Nicolás Echavarría y su ambicioso sueño en el PGA y el mundo del golf: 'Quiero ser el mejor jugador del mundo'

hace 9 horas 40

Nicolás Echavarría ya ha escrito su nombre con letras doradas en el PGA y en la historia del golf colombiano; tiene 30 años y viene de una familia de golfistas, su ídolo es Camilo Villegas y cuando era niño quería vestirse como él y hacer el ‘Hombre Araña’; hoy son buenos amigos y sigue al pie de la letra sus consejos. Su novia, la venezolana Claudia de Antonio, también fue golfista y lo acompaña a todos los torneos, tiene un equipo de cracks y ahora sueña con estar en el top ten del PGA y convertirse en leyenda. Esta es su entevista en Revista BOCAS.

La familia Echavarría respira golf, y en este momento su miembro más conocido es Nicolás, Nicolás Echavarría, con mayúsculas, el único colombiano con tarjeta en el PGA Tour, el circuito más importante del mundo, en medio de la aparición del LIV árabe. Nico —a sus 30 años— ya tiene dos títulos en el circuito (curiosamente ninguno directamente en los Estados Unidos). En el 2023 ganó el Puerto Rico Open y el año pasado obtuvo el Zozo Championship, en Japón, donde puso a trasnochar a sus fanáticos para conseguir una de las victorias más sonoras y espectaculares del golf colombiano.

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Ramón Jesurún es la nueva portada de la Revista BOCAS. Foto:Vladdo

Su novia —la venezolana Claudia de Antonio, con quien se casará a finales de año— había viajado con él a Japón y celebraron juntos, se abrazaron y llamaron a sus papás y al resto de la familia de Nico por videollamada y terminó llorando con ellos a miles de kilómetros de distancia. “Ver a todos en mi casa despiertos viendo el torneo, casi a las 2 de la mañana, y verles esa cara de felicidad… no pude controlar mis emociones y ahí mismo se me empezaron a salir las lágrimas. Su apoyo ha sido incondicional. Estoy muy agradecido con todos”, dice Nico.

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Nico creció con sus hermanos en el campo de golf. Foto:Archivo particular

A la hora de medir la importancia de su título en Japón, esta entra en un podio que encabezan las dos victorias de Camilo Villegas en los playoffs de la FedEx Cup en el 2008, cuando se impuso en el BMW Championship y The Tour Championship. Villegas, justamente, fue una de las inspiraciones de Echavarría. Doce años mayor, Camilo todavía es una de las figuras mundiales del golf y actualmente es el presidente del Consejo Asesor de Jugadores del PGA Tour, un cargo que ocupará hasta el 2027. Y muchos años atrás, cada vez que Villegas llegaba a Colombia y pasaba por el Club Campestre de Medellín, donde empezó su carrera, Echavarría lo perseguía hoyo tras hoyo para tomarse fotos con él.

El otro espejo y gran modelo de Nico fue su hermano Andrés Echavarría, un tremendo golfista que estuvo muy cerca de llegar al PGA pero una lesión lo sacó de carrera, y hoy reconoce que el menor de los Echavarría, su hermanito, además de su gran talento, aprende rápido. “Yo le llevé los palos a Nico en el primer US Junior Amateur que jugó, él tenía 16 años. No había competido mucho en Estados Unidos y menos en un torneo de esa categoría. Yo le decía qué palo pegar, a qué target apuntar, con qué potencia pegar. Ese año llegamos a la semifinal: hubiéramos podido jugar contra Jordan Spieth, pero nos metieron un putt impresionante con la punta del palo en el hoyo 18, fuimos a playoff y perdimos. Al año siguiente, en el mismo torneo, ya veía un progreso enorme en Nicolás. Ya yo no le decía qué hacer. Ya discutíamos todo. Yo le preguntaba qué sentía, y él me decía siento esto, esto y esto… Fue impresionante la evolución que tuvo Nico de los 16 a los 17 años y eso lo llevó a la Universidad de Arkansas”, dice Andrés.

