Pacífico caucano: duras historias de violencia y los rostros de pescadores y artesanos

hace 1 día 49

EL TIEMPO viajó al litoral pacífico colombiano, desde la orilla del río Guapi hasta veredas como Sansón y comunidades aledañas, para constatar cómo los hechos violentos registrados desde 1997 —entre secuestros, confinamientos, homicidios de líderes sociales y desplazamientos forzados— han marcado el día a día de los habitantes del Cauca. Cultivos ilícitos, minería ilegal y el control territorial de grupos armados han deteriorado fuentes hídricas, restringido la movilidad y vulnerado los derechos territoriales de más de 426 desplazados en el consejo comunitario de El Playón del Río Sigüí.

Durante el recorrido, el medio recogió las historias de pescadores, bailarines y artesanos que han hecho de la pesca, la danza y la carpintería redes de resistencia frente al abandono del Estado.

En 1980 se registra la primera arremetida violenta en el territorio perpetrada por las Farc EP.

En 1980 se registra la primera arremetida violenta en el territorio perpetrada por las Farc EP.

Foto:CORTESÍA UNIDAD DE RESTITUCIÓN DE TIERRAS

Las actividades agrícolas son la única salida de las familias con desesperanza

En Guapi Abajo, la pesca no es solo un oficio; es un hilo de vida que conecta a las familias con un territorio marcado por más de veinte años de conflicto armado, pobreza y desamparo estatal. En las primeras horas de la madrugada, cuando el río Guapi aún duerme bajo la neblina, mujeres y hombres lanzan sus redes con la esperanza de capturar el sustento que les permita resistir.

Desde la 1:00 o, como mucho, las 2:30 a. m., Bercy Rodríguez Valencia empuña su red mientras la oscuridad apenas cede al primer rayo de sol. Con 28 años dedicados a la pesca, ha aprendido cada secreto del río de manos de su padre y de las historias que corren por las orillas. “La pesca es la herencia de mi familia: con ella criamos a mis siete hijos y honramos las raíces de mi comunidad”, afirma con la voz cansada por casi 60 años de lucha, intentando salir adelante y sostener a los suyos.

‘Un día de trabajo solo alcanza para pagar el combustible’

Cada día, Bercy regresa pasadas las ocho de la mañana con camarones, jaibas y pescados que venderá en el mercado local. Pero la faena —que alguna vez le otorgó estabilidad— hoy se enfrenta a costos crecientes: el motor de la canoa, la red y los permisos para pescar tienen precios que devoran hasta el 60 % de lo recaudado. “Un día en que sacamos 60 kilos apenas alcanza para pagar el combustible. El resto se va en reparaciones o en la palma de la mano de los intermediarios”, le dijo a este medio.

Cada día, Bercy regresa pasadas las ocho de la mañana con camarones, jaibas y pescados que venderá en el mercado local

Cada día, Bercy regresa pasadas las ocho de la mañana con camarones, jaibas y pescados que venderá en el mercado local

Foto:DANNA FIGUEROA

A esto se suma una alergia crónica que Bercy contrajo hace dos años por las infecciones que deja el agua, y que lo obliga a viajar a Calo en busca de atención médica. Cada ida y vuelta le roba horas al río, porque no tiene el dinero para pagar un avión: tierra y agua son su única opción. “Yo nunca he pedido limosnas, sino oportunidades: un motor nuevo que rinda, salud para poder seguir saliendo y un espacio donde secar y almacenar mi pesca sin que se eche a perder”, reclama.

Un recuerdo reciente con los GAI le pesa a ella, a su esposo y a sus hijos. Un disparo, proveniente de grupos armados ilegales, le rozó la espalda mientras faenaba cerca de una trocha controlada por disidencias de las Farc. En otra ocasión, uno de sus hijos recibió una llamada con una “muy buena oferta de trabajo”. Minutos antes de salir de casa para conocer esa supuesta oportunidad, una vecina le suplicó que no lo dejara ir, que si lo hacía, nunca volvería a ver a ese niño.

