¿Se lanza Alfonso Gómez Méndez? / Entrevista con María Isabel Rueda

hace 1 semana 13

Alfonso Gómez Méndez lanza este martes una nueva publicación en la que expone sus ideas sobre cómo mejorar el estado de la democracia. En entrevista habla sobre sus intenciones presidenciales.

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Coincidirá el acto de la presentación de su libro este martes en el Gimnasio Moderno con algún plan para salir de lo que llama “la reserva activa”, en materia de política?

Definitivamente no. Ese no es el sentido del acto. Continúo en la reserva activa, mientras no se den las circunstancias políticas que permitan salir de ella. No creo por ahora que se den los fenómenos que, por ejemplo, permitieron que salieran de la reserva para ser protagonistas los generales William Salamanca y Luis Emilio Cardozo, a quienes después de haber sido pasados a la reserva, el presidente Petro resolvió nombrarlos director de la Policía y comandante general del Ejército, respectivamente.

Se me salió de la pregunta por un lado ingenioso. Pero no faltan los que piensan que en el acto de este martes, organizado por Intermedio Editores, usted podría hasta lanzar su candidatura...

Le reitero: eso no es correcto. Pero podría quedar tranquilo de que piensen eso, pues en este libro que se va a presentar está condensado mi pensamiento político y mis propuestas que he construido en el curso de muchos años para, lo que yo llamo ahora, “desbloquear la democracia”. Por ahora, vamos hasta ahí.

Ahora hablamos de esa fórmula para desbloquear la democracia. Pero antes, usted dice que las circunstancias para salir de la reserva activa no se dan. ¿Cuáles serían ellas?

No las veo por el momento, ya le explico cuáles serían. Lo que está presenciando ahora el país es una proliferación de candidatos y “candidotes”. Y una persona de mi trayectoria en el manejo del Estado no podría ser uno más dentro de esa extraña bolsa.

¿Entonces, cuáles serían esas circunstancias?

Por ejemplo, que sectores distintos del país, y hago énfasis en distintos, se reunieran en un proyecto de nación; ahí yo podría jugar no necesariamente como candidato, sino como actor político, al lado de otras fuerzas reunidas en este proyecto para sacar a la nación adelante. Para eso estoy dispuesto a aportar mi experiencia, trayectoria y conocimiento del país.

Como lo recuerda el prólogo de su libro, usted es uno de los pocos colombianos que ha ocupado los cargos más importantes del Estado: procurador, fiscal, ministro, congresista, embajador, juez. ¿Qué explica que, en lugar de estar en la reserva, no esté activo fuera de ella, preparando por ejemplo una candidatura presidencial?

Pues Felipe López lo explica muy bien en el prólogo. Que al lado de personas como Germán Vargas Lleras y Mauricio Cárdenas, yo podría estar dentro de la condición de elegible. Pero él mismo agrega que lo que está de moda es el marketing político y, con toda razón, dice que en eso no soy fuerte, yo lo reconozco.

¿Entendido ese 'marketing' cómo?

Como la forma en que se acostumbra ahora a aproximarse a la política; es decir, pagar para hacerse incluir en las encuestas, tener costosísimos asesores de imagen, preferiblemente extranjeros, como se dio en el caso de Odebrecht, hacer piruetas, mostrarse como lo que no es o hacerle el juego al populismo y decir solamente lo que la gente quiera oír, así no sea lo que le convenga al país; o poner la totuma para que sin filtro de ninguna naturaleza, entren dineros de cualquier origen. Son más o menos las mismas razones que un gran líder de este país, el intelectual y político Otto Morales Benítez, expresó en una carta que a veces releo, en donde dice por qué no podía ser candidato.

"Tengo una condición, la coherencia, que en otras circunstancias sería una ventaja, pero que hoy es una desventaja, porque lo que está de moda es el “voltearepismo”".

¿Dentro de estas cosas que usted no podría aceptar, está arrimarse a un poderoso para usarlo como trampolín presidencial?