Además de su talento natural, Nico se rodeó de un sólido equipo de trabajo. “Tengo al argentino Hernán Rey y a Jorge Mesa como mis profesores. Hernán viaja mucho más que Jorge a los torneos. Tengo a mi psicólogo, que es Iván Tcherkaski, también argentino; tengo a Fabián Azcárate, que es mi caddie hace muchos años; tengo un preparador físico en Jacksonville, una fisioterapeuta que viaja una vez al mes a los torneos y que también está acá en Jacksonville; tengo a Fede Arboleda, que es mi jefe de prensa; a veces tengo un profesor de juego corto… Son muchas personas las que ayudan a que esté listo para los torneos”, reveló.

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Nicolás y Camilo Villegas en los Juegos Olímpicos. Foto:Archivo particular

Todo ese grupo de trabajo fue afinando el rendimiento de Echavarría, que ha tenido una carrera en ascenso, a su paso: arrancó en el PGA Tour Latinoamérica en el 2017, una especie de tercera división; luego subió al Korn Ferry Tour en el 2019 y a finales del 2022 consiguió la tarjeta en el máximo circuito. Y ahora, a punta de trabajo, está metido entre los grandes.

“Nico tuvo diez top 25 y mejoró en todas las estadísticas importantes. En una semana fue líder en total driving, en otra fue líder en approach, en otra lideró alrededor del green y otra en putter. Simplemente, no había puesto todas las semanas en una. Faltaba eso para completar un gran año”, nos señaló el argentino Hernán Rey en una charla con Germán Calle y el autor de estas líneas. “Con el driver, que era una falencia de Nico, empezamos a hacer cambios técnicos. Nico no es un gran pegador, sumó distancia, pero lo que más sumó es consistencia”, agregó.

“En la parte técnica, su mayor virtud es la forma como controla la cara del palo. Controla mucho la línea y la trayectoria, y eso lo hace un gran jugador de hierros. Luego fuimos trabajando juntos Hernán y yo para pulir el putt, el approach, el drive, que eran las otras tres cosas que no tenía como a la par”, explicó Mesa.

La historia comenzó en Medellín, hace 30 años. Que Nico la cuente.

¿Cuál es el primer recuerdo que tiene del golf?

Creo que el jugar golf con mi abuelo, mi papá y mis hermanos es lo primero que se me viene a la cabeza en esa infancia tan linda que tuve. Gracias a ellos empecé a jugar. Viví momentos muy felices con ellos en el campo. La familia Echavarría respiraba golf.

¿Cuál de ellos influyó más para meterlo de lleno en el golf?

Cada uno tuvo un rol muy diferente. Mi abuelo me sacaba los miércoles del colegio para ir a jugar golf a Llanogrande. Él era muy cascarrabias, pero el golf lo relajaba, lo hacía sentir en un ambiente especial. Me dejó de enseñanza aprender a disfrutar la oficina que uno tiene: yo juego golf profesional, así que el campo es mi oficina. A mi papá no le gustaba competir, pero jugaba golf todos los fines de semana y disfrutaba la compañía de jugar con sus amigos y con sus hijos, entonces también me dejó otra lección: que este deporte le deja grandes amistades a uno y lo lleva a diferentes lugares. Y Andrés, la competencia: desde muy chiquito yo quería seguirle los pasos a Andrés; él desde pequeño jugaba en gran nivel, fue campeón suramericano a los 17 años, entonces me dije ‘si él lo está haciendo, yo también lo quiero hacer, quiero competir por Colombia’. Seguí sus pasos de jugar golf universitario y luego volverme profesional. Andrés me mostró ese camino.

¿Recuerda el primer torneo que ganó?

Recuerdo el primer torneo que jugué. Estaba muy chiquito, podía tener 5, 6 años. No recuerdo cuándo gané el primer torneo, pero sí la primera vez que salí de Medellín a competir: fue un torneo en Ibagué, tenía por ahí 7 años.

