Durante el año 1924, dos alpinistas británicos Andrew Irvine y George Mallory desaparecieron luego de que intentaran llegar a la cima del monte Everest, en una expedición que fue organizada por la Royal Geographical Society y el Alpine Club con el fin de ser los primeros en llegar a la cumbre.
Conforme a los criterios de
Esto generó un gran misterio entre los pescadores e historiadores, puesto que nunca se conoció si la dupla pudo llegar a la cima o no, así como tampoco se había encontrado algún rastro de sus cuerpos hasta el año 1999 cuando se encontraron los restos de Mallory, de acuerdo con ‘La Razón’.
En el hallazgo, su cuerpo aún tenía una cuerda atada alrededor de su cintura, lo que podría indicar que los dos estaban atados cuando uno o ambos cayeron de la montaña, pero hasta hace poco no se tenía ninguna información sobre los restos de Andrew Irvine, según ‘The New York Post’.
National Geographic encontraría una parte del cuerpo de Andrew Irvine
En medio de una expedición, el fotógrafo y director Jimmy Chin junto a los cineastas y escaladores Erich Roepke y Mark Fisher, quienes hacen parte del equipo documental de ‘National Geographic’, se encontraron con una bota que estaba derritiéndose en el hielo.
Al acercarse, notaron que el cuero del zapato estaba viejo y desgastado; su suela estaba tachonada y sujeta con clavos de acero que tenían un patrón de diamantes de una generación anterior de alpinistas. Luego, observaron a detalle su interior y descubrieron que tenía un pie que estaba dentro de un calcetín.
“Levanté el calcetín y observé una etiqueta roja que tenía ‘A.C. IRVINE’ cosido en él. Literalmente, todos corríamos en círculos soltando tacos. Es la primera evidencia real de dónde terminó ‘Sandy’”, le explicó Jimmy Chin a ‘National Geographic’.
Añadió que perder a un ser querido sin tener pistas sobre su paradero puede ser “realmente difícil para las familias”, pero este hecho también es útil para obtener “información definitiva de dónde podría haber terminado” el alpinista. Además, es “una gran pista para la comunidad de escaladores sobre lo que sucedió”.
Ante este descubrimiento, los familiares de Andrew Irvine se ofrecieron como voluntarios para dar muestras de ADN con el fin de compararlos con los restos que se encuentran en el interior de la bota y ayudar en la confirmación de su identidad.
“Es un objeto que le pertenecía y tiene un trozo de él en él. Cuenta toda la historia sobre lo que probablemente sucedió. Lo considero como algo cercano al cierre”, expresó la sobrina nieta del escalador, Julie Summers, de 64 años.
Más noticias en EL TIEMPO
LEIDY ESTEFANIA RICO ARBOLEDA
REDACCIÓN ALCANCE DIGITAL
EL TIEMPO