Este domingo puede ser campeón de Premier League. Sería el segundo colombiano en la historia (después de Juan Guillermo Cuadrado) pero el primero que lo logra siendo protagonista, saliendo figura, cargando sobre sus hombros el peso de un equipo agotado y rescatándolo cuando amenazó con venirse abajo.
No es susceptible de discusión que la figura excluyente del club es Mohamed Salah (no en vano la planificación de las próximas temporadas dependió hasta hace unos días de su renovación), pero también resulta evidente que, de no ser por Luis Díaz, hasta la Premier habría corrido la misma suerte de FA Cup, Carabao Cup y Champions League, todos los títulos que buscaba el rojo y que terminaron en decepciones, pues el declive en el rendimiento los cobijó a todos, menos al guajiro.
Liverpool Foto:EFE
Cuando fallaron Salah y van Dijk, se nublaron Jota y Núñez, se lesionó Gakpo y se empezó a despedir Alexander-Arnold, el colombiano fue el hombre de la asistencia que resolvió el derbi contra Everton, el único rescatable de la debacle contra Fulham (3-2), el que abrió un partido enredadísimo contra West Ham (2-1) y el que en la próxima jornada, o a más tardar el 27 de abril en Anfield, coronará una carrera de sacrificios y dificultades con el máximo galardón de la liga más importante del mundo.
Y en el intermedio lo señalaron, exigieron su salida para hacer caja y lo criticaron con dureza por su falta de gol en una temporada de 15 anotaciones y 5 asistencias, que ya es la segunda mejor de su carrera detrás de aquella del 2022 en la que jugó medio año en Porto y medio en Anfield, firmando 22 goles y 11 asistencias. Tienen derecho de exigir el doble dígito de Mané, pero no a ignorar que Díaz, contra todo pronóstico, mejoró sensiblemente su rendimiento de la mano de Slot, aprendió a jugar en más de una posición y ha sido fundamental en lo que en pocos días será el más destellante triunfo de su palmarés.
Cualquier otro club estaría corriendo por su renovación
Lo extraño es que ese rendimiento, que en cualquier otro lugar del mundo provocaría prisa y hasta angustia por la renovación y la satisfacción total de las necesidades del jugador, en Liverpool no parece ser una prioridad.
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Es cierto que se vencen los contratos de Salah y van Dijk y eso exigía apurar sus renovaciones y que con Díaz y un vínculo hasta 2027 había más margen de maniobra, pero también lo es que su inconformidad por su status salarial en la plantilla no es nueva y a nadie parece parecerle un asunto que requiere atención.
Díaz no es comparable con Salah y un nuevo contrato que rondaría las 400 mil libras esterlinas por semana, pero lo que pasa con el resto de la plantilla casi raya en lo ofensivo: no tiene explicación suficiente que mientras el guajiro gana 55 mil libras esterlinas, otros sin su influencia y regularidad facturen hasta tres veces más, como es el caso de Gravenberch (150 mil), Szoboszlai (120 mil), Nuñez (120 mil), Gakpo (140 mil) o Robertson (100 mil). Más allá de que desde el comienzo estuvo mal negociado todo, es muy claro que si hasta Konaté (70 mil) y Tsmikas (75 mil) lo superan y él solo está por delante de Endo (50 mil), algo de razón tiene y mucha atención merece su reclamo.
Él no se queja, no protesta, pero no significa que puedan pasarle por encima sin preocuparse por retener no solo al hombre más valioso de la plantilla (85 millones de euros es su cotización en Transfermarkt) sino a un hombre fundamental como socio del egipcio al que acaban de renovar. El desequilibrio se les puede salir de las manos.
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Sí, es verdad que con 28 años y los millones árabes rondando, puede ser moneda de cambio para que Slot arme el equipo que quiere y ni el que le dejó Klopp. Tener tres años más que Gakpo tampoco suma. Pero a la hora de la presión de la competencia y la resolución de títulos ninguna de esas promesas ha dado el resultado que sí garantiza Luis Fernando. Si al final se va estará en todo su derecho: ganará él asegurando su futuro y perderá Liverpool a un indiscutible al que no valoró lo suficiente. Están todos advertidos.
Jenny Gámez
Editora de Futbolred
Para EL TIEMPO