El próximo presidente de Estados Unidos –Kamala Harris o Donald Trump– se convertirá en el comandante en jefe de la principal economía del mundo en el “momento geopolítico más peligroso desde la Guerra Fría y, tal vez, desde la Segunda Guerra Mundial”. Al menos, así lo considera Frederick Kempe, presidente y director ejecutivo del Atlantic Council al afirmar que, este año, los estadounidenses elegirán a un líder en tiempos de guerra y cuyo desenlace tendrá ramificaciones en todas partes del mundo.
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Y es que las presidenciales tienen lugar en medio de dos grandes conflictos: la invasión rusa a Ucrania y la escalada en Oriente Medio que, entre otros factores, han puesto la mira en países clave como China, Rusia o Irán. De ahí que, para el centro de investigación Brookings Institution, la próxima administración estadounidense tendría la llave que determine el rumbo de estos y otros desafíos globales.
Lo que más intriga a la comunidad internacional es que la estrategia para abordar las crisis globales, de momento, lucen diametralmente opuestas. Mientras los planteamientos de Harris están alineados en una especie de “continuidad” frente al accionar de la administración Biden, Trump se perfila hacia una postura más aislacionista debido a su promesa de poner a EE. UU. primero.
Israel seguirá respaldado por Estados Unidos, el desafío será Irán
En el caso de Oriente Medio, donde la guerra en Gaza ya superó el año dejando más de 43.000 muertos, más de 101.000 heridos y 1,9 millones de desplazados y extendiendo la escalada israelí hacia Líbano, Harris juega a una estrategia a dos bandas: por un lado, sostiene que su compromiso con la seguridad de Israel es “inquebrantable” y que se asegurará de que el país hebreo “tenga la capacidad de defenderse”, al tiempo que critica la “catástrofe humanitaria” en la Franja y promete que el sufrimiento en el enclave terminará. Le apuesta, además, a una solución de dos Estados.
Del otro lado, Trump se considera a sí mismo el presidente “más pro-Israel de la historia” –en su primer mandato reconoció a Jerusalén como capital de Israel, movió allí su embajada y promovió los Acuerdos de Abraham– y asegura que, si no es elegido, el Estado judío “dejará de existir en pocos años”.
No obstante, el exmandatario instó a las autoridades israelíes a acabar el conflicto en Gaza, afirmando que “está “perdiendo por completo la guerra de relaciones públicas”. Aunque sus referencias a la situación humanitaria en la Franja son escasas y no apoya una solución de dos Estados.
Juan Nicolás Garzón, internacionalista y profesor de la Universidad de la Sabana, considera que sea Harris o Trump el nuevo mandatario, no se espera un cambio trascendental en la posición estadounidense en Oriente Medio. En gran parte, por la alianza histórica entre Israel y Washington, pero también por la presencia de grupos de interés proisraelíes en EE. UU., que incluso hicieron aportes claves a las campañas.
En ello coincide Jon B. Alterman, director del Programa para Oriente Medio del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS), quien cree que “un gobierno de Harris probablemente seguiría los lineamientos generales de la política de Biden, aunque sin estar respaldada por la relación de 40 años con Netanyahu”, mientras que en el caso Trump, el analista destaca que Israel parece guardar la esperanza de que una presidencia suya “genere menos presiones para hacer concesiones a las aspiraciones palestinas”.
Ahora bien, Alterman señala que el principal desafío en Oriente Próximo de la futura administración –sea demócrata o republicana– es Irán.
En un momento en que la República Islámica enriquece su programa nuclear y aumenta la presión con los proxies (Hamás, Hezbolá, los hutíes y las milicias en Irak), Harris promete hacer lo necesario para que Irán no se convierta en una potencia nuclear y llama a ese país “una fuerza desestabilizadora”, en tanto que Trump va más allá al proponer una estrategia de máxima presión y un aumento de la política de sanciones.
Ucrania, dos visiones opuestas con Trump y Harris
Donde sí puede haber un cambio radical de postura, según el profesor Garzón, es en Ucrania. Mientras Harris asegura que respaldará a Kiev en su batalla contra Rusia “el tiempo que sea necesario”, el republicano sugiere que su gobierno no otorgaría ayuda adicional a ese país y que son los europeos quienes deben aumentar sus contribuciones.
Trump ha ido más allá al afirmar que el presidente ruso, Vladimir Putin, nunca se hubiese atrevido a atacar a otro país si él estuviera en el poder en EE. UU., y que se siente capaz de resolver la guerra 24 horas después de ser elegido, aunque nunca ha detallado cuál sería su estrategia.
