La primera pregunta que le hacen a Mateo Blanco es que dónde es. Su acento paisa y la espontaneidad al hablar delatan a un colombiano de pura cepa, aunque sus papeles dicen qu nació en Estados Unidos, en 1981. Siendo niño, sus papás se devolvieron para Medellín, y a fue allí donde se forjó su amor por las artes plásticas.
"Yo le debo mucho a Colombia y fue aquí donde me adentré en las artes. Mi mamá llevó algunas obras de artistas estadounidenses para la casa en Medellín, y allá decidió adquirir obras de artistas colombianos: Manzur, Obregón, Ramírez Villamizar...y entre esas estaba un bodegón enorme de Rafael Saldarriaga. Me impactó mucho, ¿cómo una persona puede pintar tan bonito en estos colores y en este gran formato?".
Su adolescencia transcurrió entre los bombazos del narcotráfico, las masacres y la obsesión por conocer a Débora Arango, la provocadora pintora antioqueña.
"Hasta había conseguido su teléfono, pero no me contestaba", recuerda. "Fui a su casa, y no me abrió". Mateo se sentía profundamente identificado con esta artista, adelantada para su época y de ideales irreverentes.
El homenaje de Blanco a Batman, en sus 80 años, con una escultura que tiene 1.939 Smarties. Se exhibió en el Aeropuerto Internacional de Tampa (Florida). Foto:EFE
"En esa época, en Medellín todo lo que era pecado, para mí hacía parte de la normalidad del ser humano. Entonces, que si un muchacho tenía pelo largo, le decían algo; que si a un muchacho le gustaba otro muchacho o que si la muchacha se enamoraba de la otra, era un acontecimiento en Antioquia en aquel entonces. Y yo veía eso tan normal (...) yo veía en en las obras de Débora una libertad absoluta. Por eso tenía que conocerla", dice.
Y lo logró: un día, aburrido de golpear sin éxito, lanzó su morral -lleno de libros y de piedras preciosas que coleccionaba- por encima de la tapia de la casa de Arango. Fue tal el estruendo que Elvira, la hermana de Débora, abrió la puerta.
-Buenas, vengo por mi maleta.
-Muchacho, pero usted está como muy agitado. Le voy a dar un jugo.
-Pero después del almuerzo.
-Ehhh, usted se autoinvitó a almorzar (entre risas). Siga, le voy presentar mi hermana.
Fue el comienzo de una relación de amistad y aprendizaje que perduró en el tiempo. "Débora fue mi maestra, mi mentora, mi amiga del alma y gracias a Colombia y sus consejos, soy quien soy en los Estados Unidos".
‘4 de julio de 2020’, una de las banderas de Blanco hecha con retazos de tela que usó en su grado universitario. Foto:David Tena
Sus banderas
Este febrero, Mateo Blanco expone en The Museum of Art DeLand, en Florida, donde se encuentra radicado actualmente. Su obra es una bandera de los Estados Unidos, hecha en textiles y teñida con tintes de coco, cilantro y achiote, procedentes de Colombia. Y es que las banderas se convirtieron en un tema recurrente de su trabajo artístico, que ya completa 25 años.
Todo empezó en la década del 2000 cuando regresó a Estados Unidos en busca de una libertad que no tenía en Colombia, pero más enamorado que nunca de la gastronomía, la flora, la fauna, la música y la gente de acá. Se reestablecía en un su patria natal para adelantar sus estudios universitarios.
"Lo primero que vi cuando llegué fue una bandera enorme de los Estados Unidos. Y ante esa bandera cerré mis ojos y ante Dios me prometí que me expresaría a través de las artes y que sería un gran hombre para dar la mejor imagen de Colombia en el exterior. Porque siendo americano, me siento muy orgulloso de ser colombiano", dice.
'Yellow Flag', otra de las banderas que forma parte de la obra del artista de origen colombiano Mateo Blanco Foto:Archivo Mateo Blanco
Así surgió el proyecto 'Old Glory', que lo dio a conocer y en el que ha fabricado más de un centenar de banderas en distintos materiales y con motivaciones muy variadas: la Yellow flag y la Bandera Presidencial, esta última hecha en laminilla de oro, plata y cobre -que forman parte de la exposición permanente del Instituto Butler junto a obras de Jean-Michel Basquiat y Andy Warhol -, la rosada, que es un homenaje a las mujeres enfermas de cáncer y a sus familias.
El maní y la fama mundial
Uno de los momentos de mayor impacto en la carrera de Blanco llegó cuando presentó el retrato de una famosa actriz de Hollywood que elaboró con granos de maní. Después de lograr el reconocimiento en su país natal con sus banderas, se instaló en Toronto (Canadá), donde conoció a Jim Pattison, el propietario de los museos Ripley’s Believe It or Not.
“Estuvimos hablando de que la gente estaba dejando de visitar los museos, sobre todo, los niños y los jóvenes”, cuenta. Entonces a Blanco se le ocurrió diseñar una serie ‘interactiva’ de los superhéroes de Marvel: Iron Man, Hulk y el Capitán América, pero hechos de azúcar. “Se instalaron en los diferentes museos de Ripley en el 2014, y los jóvenes empezaron a tomarse selfis, a tocar las obras; los niños incluso las probaban”.
Luego de esa versión dulce de su obra, Mateo siguió experimentando con cristales, cacahuetes, chocolate, maní, lana y chocolate. “La noticia más grande fue cuando hice el retrato de Jennifer Lawrence en maní; salió en todos los periódicos, y cuando se exhibió en el Museo Slugger de Louisville, Kentucky, en el 2016, se convirtió en la obra más visitada y fotografiada del país”.
El retrato de Jennifer Lawrence hecho con 9.000 maníes, obra del artista de origen colombiano Mateo Blanco Foto:Archivo Mateo Blanco
Además de cantar ópera –es tenor, grabó un álbum de música popular con Discos Fuentes y hasta fue invitado por el presidente George W. Bush a cantar en la Casa Blanca–, Mateo ha ‘inundado’ el país del norte con sus banderas, que se incorporan a las colecciones de los museos.
En Colombia, hay una de sus obras, que fue donada al museo Maja, del municipio antioqueño de Jericó. “Es donde nació mi abuela paterna, es un pueblo muy hermoso, culto y con una historia formidable. Yo pienso viajar este año a Colombia y, una vez la obra esté exhibida, compartir con el público”, señala.
SOFÍA GÓMEZ G.
CULTURA EL TIEMPO
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