“El cardenal que llega como Papa sale como cardenal”, es la regla sagrada de los vaticanólogos cuando se avecina un cónclave como el que arrancará en un par de semanas en la Santa Sede. Ni el polaco Karol Wojtyla días antes de convertirse en Juan Pablo II en 1978, ni el argentino Jorge Bergoglio en vísperas de ser ungido como Francisco en 2013, aparecían en la lista de favoritos. Son apenas dos ejemplos recientes de las muchas veces en que fallaron las apuestas sobre la elección del pontífice.
Por eso, aunque los cardenales italianos Matteo Zuppi, de 69 años, arzobispo de Bolonia, presidente de la conferencia episcopal de su país y reformador como Francisco, y Pietro Parolin, de 70 años, secretario de Estado del Vaticano durante todo el papado del argentino, son los nombres más mencionados, ese favoritismo puede jugar en su contra. Les ayuda, eso sí, que después de un polaco (Juan Pablo II), un alemán (Benedicto XVI) y un argentino (Francisco), Italia está en posición de reclamar sus derechos.
Ataúd del Papa Francisco en la capilla de Santa Marta Foto:AFP
Al fin y al cabo, con 17 de los 135 cardenales electores, es el país con más votantes en el cónclave. La Iglesia católica cuenta con 252 cardenales, pero 117 son mayores de 80 años, condición que los deja fuera del grupo elector. De los 133 habilitados para votar –el cónclave más grande de la historia–, 108 (80 %) fueron designados por Francisco, lo que supone que la mayoría defienda las reformas promovidas por él.
El cambio en el tablero de los cardenales que realizó Francisco durante su papado
Francisco impulsó nacionalidades diferentes a la italiana, lo que debilitó el bloque de esa procedencia. Además, es probable que los cardenales votantes del resto del mundo piensen que, con 212 de los 264 papas desde San Pedro, Italia ha tenido más que suficiente.
Si además de ello, el cónclave quisiera darle una oportunidad a Asia, el filipino Luis Antonio Tagle, de 67 años, defensor de las reformas y de una Iglesia inclusiva, tendría buenas posibilidades. Los cardenales de ese continente forman un importante bloque de 24 electores.
Si el cónclave optara por África (con 17 cardenales con voto), enfrentaría un problema: los obispos africanos fueron duros opositores de Francisco, en especial en su rechazo a cualquier reconocimiento de los derechos de los homosexuales.
El fallecido Papa no llegó a defender el matrimonio entre parejas del mismo sexo, pero sí promovía que las parejas ‘gays’ pudiesen recibir la bendición. Unos pocos prelados africanos lo acompañaron en ello, entre los cuales estaba el ghanés Peter Turkson, de 76 años, y por eso su nombre aparece entre los papables.
Así será la elección del nuevo papa. Foto:
España, responsable de evangelizar buena parte del planeta en los siglos XVI, XVII y XVIII, solo ha tenido tres papas, entre ellos dos de una familia tan famosa como controvertida: los Borgia (Borja se llamaban en su nativa Valencia, en España). Ahora España cuenta con dos papables: Juan José Omella, de 79 años, arzobispo de Barcelona, expresidente de la conferencia episcopal española y amigo cercano de Francisco, y Carlos Osoro, de la misma edad, arzobispo emérito de Madrid y muy afín a las ideas del fallecido pontífice.
Hay cardenales de 71 países y por eso, otras nacionalidades pueden sorprender con un ganador. Los tiempos están cambiando, como lo explicaba el lunes a la cadena española Ser Román Ángel Pardo Manrique, decano de Teología de la Universidad de Salamanca: “La Iglesia se va a abrir –dijo el catedrático–. En una sociedad globalizada, todos somos vecinos. Claro que puede ser de cualquier lugar del mundo el Papa”.
Homenajes al papa Francisco. Foto:AFP
Lo que le juega a favor y en contra a Francisco en la elección de un papa que siga su proyecto
Por encima de estos nombres, y de otros mencionados desde que el Vaticano anunció la muerte de Francisco, y por encima de su nacionalidad, la gran pregunta es si el futuro papa va a seguir adelante con la agenda de reformas que el argentino impulsó con irregulares resultados.
Francisco arrancó con muchos bríos y mantuvo un discurso de cambio que a veces adquiría un tono fuerte, como cuando llamó a los obispos conservadores “farisaicos, fríos de corazón, tiesos, con sotanas negras”.
Pero, más allá de las palabras, los resultados efectivos decepcionaron a muchos. Francisco enfrentó una dura oposición en el seno de una institución a la que le cuesta mucho reformarse. En declaraciones a la Ser, Onésimo Díaz, historiador y subdirector del Centro de Estudios Josemaría Escrivá, de España, aseguró que el Papa realizó “una limpia de personas que tenía que cambiar” e impulsó “juicios y sistemas anticorrupción que eran necesarios en la Iglesia, pero ese proceso toma tiempo”.
Su muerte marca el fin de una era papal. Foto:Vatican News, Captura de redes sociales
A pesar de algunos logros, hubo una sensación de decepción, en especial en el último año de su papado, cuando estuvo casi siempre enfermo. Muchas veces, el pontífice dejó ver cuánto lo impacientaba la oposición a sus reformas. Y en el afán de avanzar, quiso imponer su mando en solitario. “Francisco terminó siendo un libertario-autoritario”, le dijo el martes al diario parisino Le Figaro el teólogo francés Jean-François Colosimo.
