, muy paciente en eso de intentar no fallar el pase, con mucho tacto, se abrió en el minuto 34, en una pelota quieta, una de las fortalezas de Colombia. Cobró James, cabeceó Lucumí y, de carambola, de espaldas a la jugada, la bola pegó en la cabeza de Dávinson y se desvió al otro lado al que volaba el arquero Cortés. Si Dios lo dio, que San Pedro lo bendiga. Desde ahí ya fue otro partido.
Vino el festín en el que el pez grande no solo se comió al chico: Colombia lo que preparó fue un sancocho de pescado en fogón de leña. A los 52, Durán, que relevó Córdoba, y James presionaron la salida en corto de Chile. James interceptó el pase y dejo solito a Lucho Díaz, que liquidó. Imposible fallarlo: 2-0 y ahora sí empezaba el baile.
Colombia llegaba, pero fallaba opciones, como un cabezazo de James, un tiro cruzado de Lucho, dos pisadas en las 18 de Durán...
Hasta que entraron los goles en un partido en el que por la cantidad de cambios y la facilidad del rival parecía amistoso.
En el minuto 82, Durán, que juega a otra velocidad, terminó un contragolpe de humo de Sinisterra (otro torpedo), que le deslizó un pase exquisito al espacio y no al pie. Una mediavuelta como un trueno fue el 3-0.
Y en el descuento, Sinisterra otra vez como un cohete, rompió la barrera del fuera de lugar y con una definición imposible, metió el 4-0 por el único espacio que había entre el primer palo y el defensa parado en la línea de sentencia.
Una goleada que viene bien, así sea contra el más malo. Y viene bien por eso mismo: demuestra que el equipo está sano.
Mientras que en Colombia, el técnico Lorenzo le dio un espaldarazo a Córdoba poniéndolo de titular después de la derrota en Bolivia, en Chile pareció que el técnico Ricardo Gareca puso un equipo de carpinteros especializados en hacer cajones y camas.
GABRIEL MELUK
Editor de Deportes
@MelukLeCuenta