Los nombres son una de las primeras características que nos definen desde el nacimiento. Mientras que para algunos representan un elemento esencial de su identidad, para otros pueden generar incomodidad o desconexión.
La conexión entre el nombre y la percepción personal
David Zhu, psicólogo de la Universidad Estatal de Arizona, explica que los nombres no son simples etiquetas, sino componentes cruciales de cómo nos percibimos y nos relacionamos con el mundo. Más allá de ser un identificador, el nombre forma parte de la manera en la que nos presentamos ante los demás y condiciona cómo nos vemos a nosotros mismos.
Estudios referenciados por la 'BBC', como los de la investigadora Jean Twenge, demuestran que quienes sienten desagrado por su nombre suelen presentar una autoestima más baja y dificultades en su ajuste psicológico. Esto puede ser consecuencia de un ciclo en el que la insatisfacción con el nombre refuerza una percepción negativa de sí mismo o viceversa.
Un estudio llevado a cabo en Alemania evidenció que los nombres considerados “poco atractivos” en determinados contextos, como "Kevin", enfrentan mayor rechazo social, incluso en plataformas de citas en línea. Este tipo de desaprobación puede intensificar la sensación de exclusión y moldear las relaciones interpersonales.
Cambiar o resignificar un nombre es una opción para fortalecer la identidad y aceptación personal.
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Razones comunes para el desagrado hacia un nombre
Las experiencias que alimentan este rechazo pueden ser más comunes de lo que parece y responder a situaciones como:
- Dificultad de pronunciación: un nombre complicado puede generar frustración si constantemente debe repetirse o corregirse.
- Confusiones frecuentes: tener un nombre como "Cari" que se confunde regularmente con "Carl" puede resultar agotador.
- Desconexión con la identidad: cuando el nombre no refleja cómo la persona se percibe internamente, puede generar una brecha entre la autoimagen y la percepción externa.
El contexto social también influye en la percepción de los nombres. Aquellos asociados a connotaciones negativas o poco populares suelen afectar la forma en que los demás tratan a una persona.
¿Cómo gestionar el desagrado por el propio nombre?
Una de las claves es entender que la relación con el nombre puede evolucionar con el tiempo. Algunas personas optan por cambiarlo para sentir que su identidad queda mejor representada, mientras que otras deciden resignificarlo y adoptar una perspectiva más positiva.
Al final, lo importante no es solo el nombre, sino el significado que le atribuimos. Según los expertos, un nombre puede ser una vía para abrazar nuestra individualidad. Incluso los nombres inusuales pueden ser un símbolo de originalidad, impulsando trayectorias de vida más creativas y distintivas.
Aunque pueda parecer un simple conjunto de letras, el nombre influye profundamente en la psicología y la construcción de la identidad. Resignificarlo o aceptarlo puede ser un paso importante hacia una relación más saludable con uno mismo.
GABRIELA CASTILLO
El Universal (México) / GDA
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*Este contenido fue reescrito con la asistencia de una inteligencia artificial, basado en información de El Universal (GDA), y contó con la revisión de un periodista y un editor.