En las sabanas que unen el norte de Tanzania con el Parque Nacional Amboseli en Kenia, los elefantes en busca de alimento se mueven de un lado a otro en un paisaje inclinado a la sombra del nevado Monte Kilimanjaro.
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Los animales están acostumbrados a los camiones abiertos llenos de turistas en el lado keniano y no parecen sentir ningún peligro de los visitantes apuntándoles con sus teléfonos. Al otro lado de la frontera, en el lado tanzano, que durante 30 años fue tan seguro como el parque, la gente apunta con armas, no con cámaras.
Desde septiembre, cinco elefantes macho en los alrededores de Amboseli han sido asesinados, probablemente por cazadores de trofeos, en la porción tanzana de este corredor de fauna. Al menos dos eran lo que se conoce como súper colmilludos, con colmillos tan largos que barrían el suelo.
No ha habido una serie similar de asesinatos rápidos en la zona desde mediados de la década de 1990. Los conservacionistas dicen que esto apunta a una ruptura de un acuerdo tácito entre los países que prohibía la caza en la zona fronteriza. También destaca los desafíos que enfrentan los vecinos al alinear diferentes enfoques para administrar su patrimonio de fauna compartido: Kenia prohíbe la caza y obtiene sus ingresos de fauna vía el turismo. Si bien los safaris para observar la fauna son una parte importante de la economía de Tanzania, el País también permite a los turistas adinerados cazar caza mayor.
Los asesinatos han desatado un gran revuelo en Kenia. En abril, los conservacionistas exigieron que Tanzania prohibiera la caza en un radio de 40 kilómetros de la frontera con Kenia.
Un portavoz del Gobierno de Tanzania dijo que la estrategia de conservación del País se basaba en “una base sólida de regulación, investigación y evidencia científica”. El servicio de fauna de Kenia no dio comentarios.
La matanza de elefantes en el lado tanzano hace 30 años provocó una ira similar y llevó al anuncio de una moratoria a la caza. En diciembre de 1994, tres elefantes de Amboseli fueron asesinados en rápida sucesión cerca de Longido, una ciudad a unos 14 kilómetros de la frontera, provocando un clamor en Kenia. En mayo de 1995, las autoridades de Tanzania, bajo presión de conservacionistas y científicos de Kenia y todo el mundo, anunciaron un veto de nueve meses a la caza en la zona.
La moratoria, dijeron funcionarios tanzanos, se levantaría una vez que los dos países acordaran un área de conservación clara y definida en conversaciones.
Ahí es donde las cosas se complican. Si bien viejos recortes de periódicos confirman que se anunció el veto, no está claro si alguna vez se llevaron a cabo conversaciones o si alguna vez se levantó la restricción de nueve meses. No parece existir evidencia de que se tomaran medidas adicionales.
“Todas nuestras súplicas han caído en oídos sordos”, dijo Cynthia Moss, directora del Fideicomiso Amboseli para Elefantes. Si las matanzas continúan, afirmó, los colmilludos de Amboseli quedarán exterminados en dos años.