No, porque tengo una condición, la coherencia, que en otras circunstancias sería una ventaja, pero que hoy es una desventaja, porque lo que está de moda es el “voltearepismo”. No es sino ver cuántos se subieron al bus del uribismo y ahora son sus recalcitrantes enemigos. El modelo de político en boga sería la reencarnación de Fuché, el político francés descrito por el gran biógrafo Stefan Zweig, que pasaba sin romperse ni mancharse de revolucionario, a la restauración o a los pensamientos de extrema derecha.

Hablemos del Partido Liberal. ¿Le sorprendió la reelección, nuevamente, del expresidente César Gaviria?

No me sorprendió, porque ese es un proceso que arrancó mal hace muchos años, casi 20, por un mal cálculo político de Ernesto Samper y Horacio Serpa. Ellos pensaron que, como en las dos campañas de Serpa, la del 98 y la del 2002, no se había contado con el apoyo del gavirismo, ya que Gaviria había votado por Pastrana, si lo atraían con el señuelo de ser jefe del partido (a pesar de que llevaba muchos años por fuera del país), y a su vez jefe de debate de Serpa, la candidatura se dispararía. En contra de muchos sectores socialdemócratas en los que me encontraba y que pedíamos una jefatura plural, cedieron a la exigencia de los dos, Samper y Serpa, de nombrarlo jefe único.

César Gaviria, expresidente de Colombia y jefe del Partido Liberal.

Gómez Méndez se retiró del Partido Liberal en gran medida por desacuerdos con César Gaviria y el manejo que este le ha dado a la colectividad.

Foto:Héctor Fabio Zamora. EL TIEMPO.

¿Y por qué esa historia enlaza con la de ahora?

Porque eso tuvo varias consecuencias. Primera: Gaviria les cogió la caña y se quedó desde entonces hasta hoy con la dirección liberal, particularmente con el poder de conceder avales, con lo cual amarra a los parlamentarios, a pesar de los esfuerzos de algunos de ellos, como se vio en Cartagena, que no lograron tumbarlo de la silla. Segunda: Al contrario de lo que pensaban Serpa y Samper, la candidatura comenzó a desmoronarse. En el 98 Serpa había sacado 5 y medio millones de votos contra Andrés Pastrana. En el 2002, frente a Álvaro Uribe, con quien perdió en primera vuelta, sacó 3 millones y medio. Y en la campaña del 2006, con la jefatura de debate de Gaviria -quien de entrada le puso a dos de sus amigos como precandidatos-, Serpa apenas sacó 1 millón y medio de votos, superado ampliamente por un neófito en política, el magistrado Carlos Gaviria, quien sacó 2 millones y medio de votos. Tercera consecuencia: el partido comenzó a perder espacios tanto en Senado como en Cámara, y pasó desde entonces de tener 40 o 50 senadores a tener los 13 o 14 que tiene hoy.

¿Es válida la tesis de que si Gaviria no se queda con el partido y si otros que merodeaban por ahí le hubieran quitado la jefatura, le habrían entregado el partido al petrismo?

Es que a Luis Fernando Velasco lo asocian con el petrismo, a pesar de que estuvo durante mucho tiempo con Gaviria, al igual que Juan Fernando Cristo. Ellos apenas se retiraron hace un par de años. Quien realmente se retiró desde el 2011 fui yo. Como Velasco en estos dos últimos años estuvo con Petro, algunos creyeron que el partido terminaría en el petrismo. Pero creo que eso nunca fue un riesgo real. Es más, ese sector del Partido Liberal, el gavirista, votó por Petro en segunda vuelta y hasta donde yo recuerdo sigue siendo considerado partido de Gobierno y no de oposición. Y cuántas de las reformas de Petro no han contado con el apoyo liberal… El doctor Gaviria se ha abstenido de convocar oportunamente la convención liberal, lo cual muchos liberales hemos combatido hasta jurídicamente. En cualquier país del mundo, si el jefe de un partido lo lleva a la derrota, renuncia. Eso aquí ni siquiera ha pasado. En el 2010 el partido estuvo a punto de perder la personería jurídica. Y no pasó nada.

