Un teléfono móvil yace en un Airbnb rústico, destrozado por un intruso. Luego, cuando se consigue otro, una conexión defectuosa interrumpe la llamada a la policía.
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Así es como “The Strangers: Chapter 1” de este año evadió lo que se ha convertido en un problema para las cintas de terror: el teléfono celular. Antes de finales de los años 90, no había necesidad de exhibir una falla en conectividad. Las líneas eran cortadas, pero el aislamiento en la época antes del uso masivo de teléfonos móviles era más fácil de lograr y, por tanto, más fácil de creer.
Con los teléfonos inteligentes, había que neutralizar no sólo el teléfono, como los mapas GPS e Internet. Se volvió común que las películas se esforzaran para justificar la no existencia de celulares.
El horror sigue presa de una cierta tensión de desconexión. Refleja una inquietud que muchos sentimos cuando estamos desconectados en la vida real, estemos o no en la mira de un maniaco.
Hay varias formas en que el cine de terror aborda el problema de los celulares. A veces nadie tiene servicio.
Este es probablemente el tropo más común de los celulares en las cintas de terror. Para hacer las historias más originales, algunas películas ponen la falta de recepción en manos de sus villanos. A lo largo de la parábola del fin de los días de Sam Esmail, “Dejar el Mundo Atrás”, los teléfonos celulares, una iPad, un televisor y un teléfono satelital pierden servicio. El culpable resulta ser un ciberataque que ha aniquilado la red, el primer elemento de un plan para “la forma más efectiva en costos de desestabilizar un país”.
Luego están esas ocasiones en las que se agota la batería. En “Huye”, la batería agonizante de Chris (Daniel Kaluuya) es el resultado del sabotaje infligido por el ama de llaves Georgina (Betty Gabriel), quien, al igual que Chris, es una de las pocas personas negras en un entorno blanco, acomodado y racista. Sin un teléfono con batería, no puede comunicarse con el mundo exterior. Y en una cultura que no ha tendido a creer a los negros, los teléfonos son una herramienta para documentar la injusticia (tiroteos policiales, por ejemplo), por lo que agotar la batería de Chris también funciona como comentario social.
También hay ocasiones en las que los teléfonos no ayudarían. En “Un Lugar en Silencio Parte II”, un celular es un riesgo —mientras el ataque de una criatura misteriosa desestabiliza un pequeño pueblo, algunos residentes se esconden en un restaurante. El celular de uno suena en el silencio, provocando que un monstruo atraído por el sonido comience a causar estragos.
Finalmente, películas como “Midsommar: el Terror no Espera la Noche” implican que no se podría hacer mucho en materia de comunicación para salvar a las víctimas —una perspectiva verdaderamente horripilante, de hecho, para estos tiempos conectados.