De manera cotidiana, Julie Goldberg come de una manera que podría describirse como “bastante normal”. Uno no tendría idea de que Goldberg, de 38 años, es una comedora competitiva que entrenaba para comer la mayor cantidad de hot dogs que jamás haya comido en su vida.
Conforme a los criterios de
Caminan entre nosotros, estos titanes del consumo calórico: trabajadores de la construcción y superintendentes escolares, granjeros y contadores. La diferencia es que cada 4 de julio, los mejores llegan en tropel a Coney Island en Nueva York para el Nathan’s Famous International Hot Dog Eating Contest.
Este año, el grupo de competidores estuvo inesperadamente abierto. En junio, Joey Chestnut, el 16 veces campeón del concurso, fue excluido de la competencia tras firmar un acuerdo de patrocinio con Impossible Foods.
La mayoría de los competidores de élite no firma contratos de patrocinio. No obstante, forman la columna vertebral de lo que no es sólo un deporte sino una tradición estadounidense.
El rango de habilidades es enorme: Chestnut tiene el récord con 76 hot dogs (y panes) en 10 minutos, 7 perros calientes menos que lo que científicos han determinado que en teoría es la máxima capacidad para un ser humano.
Patrick Bertoletti se llevó el título varonil de este año al comer 58 hot dogs. Miki Sudo, la 10 veces ganadora femenil, rompió su propio récord divisional con 51.
Goldberg empezó a competir como lo hace mucha gente: conoces a alguien que lo hace y te sugiere que también lo intentes.
George Chiger, de 45 años, conoció a Larell Marie Mele, de 60 años, en la fila de las oficinas de una compañía de cable en Pocono Summit, Pennsylvania.
“Ahí estaba esta mujer bajita frente a mí con pants de yoga y cabello morado, y está muy emocionada de regresar a Coney Island, y se comió 15 hot dogs y panes”, recordó él.
Los dos se convirtieron en compañeros de entrenamiento. Si su objetivo eran 15 hot dogs, él le decía que comería 16, a manera de motivación.
“Hicimos eso durante años”, dijo, hasta que, en el 2015, Mele lo convenció de competir en una eliminatoria de Nathan’s. “El bombeo de adrenalina era increíble”, recordó él. “Ha cambiado mi vida”.
Cuando se conocieron, Chiger, que mide 1.98 metros de estatura, pesaba unos 150 kilos. Hoy pesa alrededor de 112 kilos, un cambio que atribuye a los concursos de comer.
“Me demostró simultáneamente que, está bien, puedo consumir grandes cantidades de comida y estar realmente consciente de mi salud los otros seis días de la semana”, explicó.
El 4 de julio, se comió 28 hot dogs, mientras que Mele quedó en cuarto lugar en la división femenil con 14.5.
Igual que todos los deportes, la alimentación competitiva es cuestión de entrenar cuerpo y mente.
Para aumentar la flexibilidad de su estómago, algunos atletas se enfocan en lo que equivale a un programa de estiramiento interno, echando mano de grandes cantidades de sandía, verduras o agua.
Goldberg dijo que su mayor lucha era combatir el impulso natural de masticar.
Luego está la mente. El cuerpo no quiere consumir 6 o 20 o 72 hot dogs. Gideon Oji, de 32 años, un ex basquetbolista universitario de Nigeria, devoró 33 hot dogs el 4 de julio.
“En cierto momento, estás luchando contra tu cuerpo para retener esa comida”, apuntó.