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Nicolás ganó el Zozo Championship en 2024. Foto:Getty Images

¿Cómo le fue?

Creo que no muy bien. Era el más pequeño de la categoría por más de un año. Pero eso me ayudó mucho a empezar a competir con niños más grandes.

¿Qué tan competitiva era la relación con Andrés en la cancha?

Andrés me lleva seis años, entonces nunca de chiquito podía competir con él. Pero sí lo hice con Miguel, que es tres años mayor que yo. A Miguel sí lo veía como mi principal rival. Todo lo quería hacer mejor que Miguel: quería saltar más alto, quería darle más duro, meter más putts. Con él pude competir un poco más. Andrés era mucho mayor y le estaba yendo mucho mejor con su nivel de golf que a mí.

¿A qué jugador se quería parecer cuando era niño?

Cuando era niño quería hacer exactamente lo que hacía Camilo Villegas: ponerme la misma ropa de Camilo, hacer el ‘Hombre Araña’. Creo que esta camada de golfistas hemos sido muy afortunados de tenerlo como ejemplo, no solo por lo que ha ganado y ha jugado, sino que yo, que lo conozco muy bien, sé la ética de trabajo, todo lo que ha vivido, lo bueno y lo malo; considerarlo como un amigo me ha ayudado mucho, porque sus consejos valen oro. De chiquito quería ser como Camilo Villegas y tenerlo ahora tan cerquita es superemocionante para mí.

¿Qué tanta cercanía tuvo con Camilo Villegas en esos primeros pasos en el golf?

Camilo estaba en la universidad cuando yo ya estaba jugando un poco más competitivo, pero cada vez que venía a Colombia y a Medellín quería sacarme una foto con él; era mi ídolo. Pude sacarme varias fotos: yo tenía 4, 5 años y lo veía como un superhéroe.

Para toda esa camada de Llanogrande hay otro personaje muy influyente, que es Rogelio González, uno de los jugadores más importantes del golf colombiano. ¿Cómo fue su relación con él?

Rogelio fue básicamente mi primer profesor y él lo que tiene de especial es esa energía de que es usted contra el resto del mundo, que usted tiene que ser el más fuerte, que tiene que ganarles a todos. Desde muy chiquito uno tiene el chip puesto, porque la mentalidad de Rogelio como profesor es única. Uno podía llegar del colegio pegándole mal y solamente con esa actitud, con esas palabras de ánimo y de poder competir, lo hacen a uno pegarle mucho mejor. La mentalidad de Rogelio siempre la llevo conmigo desde muy chiquito.

¿En qué momento notó que el golf era lo que quería hacer en su vida?

Creo que por ahí a los 15, 16 años sabía que iba a ir a la universidad y a jugar golf universitario, pero ya con bases de querer dedicarme al golf si todo salía bien en la universidad.

¿Por qué la Universidad de Arkansas?

Andrés fue a la Florida, donde estuvo Camilo, donde fue Manuel Villegas. Yo terminé yéndome a otra universidad y estoy muy agradecido de haber tomado esa decisión. Me fue muy bien, era un equipo muy competitivo, aprendí mucho desde el primer año de universidad, tener que ganarme el puesto para competir en los torneos y estar en la alineación. Tomé la decisión de irme para allá por el gran nivel de juego que había allí.

¿Había más jugadores latinos?

En el equipo de golf masculino, no. Había dos mexicanas en el de mujeres.

Lo pregunto porque cuando su hermano Andrés fue a la Florida ya habían pasado por allá Camilo Benedetti, los Villegas. Sebastián Muñoz tuvo a dos mexicanos como compañeros, Carlos Ortiz y Rodolfo Cazaubón, en North Texas. Los latinos se respaldan.

Yo no tuve esa compañía, pero después de mí sí llegaron varios latinos y todavía hay varios latinos en el equipo. Se siente gratificante ser el primer latino en el equipo de hombres y que sea un programa que ha acogido a grandes jugadores de la región.

