Así cambió el destino de su familia sin hablar inglés
Cecilia, oriunda de Cartagena y madre de siete hijos, tomó la decisión de migrar tras la muerte repentina de su esposo en 1963. Durante años subsistió alquilando habitaciones y con apoyo familiar.
La motivación fue clara: en Colombia, las escuelas públicas eran casi inexistentes y la educación privada resultaba insostenible. Como señaló uno de sus hijos, Felipe, “allá uno hacía lo que fuera, hasta comer tierra, pero tenía que pagar la escuela”.
El proceso migratorio fue largo. En 1972, la familia se trasladó a Bogotá para gestionar visas en la embajada de EE. UU. Finalmente, el 27 de enero de 1973 —cumpleaños 49 de Cecilia— partieron rumbo a Houston.
El aterrizaje en Houston fue tan literal como simbólico: “Era un día gris, frío, y por primera vez tuvimos que usar abrigos”, recordó su hijo Santiago. Los niños, acostumbrados al clima tropical de Cartagena, quedaron impactados por las puertas automáticas del aeropuerto y las máquinas expendedoras de Coca-Cola. “Parecía Disneyworld”, relataron a la revista citada.
Pero la barrera idiomática fue más que complicada. No hablaban inglés y muchos fingían entender para no ser marginados. Claudia sufrió una parálisis emocional. Sylvia no sabía si debía rezar en español o inglés. Santiago dejó de hablar por semanas. Para sobrevivir, los hermanos inventaron una lengua ficticia que imitaba el inglés. “Peligris, peligris”, decían cuando se sentían amenazados.
En ese entonces, Houston no era el centro migratorio que es hoy. Según el Migration Policy Institute, recién en 2013 fue reconocida como “la ciudad más diversa de EE. UU.”. En 1973, los colombianos eran un grupo sin visibilidad. Aun así, Cecilia eligió Houston por una simple razón: allí vivía su hija mayor, Mary Luz, quien había emigrado en 1969.
Durante un año, los nueve miembros de la familia compartieron una pequeña casa en Alief. Repartían gastos, turnos de trabajo, un solo automóvil y muchas tareas. “Nunca lo vimos como sacrificio, era lo normal”, explicó Claudia.
La familia emigró a Texas Foto:iStock
Pronto, cada hijo se integró al sistema educativo local, y con el tiempo formaron nuevas familias, iniciaron negocios y se establecieron como profesionales.
Cecilia falleció en 1998. Dejó un ejemplo más que clave en su descendencia. “Ella no sabía qué iba a pasar, pero sabía que quería una vida mejor para sus hijos. No tenía dinero ni opciones. Solo lo hizo”, dijo Santiago. Y agregó: “Gracias a su decisión, hoy todos estamos aquí”.
Sin dinero y oportunidades, dejó más que un legado. Como dijo su nieto Alex: “Tal vez si mi abuelo no hubiera muerto, nunca habríamos migrado. Pero de esa tragedia nació nuestra oportunidad”.