¿Qué piensa de las amenazas de Petro contra el Estado de Derecho con el argumento de que le están cocinando un golpe de estado blando?

Comencemos por lo último. Eso solo existe en la cabeza del presidente y de sus áulicos. En general, los colombianos queremos que él termine su período para el cual fue elegido. Lo que pasa es que el presidente considera golpe blando el funcionamiento de las instituciones del Estado de Derecho. Por ejemplo, cuando la Corte Constitucional tumba medidas en las que el gobierno tiene interés. Esa es su función y no es ningún golpe blando. Ni siquiera López Michelsen, cuando la Corte Suprema de Justicia le tumbó su constituyente de 1977, se atrevió a hablar de golpes blandos. Ni Turbay cuando le tumbaron la reforma del año 79. Ni Álvaro Uribe cuando la Corte Constitucional le tumbó el referendo que le permitía aspirar a un tercer período. Los ejemplos son muchísimos más. También el presidente considera como golpe blando cuando el Consejo de Estado le tumba unos nombramientos, o saca del mundo jurídico decretos del Gobierno. O cuando el Congreso excepcionalmente se le atraviesa a sus reformas.

"El Congreso, que podría ser el gran contrapeso como lo ha sido en los EE. UU., aquí no lo es, porque por la vía del clientelismo (que no solo lo ha ejercido Petro) los presidentes terminan cooptando el Congreso".

Su libro se llama ‘Democracia bloqueada’. ¿Cómo desbloquearla?

Desbloquear la democracia significa convertir la democracia puramente electoral en una democracia real. Y esto pasa por afectar la estructura social del país, para que muchos colombianos que hoy están, por eso mismo, al margen real de la vida política, puedan participar en ella de manera verdadera. El fondo de la compra de votos está en que la gente muchas veces no tiene satisfechas sus necesidades básicas y ve en el político la posibilidad de vender su voto, de obtener una beca, un contrato, un cupo de vivienda… Eso es un remedo de democracia. Virgilio Barco trató de combatir eso a través del Plan Nacional de Rehabilitación, para que los políticos no fueran los intermediarios de las obras que las comunidades necesitan.

Usted también ha hablado de que otra fórmula es hacer efectiva la separación real de poderes...

Sí, y particularmente entre el Gobierno y el Congreso. Hoy el presidente es el director de la agenda política del país. Controla prácticamente todas las actividades a través de las superintendencias; dirige las relaciones exteriores a veces vía micrófono, como cuando en un discurso rompió relaciones con Israel; es el comandante supremo de las fuerzas militares y saca y mete desde generales para abajo sin dar explicaciones. A comienzos de su gobierno, sacó a más de 50 generales. El Congreso, que podría ser el gran contrapeso como lo ha sido en los EE. UU., aquí no lo es, porque por la vía del clientelismo (que no solo lo ha ejercido Petro) los presidentes terminan cooptando el Congreso, al punto de que el cohecho político ha estado y está de moda. Un ejemplo clarísimo es que, cuando se discutía la reelección inmediata de Uribe, más de 70 parlamentarios se declararon impedidos porque tenían familiares en el Gobierno. Y, por último, hay que hacer efectiva la responsabilidad política, que es de la esencia de la democracia. Que los ministros se vayan de su cargo no solo por delitos, sino por ineficiencia, por deslices, por conflictos de interés, por hacer plagios en la tesis de grado, por errores en la escogencia de sus funcionarios. Finalmente, a nivel de los altos cargos, tenemos el sistema de la Comisión de Acusaciones que hace que presidente, magistrados y fiscal general, en la práctica, sean impunes. Para ellos tiene que haber un tribunal de verdad y no un remedo de juez, que es el Congreso. Recuperar el control territorial del Estado, el principio de autoridad y reconstruir los partidos. Es un resumen de cómo creo yo que podríamos desbloquear la democracia en Colombia.

MARÍA ISABEL RUEDA

Especial para EL TIEMPO

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