Lo que está en juego tras las propuestas sobre Gaza

hace 4 horas 11

La Franja de Gaza era, en el pasado, un lejano lugar del Medio Oriente que asociaba pueblos legendarios, en especial los filisteos o filistinos. Fue parte del viejo imperio egipcio, pero también perteneció, en su momento, a algunos imperios como los babilonios, persas, fenicios y romanos. Más tarde, los cruzados estuvieron en parte del territorio, que era también un sitio de paso entre Asia Menor y Egipto. El imperio inglés, que se extendió en buena parte de la región, también vio la Franja entre sus mapas.

A diferencia de la zona de Cisjordania y de Jerusalén, que han tenido una colonización mucho más diversa en el pasado, puede registrarse en Gaza una línea más identificable hasta los actuales palestinos. Ello explica en buena medida su adhesión persistente y profunda a un terruño, con independencia de si no era un país poderoso, una potencia imperial o una región expansionista.

Lo anterior explica un hecho importante: en los 15 meses de guerra de Israel en Gaza, desde octubre de 2023, los habitantes palestinos de Gaza no parecen haber intentado huir de la Franja; solo hubo una ligera presión inicial sobre la zona egipcia cerca de Rafah, pero no fue fundamental. Cierto es que el gobierno del presidente egipcio, Abdelfatah Al Sisi, decidió sabiamente no aceptar habitantes de Gaza en su territorio como consecuencia de la guerra de Hamás con Israel, pues adujo públicamente que ello habría implicado dar luz verde a un desplazamiento poblacional que no solo era contrario a las normas del Derecho Internacional reconocidas universalmente, sino también porque ello habría implicado una pérdida de su territorio por parte de los palestinos gazatíes.

Fue exactamente el mismo planteamiento de otro país limítrofe de Palestina, aunque no por el lado de Gaza: Jordania. El rey Abdulá, a quien nadie en sus cabales podría identificar con intereses antioccidentales (lo mismo que en el caso de Egipto), ha sido también enfático sobre el tema. El asunto es que no se trata de si está cercano o lejano a EE. UU., a Rusia, a China o a cualquier otra potencia con pretensiones globales. El problema es que, en la región, el asunto palestino tiene una importancia fundamental.

Recordemos que, aunque parezca algo más formal que real, en el fondo no lo es, en todas las reuniones de jefes de Estado y de ministros de Relaciones Exteriores de la Liga Árabe, quienes toman la palabra introducen sus intervenciones con el amable protocolo de rigor y luego mencionan (sin excepción alguna) una referencia expresa a la importancia del Estado Palestino y de Jerusalén (bajo el nombre árabe Al Quds) como su capital. Es un hecho simbólico de extraordinaria importancia.

Pero, además de los países limítrofes y de la Liga Árabe, un factor esencial es la posición de Arabia Saudí, no solo por ser el mayor exportador de petróleo del mundo, sino por un hecho singular: dos de las tres ciudades sagradas del islam, La Meca y Medina, están en su territorio. Y se supone que una de las obligaciones de todo musulmán es efectuar una extensa peregrinación a estos lugares, por lo menos una vez en su vida. El peso de Arabia Saudí en estos temas es, pues, un factor a considerar cuando hablamos de política regional e incluso global.

Acuerdos de Abraham

Ahora bien, cuando comenzaron a darse algunos acuerdos entre varios países árabes con Israel para intentar mecanismos de convivencia regional, llamados ‘Acuerdos de Abraham’, –haciendo referencia al Patriarca del mismo nombre, reconocido por igual por musulmanes y judíos–, era algo así como un punto de encuentro con el pasado, intentando construir algunos elementos de futuro entre pueblos diferentes, pero emparentados de alguna manera. La denominación de los acuerdos se dio para una eventual aproximación entre Israel y dos de los países del golfo: Emiratos Árabes y Baréin; posteriormente se incorporaron Marruecos y Sudán. Desde un comienzo, algunos jefes de Estado manifestaron su descontento por el hecho de que dichos pactos no mencionaran de manera expresa el tema del Estado Palestino. Estos acuerdos son distintos a los arreglos de Israel con Egipto, Jordania y Siria, luego de sus guerras.

