Mujeres del Catatumbo: atrapadas entre la violencia armada y la esclavitud sexual

El Catatumbo vive una de las crisis humanitarias más devastadoras del conflicto armado colombiano que afecta profundamente a las mujeres. En medio del fuego cruzado, son ellas las principales víctimas de un horror que combina esclavitud sexual, desapariciones y feminicidios en medio de la confrontación entre grupos armados ilegales.

Alejandra Vera, abogada y directora de la Corporación Mujer, Denuncia y Muévete, detalla con preocupación las dimensiones de esta tragedia.

“Nos preocupa profundamente los casos de explotación sexual y esclavitud sexual. Muchas no pueden salir de las zonas en conflicto. Están controladas para cocinar, lavar uniformes y, sobre todo, para satisfacer los deseos sexuales de estos hombres", denuncia.

En los últimos días, testimonios desgarradores han salido a la luz. Más de 50 mujeres permanecen retenidas en territorios dominados por los actores armados. Según Vera, muchas han solicitado ayuda para escapar, pero el rescate parece imposible.

"Nos enfrentamos a una situación donde la vida y la dignidad de estas mujeres están en manos de hombres que ven en la guerra una excusa para deshumanizarlas", añade.

Denuncias de violencia sexual

Una de las historias más recientes es la de una mujer que logró escapar desde Campo Dos, una zona rural de Tibú. Durante varios días, sobrevivió en condiciones infrahumanas. Al llegar, denunció haber sido víctima de trata de personas y explotación sexual.

“Pudo escapar gracias a que la comunidad le dio información y apoyo para activar la ruta de atención con la Defensoría”, relata Vera. Sin embargo, muchas otras no corren con la misma suerte.

Una lideresa social de la región, quien pidió reserva de su identidad, denunció que algunos de los videos difundidos muestran a varias mujeres con uniformes desgarrados, en algunos casos vestidas únicamente con ropa interior, lo que genera sospechas de posibles actos de violencia sexual antes de su muerte.

“Estamos a la espera de las necropsias para confirmar si estas mujeres fueron víctimas de agresiones sexuales. Es una situación crítica y necesitamos respuestas urgentes de las autoridades”, afirma.

Además, la lideresa condenó el presunto reclutamiento forzado de menores de edad. “Hay una denuncia de una menor que hacía parte de las disidencias y se entregó al Eln. Ellos grabaron un video que ahora están difundiendo con el objetivo de motivar a otras niñas y jóvenes a desertar y unirse a sus filas. Este video está poniendo en riesgo inminente a toda la familia de la menor”, añade.

Una violencia estructural y sistemática

La situación no es nueva en el Catatumbo. En 2019, 25 mujeres fueron asesinadas, según registros de organizaciones locales. Mientras que en Tibú, en 2021, al menos 15 mujeres fueron asesinadas en la región, 13 de ellas en menos de tres meses, según un informe de InSight Crime.

Además, desde el asesinato de la fiscal Esperanza Navas en 2021, las denuncias han disminuido por miedo a represalias. "Las mujeres saben que denunciar puede costarles la vida. Viven en un sistema donde no hay espacio para la justicia", afirma Vera.

A esta violencia se suma un control absoluto sobre el cuerpo femenino y la libre expresión. "Las mujeres jóvenes son amedrentadas por pintarse el cabello o hacerse perforaciones. En esta región, incluso la identidad personal es una amenaza para los grupos armados", explica Vera, quien advierte que las personas de orientación sexual diversa también enfrentan persecución.

Una lucha incansable

Pese a la magnitud de la crisis, la respuesta gubernamental ha sido insuficiente. Alejandra Vera insiste en la necesidad de una agenda específica para abordar la violencia sexual en contextos de guerra.

“Es urgente que se sensibilice a las mujeres y se active una ruta de atención eficaz. Las instituciones tienen que garantizar una vida digna para quienes logren salir de este infierno”, enfatiza.

La violencia en el Catatumbo no solo deja cicatrices físicas, sino heridas emocionales y sociales profundas. Mientras tanto, las mujeres siguen siendo las víctimas invisibles de un conflicto que parece no tener fin.

Alejandra Vera y su equipo continúan trabajando en Cúcuta, atendiendo casos de mujeres que logran huir del Catatumbo. "Estamos desbordados, pero cada mujer que llega es una vida que se puede reconstruir", dice con esperanza.

Según el Observatorio de Orden Público, Social y Político de la Gobernación de Norte de Santander, entre 2023 y 2024 se han reportado 1.080 delitos sexuales, de los cuales un 69 por ciento afectaron a menores de 17 años. Aunque no hay datos específicos del Catatumbo, se sabe que el 13 por ciento de los casos ocurrieron en Ocaña, uno de los municipios que más desplazados ha recibido.

Las mujeres del Catatumbo enfrentan una guerra dentro de la guerra. Su lucha por sobrevivir, alzar la voz y recuperar su libertad es una deuda que el país no puede seguir ignorando. Entre las montañas del nororiente colombiano, estas voces silenciadas reclaman justicia, protección y un futuro lejos del horror que hoy las persigue.

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ANDRÉS CARVAJAL SUÁREZ

Para EL TIEMPO