El desafío de su sucesor será aterrizar las propuestas de Francisco y avanzar, con más decisión y resultados, en la lucha contra la corrupción en el Vaticano y en la curia, así como en el combate contra los sacerdotes pederastas. En estas luchas y reformas, el futuro pontífice enfrentará a dos corrientes que han ido polarizando al episcopado a nivel mundial.
En los medios diplomáticos europeos damos por hecho que Washington, y en especial Vance, que es católico, a diferencia de la mayoría de los estadounidenses que son protestantes, va a intervenir en la política vaticana, lo mismo para frenar reformas en defensa de las mujeres o de los homosexuales, que en su papel internacional
De un lado, la línea conservadora que, a más de decenas de obispos africanos que se oponen a reconocer derechos a los homosexuales, tiene una base muy fuerte entre los obispos de Estados Unidos.
Esa tendencia está envalentonada con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca. Horas antes de morir, Francisco recibió en el Vaticano al compañero de fórmula de Trump, el vicepresidente JD Vance, un católico ultraconservador. El video del breve encuentro muestra que no abordaron temas importantes, y que se limitaron a un intercambio de saludos y a unos regalos –entre ellos una corbata– que el Papa le tenía a Vance.
El papa Francisco conoció el cuadro original de la Virgen de Chiquinquirá. Foto:Cortesía
Pero hay que dar por hecho que Vance –que hace pocas semanas se involucró en la política interna de Europa– querrá meter baza en lo que vaya a hacer el sucesor de Francisco.
“En los medios diplomáticos europeos damos por hecho que Washington, y en especial Vance, que es católico, a diferencia de la mayoría de los estadounidenses que son protestantes, va a intervenir en la política vaticana, lo mismo para frenar reformas en defensa de las mujeres o de los homosexuales, que en su papel internacional”, le dijo a EL TIEMPO una fuente diplomática en París.
¿Qué se puede esperar de la corriente progresista de cara al cónclave?
En la orilla opuesta a los conservadores está la línea que acompañó las propuestas reformistas de Francisco y a la que pertenecen muchos obispos italianos, franceses y españoles, lo mismo que algunos del Tercer Mundo.
Los vaticanólogos asumen que esa corriente –fortalecida por los 108 cardenales nombrados por Francisco– intentará hacer mayorías en el cónclave para garantizar que el elegido no vaya a frenar el proceso reformista.
Pero el desaparecido pontífice también fue criticado desde el ala izquierda, donde muchos prelados creyeron que se quedó corto y que lo que ahora se impone es acelerar las reformas. En esta línea es especialmente protagónico el episcopado alemán que, desde marzo de 2023, desarrolla una intensa actividad a favor de cambios más profundos y que tarden menos en llegar.
Los momentos clave del pontificado de Francisco | El Tiempo Foto:
Hace dos años, cerca de 200 obispos alemanes reunidos en Fráncfort redactaron un audaz documento con una quincena de conclusiones marcadas por una tendencia mucho más liberal que la defendida por Francisco.
Además de aprobar el acceso de las mujeres al diaconado (no al sacerdocio, al menos por ahora), los obispos germanos acordaron que, a partir de 2026, van a bendecir matrimonios de parejas del mismo sexo. Como remate, hicieron un llamado a Francisco para revisar el celibato sacerdotal obligatorio, un objetivo que va mucho más lejos de lo que el argentino llegó a plantear.
Este grupo de obispos fue acusado de estar promoviendo un nuevo cisma más de cinco siglos después de la reforma impulsada por el teólogo alemán Martín Lutero.
Ante ello, monseñor Georg Bätzing, elegido en 2020 presidente de la Conferencia Episcopal de Alemania, descartó cualquier ruptura, pero insistió en sus críticas al Vaticano por no avanzar más rápido y dijo que la lentitud de las reformas es responsable de la pérdida de fieles: 4 millones de fieles católicos, de los 24 que Alemania tenía a mediados de la década pasada, han dejado la Iglesia.
Irme Stetter-Karp, líder del grupo laico Consejo Central de Católicos, dijo entonces: “La Iglesia no puede seguir así”. “Cualquiera que se tome en serio el escándalo de la pederastia –agregó– debe trabajar de forma clara en cambios estructurales”, y no quedarse “en solo palabras”.
En España, Francia y Alemania, diferentes grupos de investigación han calculado que unos 800.000 menores fueron víctimas de abusos sexuales a manos de religiosos o personal vinculado a la Iglesia en el último medio siglo.
El papa Francisco en la basílica Santa María la Mayor. Foto:@vaticannews_es / X
El nuevo papa tendrá otra tarea complicada: lidiar con las maltrechas finanzas del Vaticano que Francisco no logró enderezar. A pesar de sus llamados a la austeridad y la transparencia, las cuentas no cuadran, mientras el secreto se mantiene sobre parte de su manejo, y sobre el origen –y el uso– de muchas donaciones.
Recientes cálculos hablan de un déficit anual crónico de 90 millones de dólares, un 7 por ciento del presupuesto, un escenario agravado por el hueco del fondo pensional de los empleados del Vaticano, que supera los 500 millones de dólares.
A las tensiones de una Iglesia dividida y camino de la polarización, hay que agregar unas finanzas en cuidados intensivos: un panorama poco alentador para quien resulte elegido por el cónclave que se avecina.