¿Qué fue lo mejor que le dejó su paso por Arkansas?

Viajar por todo el país llevando los colores de la universidad me pareció muy chévere. El golf es muy individual, pero representando a una universidad va más en equipo, crea amistades para toda la vida. Eso fue lo que me dejaron esos cuatro años allá.

¿Se adaptó rápido?

El primer año no estaba cómodo, era un lugar nuevo, diferente, la dinámica era completamente distinta, uno tenía que seguir diferentes reglas con el coach. Los primeros meses me costaron.

¿Qué era lo que más extrañaba de Colombia?

Todo: mi casa, la comida, mis papás… A mí nunca me faltó nada de chiquito y ya uno ser una persona independiente es un cambio duro. Entonces esos primeros meses fueron complicados. Pero también agradezco haber vivido eso, porque me ayudó mucho para el futuro.

Después de terminar la universidad, ¿cuál era el plan?

Jugar un par de torneos representando a Colombia antes de volverme profesional, en enero del 2017. Ya me había ganado el cupo, tenía full status en el PGA Tour Latinoamérica. Mi primer torneo profesional fue en Bogotá, en el Club Guaymaral. Quedé de segundo.

Su tránsito hacia el PGA Tour fue más lento que el de Villegas, que llegó tras su primer año en el Nationwide, y que el de Muñoz, que lo hizo ganando en Bogotá tras una invitación. Usted tardó cinco años desde el tour latinoamericano. ¿Por qué cree que se demoró más?

Soy una persona que no tengo pena o miedo de admitir que me cuesta adaptarme a nuevas situaciones. Para mí fue un proceso saltar del PGA Tour Latinoamérica al Korn Ferry. Me costó. Y también fue difícil pasar del Korn Ferry al primer año en el PGA Tour, a pesar de que ya tenía la victoria en Puerto Rico: eran dos años de tarjeta asegurados, pero no fue fácil adaptarme. Soy una persona a la que el cambio le cuesta, pero también he aprendido eso; ahora estoy mejor preparado, ya tengo experiencia.

Andrés estuvo muy cerca de llegar al PGA Tour también. ¿Qué tanto habló con él de su experiencia?

Mucho. Cuando me vuelvo profesional ya empiezo a competir mucho más con Andrés, empezamos a viajar a muchos torneos juntos, él ya tenía mucha experiencia. Aprender cómo viajar es clave. Fueron dos años de PGA Tour Latinoamérica y el comienzo del Korn Ferry juntos, entonces me sirvió muchísimo porque él ya había vivido todo eso y tenía mucha información.

¿Cómo vivió el momento en que aseguró la tarjeta para el PGA Tour?

Esa última ronda del último torneo del año del Korn Ferry fue de muchos nervios. Pude hacer una muy buena ronda en un campo muy exigente, y ganarme el cupo para el PGA Tour fue muy gratificante por todos esos años que llevaba jugando en el Korn Ferry y tuve la oportunidad y supe aprovecharla. Fue muy emocionante.

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Nico Echavarría en la ronda final del RSM Classic 2024. Foto:Getty Images

¿Cómo llega a trabajar con sus coachs actuales, Jorge Mesa y Hernán Rey?

A Mesa lo conozco a los 13, 14 años, cuando la Federación Colombiana de Golf tenía la selección de menores. Jorge era uno de los profesores principales, había entrenamientos más o menos cada dos meses en Bogotá. Fue la primera vez que trabajé con él, me dio una guía y desde muy chiquito supe que Jorge era un profesor diferente, que el conocimiento que tenía sobre el golf y el swing era distinto.

¿Qué es lo más especial que tiene Mesa?

Jorge es una persona que te puede resolver un problema muy complicado, o hasta muy simple, en el que mucha gente no te daría una respuesta clara. Es una persona brillante, lleva mucho tiempo estudiando este deporte y ha visto tantos swings que tiene un ojo para dar clases que te diría que nadie en el mundo lo tiene.

