“Me voy preocupado por el rendimiento”. ¡Por fin! “Hemos venido de momentos no tan buenos emocionalmente”. ¿No que estábamos tan tranquilos de vernos jugar tan bien? “Salimos con todo a buscar el resultado, pero nos costó sostener” ¡Hace seis meses nos pasa!
Pero bueno salvemos el ‘delay’ y convengamos que, con cuatro partidos por delante y la necesidad de sumar menos del 45 por ciento de los puntos para estar en el Mundial 2026, algo es algo.
La pregunta es si el capitán del barco está dispuesto a ser el primer pasajero en ese viaje a la introspección
Entender que hay un bloqueo que está superando al equipo es un primer paso hacia la corrección, urgente e inaplazable, de este tan sobre diagnosticado marasmo en que se convirtió el ataque y esta involución flagrante de la tarea defensiva desde el final de la Copa América. La pregunta es si el capitán del barco está dispuesto a ser el primer pasajero en ese viaje a la introspección que no va a ser agradable y que pasará por un espejo que le rebotará el miedo que hoy lo habita y por un divorcio de aquellos a quienes está amarrado, en cuerpo y alma, por cuenta del agradecimiento.
El desafío es tan grande que lo más probable es que no lo acepte. No tiene por qué: sabe que pase lo que pase no será despedido, que la clasificación está al alcance de la mano, que esos jugadores que lo trajeron hasta aquí en un viaje que sueña todo novato no lo van a soltar porque son incapaces de sacrificar sus carreras en el
camino, que por ahora se trata de flotar, nada más… ya vendrán tiempos de más marcadas turbulencias en la Copa Mundo.
Daños colaterales de una lucha contra el miedo
La tristeza es que en esa batalla contra el miedo al fracaso que lo está acorralando y esta súbita paranoia cada vez que alguien le pregunta por la rotunda evidencia de un equipo en crisis, una buena cantidad de jugadores han ido quedaron olvidados en el campo, más por desidia de su jefe que por culpa propia.
James Rodríguez y su mensaje a los colombianos. Foto:Vanexa Romero / EL TIEMPO
No necesita explicarles por qué los convoca y menos aún por qué no. Pero merece Portilla que le digan si es solo futsal lo que le hace perder el pulso con un Ríos en franco declive, si a Castaño le valdrá dejar el fútbol ruso para evitarse largos viajes y algún día le darán opción de relevar a Lerma cuando el agotamiento de jugar en su puesto y el de su vecino lo agoten, si a Marino Hinestroza no le alcanza el triplete para al menos arañar algún minuto en un Metropolitano donde ayudaría hasta con los ojos vendados, si a Arias -que todo lo hace bien en este mundo- le tocará algún día terminar un partido siendo figura y no ser el primer cambio, y más que nada, si a JuanFer Quintero le perdonarán alguna vez ser campeón continental y estar en su primer a los 32 años, para hacer lo que sabe, que es lo mismo que James pero con fondo físico. Cuando no lo tenía jugaba, ahora que lo tiene no… No sobra una explicación a tan flagrante falta de respeto.
Así va Lorenzo, como el General en su Laberinto, buscando las huellas del júbilo que antes lo desbordaba y enfrentando el desencanto que ahora lo intimida. La batalla, al final, es de sensatez. El enemigo no es el crítico, es el adulador que le dice que todo está bien cuando nada lo está. Tiene dos meses para silenciar
sus fantasmas y darle rienda suelta a su sentido común. No es tan difícil.
Jenny Gámez
Editora de Futbolred