Su fórmula vicepresidencial J.D. Vance sí asomó la posibilidad de una zona desmilitarizada en Ucrania y la renuncia de Kiev a sus intenciones de unirse a la Otán, con lo que los europeos temen que terminen ganando las demandas de Putin.
Bajo esos escenarios, Maria Snegovaya, Tina Dolbaia y Nick Fenton, analistas del CSIS, consideran que Ucrania tiene sus esperanzas puestas en una administración Harris, pero que le gustaría que esta tomara medidas más decisivas que las de Biden en términos del uso del armamento occidental contra territorio ruso.
Steve Rosenberg, editor del servicio ruso de la BBC, cree por su parte que al Kremlin parece convenirle otro resultado: “unas elecciones muy ajustadas, un resultado impugnado y un país en caos poselectoral al que le quedaría menos tiempo de preocuparse por la política exterior”.
¿Qué pasaría con la Otán y el bloque europeo?
En todo caso, quienes más temen las repercusiones de lo que decida la próxima administración para Rusia y Ucrania son los países europeos: Trump ha amenazado con dejar la Otán al reprochar que sus miembros no cumplen el objetivo de gastar el dos por ciento de su PIB en defensa y que, aun así, se ven beneficiados de la protección de la Alianza. Una postura opuesta a la de Harris, que asegura que Washington debe fortalecer sus lazos con los países de la Otán, puesto que los intereses de Putin se extienden más allá de las fronteras ucranianas.
Steven Blockman, analista del Consejo de Relaciones Exteriores (CFR), asegura que la postura del próximo presidente estadounidense respecto a la Otán tiene efectos profundos en la cohesión y la eficacia de la alianza. “Mientras una presidenta Harris reforzaría las garantías de seguridad que han sustentado la estabilidad europea; una segunda presidencia de Trump que presione por una reducción de la participación estadounidense creará incertidumbre dentro de la alianza, debilitando la arquitectura de seguridad de Europa”, explica.
Sin embargo, el tema Otán no es el único desafío que tendrá el bloque europeo con el nuevo inquilino de la Casa Blanca, para la experta Patrycja Sasnal, una presidencia de Harris también supondrá un cambio generacional que implica desafíos para el Viejo Continente.
“Con Biden nos despedimos de los políticos de la posguerra fría, visceralmente conectados con los países europeos para bien o para mal. Con Harris, Europa tendrá que abrazar un nuevo Estados Unidos, más costa oeste, profundamente conectado con Asia y América Latina”, explica.
¿Cuál es el mayor desafío global para Estados Unidos?
Javier Garay, investigador de la facultad de Finanzas, Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad Externado de Colombia, cree además que el mayor desafío en la arena geopolítica de Estados Unidos a largo plazo será China, aunque Harris y Trump también difieren en cómo abordarlo.
El magnate republicano propone aranceles para prácticamente todas las importaciones y le apunta a una fuerte guerra comercial con Pekín. Su rival demócrata, entretanto, promete que China no ganará la competencia por el siglo XXI, pero cree que ambas naciones deben competir evitando un conflicto directo.
La elección del nuevo presidente también tendrá expectante a otras latitudes como las Américas, que verán un impacto en sus acuerdos de libre comercio, sus políticas frente a la violencia, las drogas y el tema migratorio.
Will Freeman, analista del CFR, cree que Trump pondrá contra las cuerdas a los gobiernos de la región amenazando con aranceles o recortes a la ayuda para impulsar, entre otras cosas, su política contra los migrantes, y que Harris –al igual que Biden– podría seguir apostando por resolver las causas profundas de la migración y se verá más alineada con la región en materia de cambio climático o medioambiente.
Finalmente, con los cambios que surjan tras esta elección también estarán en juego el futuro de las instituciones multilaterales.
En su primer periodo, Trump abandonó la OMS, la Unesco o el Consejo de DD. HH. de la ONU y llegó a criticar a Naciones Unidas por “su burocracia y mala gestión”, por lo que se prevé que, de ganar, se mantenga en una línea crítica. Del otro lado, Harris desarrollaría una política exterior frente al multilateralismo muy similar a la de Biden y otros gobiernos demócratas defendiendo la estabilidad de las instituciones, según Garzón. En todo caso, una elección con múltiples impactos a nivel global.
ANGIE NATALY RUIZ HURTADO - REDACCIÓN INTERNACIONAL - EL TIEMPO