Al parecer, las disidencias supieron por qué el muchacho no asistió. Entonces procedieron a atentar contra su vida. Ella dice que eso no es nada, que Dios la salvó, y que solo es una entre tantas personas en la zona que han sido acribilladas sin culpa alguna.

Cada día, Bercy regresa pasadas las ocho de la mañana con camarones, jaibas y pescados que venderá en el mercado local

Cada día, Bercy regresa pasadas las ocho de la mañana con camarones, jaibas y pescados que venderá en el mercado local

Foto:DANNA FIGUEROA

El sueño en el aire de sus hijos por poder estudiar

También cuenta que sus siete hijos siempre quisieron ser profesionales. La única mujer soñaba con ser maestra, pero no tuvo oportunidades y hoy trabaja en un bus, en Cali. Los demás querían ser médicos o contadores, pero no lo lograron. Ahora trabajan honradamente en la pesca o prestando servicios de transporte en moto dentro de la comunidad.

Las promesas de becas, créditos o proyectos productivos se quedan en documentos archivados. “Nos dan un papel y fotos bonitas, pero en el fondo seguimos igual: sin acceso a vías seguras, sin centros de salud cercanos y sin presencia del Estado”, señala.

“Mis hijos sueñan con poder estudiar y dedicar la pesca como un arte, no como una obligación de supervivencia”, confiesa. En Guapi Abajo, cada atardecer es un recordatorio de que la verdadera red que sostiene a esa familia no está hecha de hilos de nylon, sino de solidaridad, memoria y esperanza.

Camarón de Playa: 11 desplazados del Cauca llevan currulao, bambuco y marimba desde 1976

La danza y la música son mucho más que arte para quienes han enfrentado la violencia en el Cauca: representan un sustento emocional y económico para familias desplazadas, cuyos orígenes se entrelazan entre Balsita, Chamón, Chanzará, Nueva Bellavista y otras regiones aledañas. Desde 1976, el grupo musical Camarón de Playa ha danzado y hecho resonar el currulao, el bambuco y la marimba, tejiendo relatos de memoria.

En 2024, Camarón de Playa compitió en el Festival Nacional de Marimba

Su legado seguirá danzando al borde del río

Foto:DANNA FIGUEROA

Fundado en 1976 por pescadores y artesanos de la costa pacífica, Camarón de Playa se presentó ante las comunidades por primera vez en 1979, difundiendo cantos tradicionales de Chamón, Chanzará y San Francisco. Su repertorio incluye currulao, bambuqueado y marimba, y mantiene vivas las prácticas musicales y culturales afrodescendientes.

Tras décadas de desplazamientos forzados, el corregimiento de Balsita logró reunir a los once integrantes que hoy se dedican exclusivamente al arte. Camarón de Playa también se ha presentado en Buenaventura, llevando su estética ancestral a festivales y encuentros culturales.

Todos los integrantes son desplazados víctimas de la violencia

De febrero a diciembre, Camarón de Playa ensaya todos los días sin descanso. La danza y la música son su principal fuente de ingresos: realizan presentaciones en actos comunitarios y eventos locales. “La cultura es nuestro oficio; vivimos de esto y sostenemos a nuestras familias”, dice uno de los bailarines.

En 2024, Camarón de Playa compitió en el Festival Nacional de Marimba

En 2024, Camarón de Playa compitió en el Festival Nacional de Marimba

Foto:DANNA FIGUEROA

El grupo, compuesto por once miembros —todos víctimas de desplazamiento forzado—, carga en sus cuerpos las huellas del conflicto. Uno de ellos fue obligado a huir tres veces de distintas zonas del Cauca, sufrió violencia sexual en 1995 y recuerda su labor como enfermero empírico al atender a heridos del Eln, circunstancia que lo convirtió en objetivo militar.