Algunos analistas políticos de la región, e incluso fuera de ella, sugieren que el asalto inédito de Hamás sobre territorio israelí, que dio origen a los desarrollos trágicos de Gaza, puede haberse debido a una reacción contra la aparente intención saudí de adherir a los Acuerdos de Abraham. Es posible que esa haya sido la lectura de Hamás y los sangrientos hechos de octubre. Esa lectura podría sostenerse de alguna manera. Pero también es necesario ver la versión desde el otro lado, en especial después de transcurrido el 2024, y en especial en la actualidad.

Una cosa es propiciar la reconstrucción de un país vencido, como los casos exitosos de Japón y Alemania, y otra es expulsar a la población local para reconstruir”

El gobierno saudí, en cabeza del príncipe heredero y premier Mohamed Bin Salman, y su ministro de Relaciones Exteriores, han tenido cinco manifestaciones expresas en los últimos 14 meses apoyando la necesidad del Estado palestino. Y desde septiembre de 2024 hasta la primera semana de este febrero, han manifestado de manera inequívoca que una posible expulsión de los palestinos de la Franja de Gaza sería no solo un delito internacional, sino un crimen de lesa humanidad.

La oposición saudí a la propuesta del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, respecto a la posible salida de los palestinos de Gaza de su región (o sea,de su patria) es clara e inequívoca, como lo es la de Egipto y Jordania. Lo más importante es que los gazatíes no tienen la menor intención de abandonar su país, pese a las carencias y dificultades extremas de vivir en lo que queda de él. También hay un plan esbozado esta semana por Israel de abandono voluntario para los palestinos, cuya filigrana no se ha develado.

Del otro lado, existe un plan de reconstrucción auspiciado por Egipto, Arabia Saudí y otros países, con apoyo político de buena parte de la comunidad internacional. Ese plan, diseñado en principio para cuatro años, por lo menos, no implica de ninguna manera la salida de un solo palestino de ese territorio.

Todo lo anterior muestra dos cosas: que lo mencionado en una rueda de prensa de hace dos días (entre Trump y el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu) tiene no solo la oposición radical de los habitantes de la franja, que es su país y no un terreno en venta o alquiler, y que los países del área, comenzando por Egipto, Jordania y Arabia Saudí, son claramente opuestos a dicha propuesta. Cuando los habitantes de una región del mundo y sus vecinos, menos uno, están en total desacuerdo con una propuesta, dicha iniciativa nace como un statement ruidoso, pero inviable.

Crimen de lesa humanidad

Pero por si lo anterior no fuera definitivo, hay que recordar que una cosa es propiciar la reconstrucción de un país vencido, como los casos exitosos de Japón y Alemania. Y otra muy distinta pretender que debe expulsarse a la población local, dominar la región y reconstruir un paraíso para gente distinta a los habitantes originarios.

Además, los desplazamientos forzosos de poblaciones de un país por parte de otro constituyen un crimen de lesa humanidad, es decir, un crimen juzgable universalmente y que no prescribe.

Si la propuesta es una manifestación de intenciones, está destinada al fracaso y hace inclinar a los países de Medio Oriente en contra de EE. UU. Si se trata más bien de una estrategia de negociación (pedir lo imposible para obtener más de lo inicialmente posible), todo depende de las estrategias futuras de negociación. No olvidemos que la tregua Israel-Hamás es solo eso, una tregua, y que para ser sostenible tiene que estar seguida de una fase dos, de enorme complejidad, y que apenas comienza a negociarse.

Más serio y posible podría ser que EE. UU. adhiriera a la propuesta de Egipto, Arabia Saudí y Catar, avalada, entre otros, por Jordania y parte importante de la comunidad internacional, para reconstruir Gaza de acuerdo con sus habitantes. Esto le daría a EE. UU. algún juego en los consensos frente a los principales actores regionales.

Ahora bien, Gaza no es un caso aislado, pues se encuentra inmersa en el proceso de Palestina en su totalidad. Cualquier solución sostenible en el mediano y largo plazo tiene que preservar el bien de los dos pueblos, el palestino y el israelí.

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