Lo que cambiaría en México con Claudia Sheinbaum

hace 1 mes 18

“Yo soy quien va a gobernar”, declaró Claudia Sheinbaum, la recién posesionada presidenta de México, poco antes de su victoria electoral de junio. Tras menos de una semana de su investidura, la pregunta sigue siendo cómo gobernará y cómo podrá distinguirse del talismán del exmandatario Andrés Manuel López Obrador (Amlo). Una primera prueba clave para ella serán las regulaciones secundarias de la reforma judicial aprobada en septiembre, que pronto se discutirán y comenzarán a implementarse este año.

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Dado su pasado como científica especializada en energía y medio ambiente, a Sheinbaum se la suele describir como tecnócrata. Muchas de sus propuestas políticas reflejan esto, y parece que su gobierno será más pragmático y menos populista que el de Amlo. Pero, al mismo tiempo, su estrecha relación con Amlo y su apoyo permanente a algunas de sus políticas más problemáticas, como la misma reforma judicial, sugieren que su administración tomará la forma de una mezcla que podría calificarse de “tecnopopulismo”.

¿Qué significa eso exactamente? Este estilo híbrido de gobierno intentará mantener los programas sociales populares y las posturas chovinistas que caracterizaron al gobierno de Amlo. Para financiar el gasto continuo en bienestar e infraestructura, Sheinbaum se apartará del manejo de la economía de Amlo, apostando por una relación renovada con el sector privado para impulsar el crecimiento.

Es decir, mientras que Amlo impulsó más Estado y menos mercado, es probable que Sheinbaum impulse ambas cosas: más Estado y más mercado. Eso no es tan contradictorio como puede parecer inicialmente.

Por ejemplo, los sectores de ciencia y tecnología que fueron desatendidos bajo el gobierno de Amlo sentirán este cambio casi de inmediato. Sheinbaum planea crear un Ministerio de Ciencia, Humanidades, Tecnología e Innovación y poner a la cabeza a un científico de alto nivel. Por su parte, Amlo desmanteló el Consejo Nacional de Humanidades, Ciencias y Tecnologías (Conahcyt), una institución similar a la que quiere crear la presidenta.

En cuanto al tema energético, Sheinbaum parece decidida a darle un manejo diferente al sector. Amlo invirtió casi 70.000 millones de dólares en el gigante petrolero estatal Pemex y limitó el desarrollo de las energías renovables, mientras que Sheinbaum planea usar una forma de asociaciones público-privadas (APP), probablemente bajo un nombre diferente, para impulsar la tecnología verde. En abril, dio a conocer una propuesta de inversión de 13.600 millones de dólares para proyectos solares, eólicos e hidroeléctricos y la expansión de la red eléctrica.

Sheinbaum también busca utilizar alianzas con el sector privado para digitalizar áreas clave del Gobierno, incluidas las aduanas, los impuestos y la atención médica. El plan de implementar registros médicos digitales únicos y citas médicas en línea para pacientes, por ejemplo, demuestra la confianza en un enfoque centrado en la eficiencia. En general, es una propuesta que puede generar oportunidades tanto para las grandes empresas que operan en México como para las más pequeñas.

Amlo dejó el cargo siendo extremadamente popular, con más del 70 por ciento de aprobación, y proyectando una larga sombra.

Sin embargo, no está claro si este tipo de medidas compensarán la tendencia de su partido, Morena, a apropiarse del poder de manera antidemocrática y los años en los que Amlo pasó socavando las instituciones independientes, los controles y contrapesos básicos que garantizan el Estado de derecho.

Amlo dejó el cargo siendo extremadamente popular, con más del 70 por ciento de aprobación, y proyectando una larga sombra. Y es muy probable que Sheinbaum heredará poderes presidenciales ampliados, así como una nueva supermayoría en ambas cámaras de la legislatura, sin mencionar una influencia sin precedentes sobre el sistema de justicia a raíz de la masiva reforma de esta rama, que fue el último esfuerzo de Amlo para reforzar el control de su partido sobre cada rama del Estado con el apoyo de Claudia Sheinbaum.