¿Y en qué momento llega Hernán Rey, que es argentino y que además comenta para ESPN?

Empecé a trabajar con Hernán cuando me mudé a Jacksonville. Él vivía en Orlando. Estábamos en pandemia y las restricciones en Colombia eran mucho más exigentes que en otros países. No podía viajar a Colombia, ver a Jorge, ni él podía venir a Estados Unidos. Ya la gira del Korn Ferry se estaba jugando y Jorge fue el que me sugirió que era una buena opción ir a ver a Hernán. Con él me conozco muy bien, creo mucho en Hernán Rey, compitió muchos años en el Tour Europeo y valía la pena tener una segunda opinión. Hoy voy de la mano con los dos.

¿Qué es lo que más ha mejorado ese trabajo conjunto entre Jorge y Hernán?

Han hecho que mi swing sea más eficiente. Al ojo la gente no lo nota, pensará que Nicolás tiene el mismo swing de hace cinco, siete años. Los dos me han hecho mucho mejor golfista al ser más eficiente con el movimiento. Creo que esa es la clave de este deporte.

Cuando ganó en Puerto Rico su primer torneo, dijo entonces que ese título había llegado más temprano de lo esperado. ¿Lo sigue creyendo así?

El triunfo en Puerto Rico viene de semanas anteriores muy malas. Por eso dije en ese momento que el triunfo no lo veía venir. Pero el golf es así: en cualquier momento un tiro o un hoyo puede cambiar la sensación de una semana, y en Puerto Rico jugué de una manera increíble, sabiendo que las semanas anteriores había jugado muy mal. Fue de la nada que gano mi primer torneo del PGA Tour y eso me hizo cambiar la perspectiva de mi golf, de que sí tenía con qué. Y pude lograrlo.

Ese torneo lo celebró a lo Dibu Martínez con el trofeo. Eso tuvo mucha repercusión por acá.

Fue un poco polémico, je. La persona que estaba tomando la foto era argentina, el Dibu estaba de moda y pasó lo de la celebración. El Dibu me parece un jugadorazo, pero diría que no es una gran persona.

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Esta fue la particular celebración de Nicolás Echavarría en Puerto Rico. Foto:Getty Images

Ya que tocamos el tema del fútbol, ¿sigue otro deporte?

¡Prácticamente todos! Veo mucho deporte en televisión, me gusta el Barcelona, soy hincha de Nacional, estoy enterado de que están jugando un fútbol increíble. Veo deportes americanos, un poquito de todo.

Después de Puerto Rico hubo un pequeño bajón, pero luego algo cambió y volvió a subir hasta ganar en Japón. ¿Cómo fue ese tránsito?

Después de Puerto Rico fueron semanas difíciles, pero ya estaba jugando los torneos con los mejores del mundo, los campos eran más exigentes. Fue un proceso de adaptarse y sentirse cómodo, de ver a Rory McIlroy, a Scottie Scheffler. Al principio los veía y sentía que no estaba en el lugar correcto. Luego me fui adaptando y sabiendo que Nicolás tiene con qué competir contra los mejores del mundo, pero había que cambiar un poquito la mentalidad. Ahí es cuando empiezo a trabajar con un psicólogo, Iván Tcherkaski, que también trabaja con Gustavo Alfaro en la Selección de fútbol de Paraguay.

¿En qué le ayudó?

Me ayudó mucho: Iván es un psicólogo que va directo al punto, no te camufla las cosas, no te las maquilla. Él va de frente y te dice: ‘Tenés una deficiencia, que te sentís inferior jugando golf. Y si te sentís inferior en este o en cualquier deporte, no vas a poder competir, vos mismo vas a tener un autosabotaje’. El trabajo con Iván ha sido muy especial, me ha hecho creer en mí mismo, en mis habilidades, y me ha dado muchas técnicas de cómo estar en el presente y potencializar esa cabeza de competidor.

