Con cerca de 36.000 kilómetros cuadrados de superficie –un tamaño similar al del departamento de Nariño–, la isla de Taiwán en los últimos años se ha convertido en un fortín tecnológico y económico no solo en el continente asiático, sino a nivel mundial. Su fuerte es la fabricación de semiconductores y circuitos integrados, esos chips que cualquiera tiene en sus dispositivos electrónicos y que, por lo general, no sabe de dónde vienen.
Es tanta la influencia de las empresas de la República de China (Taiwán) –su nombre oficial– en el mercado de los semiconductores y los chips, que en sus centros de tecnología afirman que son los productores del 60 o 90 por ciento del total de las piezas que existen en el mundo, dependiendo del producto. Para lograr ese posicionamiento económico, los privados han tejido puentes con el Gobierno de Taiwán, ahora en cabeza del presidente Lai Ching-te, quien le recibió el cargo a Tsai Ing-wen en mayo pasado.
Esa estrategia de cooperación, contaron sus autoridades diplomáticas, les ha servido para posicionarse como un aliado comercial de índole internacional, siendo el estrecho de Taiwán el lugar de paso obligatorio por el que transitan cientos de buques cargados con destino a varios continentes, entre esos América.
“Aproximadamente el 60 por ciento de los productos de semiconductores provienen de Taiwán, y más del 90 por ciento de los chips de semiconductores de gama alta también (...). El país es un eslabón indispensable en la cadena de suministro global”, dijo Joseph Wu, exministro de Relaciones Exteriores del anterior gobierno, a medios latinoamericanos, entre ellos EL TIEMPO.
Joseph Wu, exministro de Relaciones Exteriores de Taiwán. Foto:Carlos López/El Tiempo
Esos productos no solo están ligados a dispositivos electrónicos como los semiconductores, los circuitos integrados o los computadores, ya que Taiwán tiene presencia en marcas como Acer, Asus y Taiwan Semiconductor Manufacturing Company Limited (TSMC) –famosa por trabajar con Apple–, pero también en sectores como la multinacional Evergreen Marine y la compañía de bicicletas Giant.
El Silicon Valley del silicio
Este medio conoció varios de los centros de innovación y tecnología que tienen los taiwaneses en su capital, Taipéi, y en ciudades aledañas conectadas por rutas de bus, autopistas y el tren que atraviesa la isla de sur a norte. Los 16 parques científicos (tres están en construcción) se comprenden principalmente en el parque de Hsinchu, el del centro de Taiwán, y el del sur del país.
En conjunto son valorados como el ‘Sillicon Valley del silicio’ debido a que casi todo el mundo depende, en gran medida, de este mineral que procesan los taiwaneses, quienes se dedican a varias fases de la creación de estos elementos tecnológicos. Por ejemplo, la empresa TSMC fabrica los chips que diseña Apple para sus dispositivos.
Parque tecnológico de Hsinchu, en Taiwán. Foto:Carlos López/El Tiempo
“Hasta hoy no hemos podido encontrar otro material (diferente al silicio) que se pueda utilizar para hacer chips”, dijo Yu-Jing Chiou, directivo del Parque Científico de Hsinchu, resaltando que no creen que en los próximos años haya forma de reemplazar este mineral, clave en la fabricación de chips y semiconductores.
De norte a sur, en total están sedes como las de Longtan, Hsinchu, Yilan, Jhunan, Tongluo, Houli, Taichung, Erlin, Chung Hsing, Huwei, Chiayi (en construcción), Tainán, Qiaotou (en construcción, Kaohsiung y Pingtung (en construcción). De los tres principales, el más cercano a Taipéi es el Parque de Hinshu, un complejo de varios edificios creado en 1980 que actualmente alberga 623 empresas; de ellas, más de 80 son extranjeras, con 176.630 empleados.
Hasta hoy no hemos podido encontrar otro material (diferente al silicio) que se pueda utilizar para hacer chips.
Yu-Jing ChiouDirectivo del Parque Científico de Hsinchu
Para marzo de 2024, estos complejos tenían 4.999 hectáreas, de las cuales 1.467 pertenecen a Hsinchu, desde donde se generaron en 2020 ingresos por 45.000 millones de dólares estadounidenses, mientras que el del centro dejó alrededor de 30.000 millones, y el del sur 50.0000 millones de dólares.