En Balsita el apoyo es únicamente entre ellos y son más de 400 desplazados

“Nunca he recibido apoyo psicosocial ni estatal. Somos 426 desplazados en Balsita; vivimos con miedo y sin esperanza”, cuenta, con la mirada triste, pero aún llena de pasión por la música.

En 2024, Camarón de Playa compitió en el Festival Nacional de Marimba y obtuvo el cuarto lugar entre varios grupos destacados. A pesar de sus méritos, no han recibido ningún tipo de apoyo institucional. Sus presentaciones, montadas en plazas y salones comunales, reclaman visibilidad para las víctimas y exigen programas de restitución cultural y acompañamiento psicosocial.

El colectivo denuncia el avance de la minería ilegal sobre las riberas del río Guapi y las trochas que conectan Guapi con Balsita, a tres o cuatro horas de distancia. “La extracción de oro contamina el agua y sigue desplazando a más comunidades. Allí viven 426 personas obligadas a migrar”, alertó uno de sus integrantes.

En 2024, Camarón de Playa compitió en el Festival Nacional de Marimba

El colectivo denuncia el avance de la minería ilegal sobre las riberas del río Guapi

Foto:DANNA FIGUEROA

Con más de quince años de trayectoria en el Cauca y un cuarto puesto nacional en un concurso musical en 2024, Camarón de Playa demuestra que la cultura puede ser refugio y resistencia. Mientras la institucionalidad siga ausente, su legado seguirá danzando al borde del río, reclamando presencia del Estado y justicia para las comunidades desplazadas.

El carpintero de Guapi Abajo que talla marimbas en 8-15 días y guasas diarias: resiste sin apoyo estatal junto al río

En la vereda Sansón, a orillas del río Guapi, Francisco transforma troncos de balsa y guadua en bombos, cununos y marimbas. Mientras trabaja, dice que suele ver pasar a los grupos armados y siente el pulso del abandono: “Aquí en Guapi está el nombre de la alcaldía, pero no existe”, denuncia.

Su recurso favorito son las metáforas. Francisco identifica cada instrumento según su género tonal: primero decide si el sonido será femenino o masculino. Construir un cununo le toma de cuatro a ocho días; un bombo de piel de venado macho, tres jornadas; y una marimba, entre ocho y quince días, afinada con un afinador de piano. “Es el piano de la selva”, dice mientras talla la balsa en tiempo de menguante.

Asegura que, si el Estado ofreciera apoyo real tendría los recursos para mantener viva la tradición.

Asegura que, si el Estado ofreciera apoyo real tendría los recursos para mantener viva la tradición.

Foto:DANNA FIGUEROA

Su vivienda de tabla es un legado para todo Guapi abajo

Nacido en una casa con nueve hombres y tres mujeres, Francisco vive junto a su esposa Leonila —quien trabaja con gallinas— y ambos cultivan naidíes y otros frutos para subsistir y, cuando pueden, venderlos.

Su vivienda de tablas, erigida con ayuda de Gloria, una señora de Popayán, exhibe en sus paredes fotos profesionales que recorren su vida: de joven aprendiz hasta maestro carpintero.

Asegura que, si el Estado ofreciera apoyo real tendría los recursos para mantener viva la tradición.

Fotos en las paredes de tabla de él y su familia

Foto:DANNA FIGUEROA

“La música es la alegría del ser humano”, afirma Francisco, aunque reconoce que “ya casi no venden música porque a la gente ya no le gusta este tipo de sones”. Confiesa que pasará al “potro mocho” feliz, pese a haber esperado tanto del Estado sin recibir más que palabras: “La plata tiene un orocito que daña el corazón. Quienes llevan plata terminan con la cobija de palo; nadie se la lleva al ataúd”.

Asegura que, si el Estado ofreciera apoyo real—no solo palabras—tendría los recursos para mantener viva la tradición.

DANNA VALERIA FIGUEROA RUEDA

ESCUELA DE PERIODISMO MULTIMEDIA EL TIEMPO

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