Fotografía cedida por la Presidencia de México, del mandatario mexicano Andrés Manuel López Obrador y de la presidenta electa de México, Claudia Sheinbaum durante un acto protocolario este domingo, en el Palacio Nacional de Ciudad de México (México). Obrador, con Sheinbaum como testigo de honor, firmó el decreto para la publicación de la reforma judicial, para elegir a los juzgadores por voto popular, en el Diario Oficial de la Federación (DOF). EFE/ Presidencia de México /SOLO USO EDITORIAL/SOLO DISPONIBLE PARA ILUSTRAR LA NOTICIA QUE ACOMPAÑA (CRÉDITO OBLIGATORIO)

Sheinbaum ha construido su capital político de la mano de Morena, partido de Amlo. 

Foto:EFE

Los próximos pasos

Hasta dónde y con qué velocidad espera ejecutar su agenda quedará más claro cuando se presente el presupuesto de 2025 el 15 de noviembre. No obstante los amplios poderes que tendrá Sheinbaum, estará limitada por los resultados de las decisiones fiscales de su predecesor. Amlo aumentó el déficit del 2,1 por ciento en 2018 a un estimado de 5,9 por ciento para el cierre de 2024, el nivel más alto en más de 30 años.

Entre 2018 y 2024, Amlo aumentó las ayudas en efectivo de 8.000 millones de dólares a 30.000 millones de dólares (no es coincidencia que este récord se haya producido durante un año electoral). También incrementó el salario mínimo en un 150 por ciento mediante un decreto presidencial en lugar de hacer mejoras en la productividad, y destinó miles de millones de dólares a la refinería de Dos Bocas, que costó más del doble de las estimaciones originales, y al Tren Maya, que ha tenido un sobrecosto de más del 200 por ciento del presupuesto inicial.

Por otro lado, como era de esperar, el crecimiento se está desacelerando. El Banco de México redujo su pronóstico para 2024 al 1,5 por ciento y el del próximo año al 1,2 por ciento. Sheinbaum sabe que puede gastar en bienestar e infraestructura si hace crecer la economía, y más cuando aparentemente ha descartado aumentar los impuestos.

En el lado positivo, la relación deuda/PIB de México, que es del 50 por ciento, es, por ahora, relativamente sostenible. Y Sheinbaum podría aliviar algo de la presión fiscal con un cambio de rumbo muy necesario en Pemex. Si se ve obligada a centrarse en la rentabilidad y en reducir la generosidad del Gobierno que fluye hacia la empresa, esto le podría dar un poco de margen de maniobra.

Para lograr avances significativos, Sheinbaum tendrá que reparar la relación del Gobierno con el sector privado y alentar el crecimiento y la inversión de privados.

Para lograr avances significativos, Sheinbaum tendrá que reparar la relación del Gobierno con el sector privado y alentar el crecimiento y la inversión de privados. Y tendrá que hacerlo más temprano que tarde. Para ello deberá intentar calmar las preocupaciones sobre la reforma judicial recientemente aprobada, que ha asustado a los inversores nacionales e internacionales que buscan estabilidad y certidumbre y se sienten incómodos con un poder judicial lleno de partidarios del Gobierno.

Como siempre, el diablo está en los detalles de la implementación. La enorme y justificada preocupación podría disminuir un poco si Morena logra implementar la reforma de manera gradual y cuidadosa, en particular en relación con aspectos como la independencia, la carrera y la selección de jueces. De todos modos, las posibles consecuencias a largo plazo de la reforma se cernirán sobre las calificaciones crediticias de su deuda soberana y la renegociación en 2026 del tratado comercial T-MEC de México con Estados Unidos y Canadá, que probablemente perjudicará la posición de México.

El sexenio de Sheinbaum no será completamente populista ni completamente tecnocrático. En cambio, su híbrido “tecnopopulismo” probablemente signifique mucho más Estado, más mercado y más tecnología al tiempo. Su objetivo es ampliar los programas sociales, financiar la infraestructura y mantener la popularidad de Morena, con el impulso del crecimiento económico, mejorando la confianza del sector privado y haciendo que el Gobierno sea más eficiente.

Sheinbaum tiene amplio margen para hacer que la nueva administración sea más tecnocrática y más eficiente, pero, incluso si esas mejoras se materializan, no está claro si podrán superar el peso de un Estado carente de controles y contrapesos significativos y de un nuevo marco para el Estado de derecho severamente cuestionado.

VANESSA RUBIO (*)

AMERICAS QUARTERLY

(*) Profesora en la Escuela de Políticas Públicas de la London School of Economics (LSE) y asesora principal de McLarty Associates, exsenadora de México y exsubsecretaria de Hacienda, Asuntos Exteriores y Desarrollo Social.

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