¿Qué tanto cambia la visión de la gente del Tour cuando ya ven a Nico Echavarría ganador de torneos?

Uno quiere decir que no, pero sí cambia. Lo importante es que yo sigo siendo la misma persona. Siempre me pongo una meta: que por más bien que me vaya, por más exitoso que sea, quiero ser la misma persona que me enseñaron mi papá y mi mamá, tener los pies en la tierra, ser agradecido con lo que hago, y que al final del día mi futura esposa, mi papá, mi mamá y mis hermanos me vean de la misma manera. Creo que eso es lo más importante.

¿Cómo conoció a su novia, Claudia de Antonio?

A Claudia la conocí en un torneo de golf. Ella jugó también en la universidad y representó a Venezuela en muchos torneos. La conocí en un Suramericano de mayores en el 2015, en Ecuador. Ahí empezamos a hablar y llevamos muchos años de novios. Ahora estamos comprometidos.

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Nicolás y su futura esposa: Claudia de Antonio. Foto:Archivo particular

¿Qué fue más difícil, conquistar a Claudia o ganar un torneo?

Ganar un torneo (risas)… No, mentiras, los dos.

¿Qué significa ella para usted en estos momentos?

Tengo la fortuna de que ella va a la mayoría de los torneos conmigo, casi hace parte del equipo de trabajo. Me conoce muy bien y ella también conoce lo que es este deporte y los sacrificios que se tienen que hacer, las horas de trabajo, muchos viajes que hay que hacer, entonces es una gran ventaja que ella, al haber jugado tanto tiempo golf y a un nivel tan alto, esté acá. Escogí a la pareja ideal.

¿Por qué nunca quiso ir a Augusta antes de obtener el cupo en el Masters?

No quería ir a ver el torneo porque quería ganarme el derecho de ir a ese lugar. Augusta era tocar el cielo, es un lugar especial.

¿Augusta National en vivo sí es tan especial como cuando lo veía por televisión?

Son tantos los detalles de este lugar que, si uno no había ido, es como un lugar mágico, que nunca ha conocido, pero sabe tanto de él. Eso es lo que hace tan especial a Augusta National. Al principio, cuando uno va entrando por Magnolia Lane, que es la entrada del club, uno siente que está en un lugar diferente. La casa club es muy linda; no es algo monstruoso y grande, es pequeño y sencillo, pero tiene sus detalles únicos. La gente que trabaja ahí es muy especial y sabe su nombre, los torneos que uno ha ganado. Están bien preparados en estos lugares, la comida es impresionante, muy rica. Y lo más importante, el campo de golf, uno no conocía este lugar, pero sabía todas las cosas, los secretos. Cuando uno lo ve en vivo es muy lindo, muy verde, todo maquillado a la perfección. Las lomas de los greens son impresionantes, el movimiento del campo es difícil de caminar por todas las subidas y bajadas que tiene; eso fue lo más impactante que me pareció. Es un lugar mágico.

¿Hizo alguna preparación especial para jugar el Masters?

Con Iván hicimos preparaciones de visualización, de mucha meditación, y muchas veces me refuerza que estoy ahí porque yo me lo gané, porque yo fui el que ganó el Zozo, yo gané el torneo en Japón, nadie nos está dando esto. Un poquito el ánimo de que pertenezco aquí, puedo competir con esta gente y de que por más que esta sea mi primera vez en Augusta, tengo con qué.

¿Hasta dónde cree que puede llegar en su carrera?

Yo quiero ser el mejor jugador del mundo. Y si no puedo serlo, estar en el Top 10 del mundo. En este momento estoy de 44, 45. Para poder llegar a esto hay que meterse en la pelea en los torneos grandes. Todos los torneos son importantes, pero hay algunos que cuentan más en los puntos del escalafón mundial, entonces hay que estar más cómodos ahí en lo alto de estos torneos.

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