En las instalaciones de Hsinchu se pueden recorrer a pie las edificaciones donde los empleados manejan seis industrias: la del circuito integrado, la optoelectrónica, las computadoras, las telecomunicaciones, la mecánica de precisión y la biotecnología. Mayoritariamente, el volumen de negocios se concentra en el diseño y fabricación de circuitos integrados, con casi un 70 por ciento de las labores; de allí le siguen en el escalafón las computadoras y la optoelectrónica.
Taipei. Foto:Taipei
El directivo Yu Jing-Chiou hizo referencia a que el éxito de la economía de los semiconductores y demás dispositivos radica, en parte, en el ambiente de inversión que tienen para sus socios y empleados, el cual llega a un estatus de “diamante”. Esto porque cuentan con alquiler de terreno para empresas, plantas de tratamiento de aguas residuales de última tecnología, una escuela secundaria para jóvenes, dormitorios, una clínica, servicio de bus que enlaza con otras rutas y un monitoreo ambiental que los dista de otros países de la región como China, la potencia mundial con la que viven un conflicto político desde hace varias décadas.
Entre las otras estrategias de los taiwaneses también está que ofrecen servicios de investigación con siete universidades del país, que tienen 60.000 estudiantes vinculados. Además, cuentan con cooperación internacional en alianza con Japón, Corea del Sur, Francia, Inglaterra, España, Alemania, Suecia, Estados Unidos y Canadá.
Sin embargo, así como tienen sus virtudes, los taiwaneses y sus parques también tienen falencias. Entre ellas está que la mayoría de empresas se están dedicando al hardware, por lo que un punto débil es la falta de creación en software. Esto se suma al transporte y talento humano que requieren, por eso intentan capacitar a estudiantes y profesionales recién graduados para que se unan a ellos con buenas propuestas salariales, según sus cuentas; un cargo promedio ronda por los 180.000 dólares estadounidenses anuales.
Chips. Foto:iStock
A este paso, los expertos en el tema indican que aunque Taiwán tiene para sostener el poderío tecnológico de los chips, unos complejos como los de ellos podrían desarrollarlos en un futuro no muy lejano los japoneses, con quienes tienen buenas relaciones; cosa distinta pasa con China, país con el que viven una alta tensión que trasciende lo comercial, pues hace parte de una historia sociopolítica de hace décadas.
La disputa con China
“El mundo también se ha dado cuenta de que Taiwán no puede caer en manos de China, porque si los semiconductores caen en manos de China, o si esta cadena de suministro sufre algún impacto, todo el mundo se verá afectado”. Con esa frase, el excanciller Joseph Wu explicó la amenaza que para ellos ha representado en los últimos años la intención de China de unificarlos.
La idea del gigante asiático, liderado por Xi Jinping, es el de una sola China; es decir, conectar a China continental con la isla de Taiwán, a la que históricamente reclaman como una provincia suya, luego de una disputa entre miembros comunistas y el Kuomintang a mediados del siglo pasado, en la que los taiwaneses terminaron por no ceder.
Chips. Foto:Jun Michael Park para The New York Times
Esa controversia geopolítica llevó a que el año pasado escalara la presencia de unidades militares chinas por el estrecho de Taiwán en tono de castigo por su intención independentista, algo con lo que los taiwaneses (poblados desde el siglo XVII por portugueses, españoles, taiwaneses, chinos y japoneses) se han acostumbrado a vivir y para lo que dicen estar atentos para reaccionar.
Sin embargo, si bien eso ha generado tensiones con otros países que no sostienen relaciones diplomáticas con Taiwán (entre ellos Colombia), no ha sido un impedimento para que la tecnología producida en la isla se distribuya por todo el mundo. La explicación es que están vigentes los tratados comerciales que, en el caso de Colombia, esperan seguir aumentando.
*Esta nota fue posible gracias a la invitación del Gobierno de la República de China (Taiwán).
Carlos López - Redacción El Tiempo - carben@eltiempo.com