El escritor italiano Italo Calvino observó que la vida de una persona consiste en una colección de acontecimientos, el último de los cuales podría cambiar el significado del todo. En el año 79 d.C., el acontecimiento final para muchos de los habitantes de Pompeya fue la erupción volcánica que los enterró bajo una capa de 6 metros de ceniza y sedimento. Docenas conservaron su forma el tiempo suficiente como para que las capas de escombros se acumularan a su alrededor, formando impresiones que, con la descomposición del tejido blando, se convirtieron en moldes huecos perfectos.
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A partir de 1863, los arqueólogos llenaron las cavidades con yeso para crear réplicas de la agonía de las víctimas. Las narrativas giraban en torno a los moldes más evocadores: un grupo conformado por un niño y dos adultos, uno de los cuales llevaba joyas en las muñecas y en cuyo regazo estaba otro pequeño, pasó a ser conocido como la Familia de la Casa del Brazalete de Oro, mientras que un par de cuerpos entrelazados en lo que parecía ser un abrazo conmovedor fueron llamadas las Dos Doncellas.
No había ningún parentesco
Ahora, las pruebas genómicas en restos esqueléticos incrustados en los moldes han desafiado ambas interpretaciones. Como reporta la revista Current Biology, la evidencia de ADN muestra que las identidades y relaciones de los fallecidos no coinciden con las suposiciones de muchos años, basadas en gran medida en la apariencia física, el posicionamiento de los moldes y nociones románticas promovidas por la literatura y las películas de Hollywood.
El equipo de estudio, que incluyó a David Reich, genetista de la Universidad de Harvard, y David Caramelli, antropólogo de la Universidad de Florencia, en Italia, propuso que el adulto y el niño más pequeño, vistos como madre e hijo, son genéticamente un varón adulto y un niño que no tenían parentesco biológico. Los investigadores concluyeron que ninguna de las cuatro personas del grupo era pariente.
“Pudimos refutar con bastante claridad lo que los arqueólogos han afirmado acerca de que este grupo es una familia nuclear”, dijo Alissa Mittnik, genetista de Harvard.
La secuenciación genómica también mostró que al menos una de las doncellas, presuntamente hermanas o madre e hija, era en realidad un hombre.
Gabriele Scorrano, genetista de la Universidad de Copenhague que no participó en el estudio, dijo que los hallazgos confirmaron y reforzaron la mayor parte de un análisis preliminar de los moldes anunciado en el 2017 como parte del Proyecto Gran Pompeya, un programa de ocho años para estabilizar y reparar los elementos más precarios del sitio.
Se estima que el 10 por ciento de los 20 mil habitantes de Pompeya murieron cuando hizo erupción el Monte Vesubio. El arqueólogo Giuseppe Fiorelli fue el pionero en la técnica de moldes de yeso en 1860. Hasta la fecha se han realizado 104.
Catorce fueron examinados en la nueva investigación. Para Mittnik, una de las revelaciones más sorprendentes sobre los residentes de Pompeya fue su diversidad genética, que resaltaba la naturaleza cosmopolita del Imperio Romano en ese periodo. Ella lo atribuyó a la migración, la esclavitud, la conquista y el comercio.
Una conclusión para Reich es que reconstruir visualmente el pasado no es confiable y a veces es fantasioso. “Es una lección valiosa que debemos aprender cuando realizamos mediciones de cómo las personas están emparentadas con base en el ADN o su sexo molecular”, dijo. “Nos enseña algo de humildad y escepticismo sobre nuestras interpretaciones”.